+ Columna del C.P. Renato P. Vásquez Chagoya, director de Sotavento Diario
Zona Sur
Renato P. Vázquez Chagoya - 2014-06-09
El pasado viernes 30 de mayo de este año, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público dio un informe del comportamiento de las finanzas públicas. Informó que de enero a abril de este año erogó un billón 373 mil millones, cantidad superior en 188 mil 779 millones de pesos a lo que se erogó en el mismo periodo en el 2013.
Por su parte el INEGI informó que hizo una encuesta para el mismo periodo en la industria de la construcción, encontrándose que las operaciones sufrieron una disminución del 3 por ciento.
Y mire lo que son las cosas, la Cámara Nacional de la Industria de la Construcción, considera que en este año no se han ejercido 16 mil 383 millones de pesos.
“¿Y dónde está el dinero que está gastando el gobierno?, se pregunta Enrique Quintana del Financiero, Él mismo da la respuesta: “…pareciera que no está fluyendo adecuadamente”.
Aventura dos hipótesis para este fenómeno económico, que a mi juicio es una sola:
1.- Es tal la “maraña” administrativa para efectuar el gasto público en las dependencias que se retrasa todo lo que no es gasto inercial. No se dejan de pagar la nómina, programas sociales, “…pero adquisiciones y obras, a veces parecen enredarse en una maraña burocrática que a lo largo de los años hemos construido, tanto a nivel federal como en los estados. Un poco por la preservación de los espacios de poder de quienes ejecutan el gasto, otro poco por falta de coordinación y otro poco más por el temor de que se pueda ejercer sin cumplir todas las reglas, pareciera que eso retrasa el que los recursos “bajen”, como se dice en la jerga presupuestal”.
2.- El miedo a firmar. Hemos creado un sistema tan complejo que las posibilidades de errores o incumplimiento de la normatividad son altos. Así que muchos funcionarios eluden firmar hasta que los procedimientos estén revisados 50 veces, lo que naturalmente retrasa el ejercicio.
Y otro mucho, diría el malintencionado redactor: La “inflada” que le dan a los precios.
Se consuela Quintana señalando: “A la larga, los recursos van a llegar, pero mientras tanto, ya se nos fue casi medio año sin que el gasto público haya amortiguado los malos resultados de otras variables”.
Aparecen los “chupa dinero”
Resulta claro que al no ejercerse el presupuesto gubernamental no fluye el dinero entre empresas y ciudadanos.
Sin embargo, no se deja de pagar lo que mueve la maquinaria gubernamental, salarios ni programas sociales y, de vez en cuando se pagan los importes de las adquisiciones y de las obras, aunque tardíamente.
¿Y a dónde va el dinero?
Un expresidente municipal, en son de broma, decía que “su” ayuntamiento no pagaba a los proveedores, prestadores de servicios y contratistas, porque les estaba “enseñando” a ahorrar.
Al no pagarles se les acumulaban las cantidades a cobrar y el exalcalde suponía que al pagar, todo iba para el empresario para su disfrute total.
Nunca consideró que la mayoría de las empresas locales, son empresas de subsistencia familiar y que su desarrollo obedece a la pronta recuperación de lo que venden o construyen, y si no cobran, recurren a préstamos entre familiares y siempre obligados, recurren a las instituciones de crédito y hasta a casas de empeño.
En estas condiciones, si los gobiernos pagan las adquisiciones de los bienes y servicios que consumen y las obras que se construyen, el dinero servirá para liquidar los préstamos que recibieron las empresas para seguir operando y subsistiendo.
Y como no hay certeza en las fechas de cobro, empieza a girar otra vez la rueda de los endeudamientos y el martirio de volver a pedir y seguir luchando para mantenerse en el mercado. Y esto es siempre.
Imagínese a un empresario que tiene que pagar intereses a un banco o a una casa de empeño por más de cuatro o seis meses. Ya no se diga a un usurero particular.
¿Usted cree que le sobrará el dinero para aguantar otros cuatro o seis meses sin recibir pagos?
¿Cómo “huye” el dinero?
Voltee a su alrededor. En la familia, entre sus compañeros de trabajo y entre sus amigos, conocidos y vecinos.
Todos o casi todos tienen una tarjeta de crédito y todos los que la tiene, la usan. ¡Claro que la usan! Si no, ¿para qué la tendrían?
Ellos no dejan de recibir sus emolumentos periódicamente por el trabajo que desempeñan.
Y también todos los días “saltan las tentaciones” para que usemos “los instrumentos” de crédito, con la creencia que al utilizarlas adquirimos prestigio o somos más felices.
Cuando la “tentación” nos vence, porque nos ofrecen “cómodas” mensualidades y un largo plazo para pagarlas, además de empezar a disfrutar del bien que vamos a comprar, vamos y firmamos.
Eso tiene un precio: Usted está empeñando su trabajo para el futuro y a partir de que firma, parte de su trabajo, que no ha cobrado aún, va a ser para su proveedor.
Usted se está volviendo esclavo del crédito y de la empresa a la que le compró. Y si la empresa que le vendió el servicio o el producto se la endosa a una institución de crédito, la situación es la misma.
Es común que en un momento dado “se nos atore la carreta” y nos atrasemos en los pagos.
Entonces vamos a empezar a ver que las “ventajas” del crédito no son tan nobles. Empiezan a contabilizar los intereses y los cargos por cobranzas en cascada y nuestras finanzas personales se van a un despeñadero.
Nos atrasamos en los pagos y llega un momento en que lo que debemos nos parece impagable. El que nos concedió el crédito “noblemente” nos ofrece “renegociar” nuestro saldo. Y vuelve a girar la rueda de la penuria…
Y… en el último de los casos, cuando el acreedor ve que no pagamos, nos ofrece “condonarnos” parte de lo que debemos con tal de recuperar su dinero... y volvemos a esclavizarnos.
Lo recomendable es “medir nuestras fuerzas” para contratar créditos.
Otra clase de “chupa dineros”
Todos queremos estar bien y tener lo mejor.
Si sale un producto nuevo y novedoso, ahí vamos a comprarlo y nos endrogamos.
Y si surge una urgencia y tenemos agotadas nuestras líneas de crédito, nos vernos obligados por la desesperación a recurrir a las casas de empeño, que nadie parece reglamentar ni controlar.
Y empieza el calvario.
Cada mes, de sus remuneraciones lo primero que aparta son los intereses de la casa de empeño, porque tiene la amenaza de que si no paga a tiempo perderá la cadena que le regaló la abuelita, el reloj que le dio papá o cualquier objeto que para usted es valiosísimo.
Y como los intereses son cuantiosos, a usted no le alcanza para recuperar sus piezas y al cabo de tres o cuatro meses ya pagó lo que vale o más, de tal manera que ya no tiene esperanza de recuperarlos.
Algunas gentes, prefieren perder lo empeñado y otras, de plano, con otra visión, venden la boleta de empeño.
Y las casas de empeño son tan buen negocio que hay demasiadas en nuestra ciudad. Me pregunto, si eso no es signo de que se está incrementando la pobreza en nuestro municipio.
Y no crea que esto sólo les pasa a los ciudadanos.
Nuestros gobiernos también son “sujetos de crédito” y recurren a las instituciones de crédito, ya sean nacionales o extranjeras, para salir de sus compromisos. Y no les importa “empeñar” algo de nuestro territorio o de su subsuelo, menos la soberanía, porque eso es nuestro “orgullo”.
De tal manera que todos entramos al juego de “Chin… el que no deba”.
O sea, todos les debemos a todos.
Conclusión: Gran parte del dinero que recibimos en pago, se utiliza para pagar lo que debemos y sus intereses.
¿Ya identificó usted a su “chupa dinero”?
Tenemos esperanza
El Banco de México, el pasado martes 3 de este mes, dio la “buena noticia” de que en los primeros cuatro meses las remesas de dólares que provienen de Estados Unidos se incrementó en relación al año pasado en un 8.9 por ciento, de tal manera que se recibió en el país un flujo de 7 mil 440 millones de dólares.
Y mire lo que dice Luis Adrián Muñiz, subdirector de Análisis Económicos de Casa de Bolsa Vector: “…que el comportamiento reciente de las remesas puede impulsar el consumo privado en el país…”.
Alejandro Cervantes, economista de Banorte-Ixe, señaló que las remesas del extranjero “…son un instrumento de desarrollo social…”.
¿Éstos son los “expertos” que manejan la economía nacional?
En mi tiempo de estudiante, el maestro de Economía nos explicaba que la generación de riqueza es la que hace fuerte económicamente a los individuos y a los países. Y nos ponía de ejemplo el desarrollo de la agricultura, de la ganadería, de la pesca, de la industria, de los servicios, etc…
Si se crean los satisfactores se genera riqueza, pero si la riqueza proviene de fuera vía remesas, lo único que se está creando es una dependencia económica, no crecimiento económico ni desarrollo social.
Si la solución fuera esperar las remesas, entonces hay que irse a trabajar al extranjero para enviar el dinerito, para que haya “crecimiento y desarrollo social”.
Lástima que no todos tengamos pasaporte ni invitación de las empresas extranjeras para asegurar el trabajo ni el cobro en moneda extranjera. Además ni hablamos inglés.
Y lástima que el tren, también llamada “La bestia”, no pase por Minatitlán, porque si no, ya estuviéramos con un pie en el estribo.
Ahí será para la otra.