+La derrota del PRI en la entidad jarocha es el resultado de un contundente voto de castigo de los ciudadanos
Zona Centro
REFORMA.COM - 2016-06-09
Las elecciones locales del pasado domingo resultaron en una debacle nacional para el PRI. Destacan, dentro de sus siete derrotas, los cuatro estados donde nunca antes había habido alternancia en el poder (Veracruz, Tamaulipas, Durango y Quintana Roo) y, dentro de ellos, la joya es Veracruz, que tiene el tercer mayor padrón electoral del país. La derrota del PRI en la entidad jarocha es el resultado de un contundente voto de castigo de los ciudadanos, quienes sufrimos durante casi 12 años gobiernos corruptos y corruptores que destrozaron la institucionalidad estatal, causaron una parálisis económica y un desastre financiero sin paralelo en la historia, y dieron paso a un inadmisible nivel de violencia que golpeó particularmente a las clases populares y condujo al asesinato de 18 periodistas tan sólo en los últimos cinco años.
Debe entenderse que la derrota del PRI es peor de lo que parece. En Veracruz operó una aceitada maquinaria electoral que logró evitar su completa debacle. Al igual que en todas las elecciones desde por lo menos 2007, en Veracruz se hizo uso de la maquinaria del gobierno estatal para condicionar el voto de los sectores populares, acarrear votantes a las casillas, y comprar votos el día previo y el de la elección en escalas gigantescas, especialmente en los distritos más pobres de la entidad. De no haber mediado esta operación, la derrota del PRI hubiera sido directamente catastrófica, con la posibilidad de que en las elecciones de gobernador se fuera al tercer lugar y en las de diputados solamente obtuviera un par de triunfos en los 30 distritos. De acuerdo a los resultados oficiales, ha ganado sólo seis, de los cuales dos están en duda.
Es probable que de no haber mediado el acto inteligente y deliberado de los ciudadanos de engañar a los encuestadores, tanto en las encuestas previas al cierre de la elección como en las de salida, todavía hubiera habido una operación fraudulenta mayor.
El fallido fraude fue dirigido contra la ciudadanía, no contra un partido en lo particular. La alianza PAN-PRD triunfó en 13 distritos, y Morena logró un inusitado triunfo en ocho, incrementando su votación exponencialmente a pesar de su escasa presencia territorial y la falta de cuadros operativos en la mayor parte del estado. Morena gozó de una condición de relativo privilegio en esta elección, pues no fue objeto de la guerra sucia lanzada por el PRI en contra del PAN-PRD y en cambio fue un vehículo central del voto de protesta.
Lo sorprendente de los resultados del PREP es que en 10 distritos hay menos de 2% de diferencia entre el primero y el segundo lugar, de los cuales tres donde hay menos de 1% de diferencia. En todos estos casos la operación electoral del PRI lo salvó de una derrota segura que hubiera llevado a su casi completa desaparición como fuerza parlamentaria. Este es el tamaño verdadero de la derrota electoral del partido oficial y el precio que ha pagado por el desastre causado por Javier Duarte y Fidel Herrera.
Aunque el PRI haya perdido la elección en Veracruz, no debemos perder de vista que el OPLE local fue colonizado por los intereses del gobierno priista desde el nombramiento de sus consejeros. El descaro ha sido tan grande, que el Tribunal Federal Electoral obligó al OPLE, en pleno proceso electoral, a destituir a dos secretarios ejecutivos nombrados por el colectivo de consejeros, y lo mismo puede pasar con el que está en funciones. Las próximas elecciones locales y federales en Veracruz no pueden ser organizadas por este órgano electoral.
La derrota del PRI en Veracruz fue en realidad mucho peor de lo que aparece en los resultados oficiales. Para conocer la verdadera voluntad de la ciudadanía veracruzana requeriremos una reforma radical de los órganos electorales y un control efectivo de las capacidades clientelares y criminales del gobierno. Por ahora, la decisión de la ciudadanía de que se vaya el PRI ha quedado firme, abriéndose un nuevo capítulo de la historia política de Veracruz.
El autor es investigador del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana.