+ Columna de Eduardo Coronel Chiu, escrita en Diario AZ Xalapa y Veracruz
Zona Centro
Eduardo Coronel Chiu - 2017-05-02
Se dice que cada elección de autoridades en un sistema democrático es especial, tiene sus propias características, ninguna elección es igual a otra aunque pudiera haber algunas semejanzas y rasgos comunes.
Las elecciones municipales en curso no son la excepción. Hay en el estado y en el país un contexto político distinto al de hace 4 años, una situación de poder diferente y escenarios de futuro inmediato no comparables, un conjunto de factores que orientan al electorado de un modo en que puede observarse alguna tendencia para la distribución de los votos y el reparto de las alcaldías entre los partidos y candidatos, pero insuficientes para establecer una certeza absoluta en los resultados. Se valen apuestas.
En las pasadas elecciones municipales celebradas en 2013, además de que fueron concurrentes con las de diputados locales, a diferencia de la actual que es única, gobernaba en Veracruz el PRI –Javier Duarte como operador electoral antes de su derrumbe hizo ganar a su partido– y en el gobierno federal, el PRI con Enrique Peña Nieto marcaba el primer año de su regreso al poder.
También hay que contar que las reglas del juego son nuevas para las elecciones municipales, al igual que el árbitro u órgano electoral, si bien estos aplicaron ya en las elecciones del año anterior, para elecciones municipales son de estreno.
Factores políticos
Hoy es otro grupo en que detenta el Poder Ejecutivo –la coalición PAN- PRD–, que gobierna con Miguel Ángel Yunes a partir de diciembre pasado, el cual muestra ya un severo desgaste debido a su incapacidad para resolver las crisis de inseguridad, economía y finanzas públicas entre otros, percepción mayoritaria que no favorece a su propósito de consolidación. No se duda que como todo grupo en el poder, pretenda usar directa o indirectamente sus recursos para influir en el electorado, sería ingenuo creer que no lo harán.
Pero no están solos en el espacio político, donde tienen contrapesos de marca o partidos, así como de parte de los actuales gobiernos que seguramente tienen apuestas en las elecciones.
Por otro lado, en el esquema de poder fragmentado en tres tercios, viene en ascenso el partido Morena remolcado por su carismático líder nacional Andrés Manuel López Obrador, puntero en las encuestas para las elecciones a la Presidencia de la República el año próximo; es la primera elección municipal de Morena, partido que surge de una escisión del PRD, con un rendimiento creciente en dos elecciones –diputados federales (2015) y diputados locales y gobernador (2016)– en que ha participado.
La otra fracción es lo que queda del PRI, el partido ganador de las elecciones municipales precedentes, hoy está en la ruina; sigue hundiéndose; relegado al tercer lugar. Llega a esta elección arrastrado por un doble descrédito, la corrupción destapada del gobierno de Duarte que ya tuvo costo electoral, pero podría seguir el castigo, y el fracaso de las políticas reformistas de Enrique Peña Nieto, en su penúltimo año de gobierno.
Como en otras disputas municipales, está en juego el control político local, los intereses que se gestionan desde los gobiernos municipales, la primera capa donde se incrustan las células o estructuras primarias de autoridad política. Es además el territorio en disputa del nuevo mapa de distribución del poder, el espacio para dirimir las posiciones entre partidos, refrendo o consolidación de zonas de influencia y control, además de plataformas para la batalla electoral siguientes en 2018, la madre de todas las elecciones.
Importan ahora sobre todo las principales plazas. Las ciudades medias, las 30 cabeceras distritales, las de mayor población y recursos presupuestales. Hay una geografía del voto por marcas y partidos, que aunque presenta alguna estabilidad y tendencia, no se descartan los giros, otras son altamente competitivas y alternantes. Cada municipio tendrá su propia historia electoral.
Sólo un mes
Con la aprobación de las planillas registradas para los 212 ayuntamientos, hechas ayer por el órgano electoral (OPLE), hoy inician en el estado las campañas electorales.
Inicia el breve ciclo de un mes –del 2 de mayo al 1 de junio– que se permite a candidatos y partidos políticos la búsqueda abierta del voto ciudadano; el tiempo de la maquinaria y la “estrategia” de promoción del voto, duro, blando y de todo tipo, mediante diversos actos de propaganda, mitines, spots, reparto de utilitarios, promesas u ofertas de campaña en el contacto directo o a través de los medios de comunicación –convencionales y nuevos–: la activación de las redes clientelares y también las campañas negras, que ya empezaron antes.
Hoy arrancan todos con entusiasmo e ilusiones, el 4 de junio se verá cual fue la decisión de los electores y quiénes serán los que integren los nuevos gobiernos municipales para los 4 años siguientes.
Carpeta azul, congelada
En la secuela de lodo, Andrés Manuel López Obrador y Miguel Ángel Yunes cruzan acusaciones, otra vez.
AMLO refrescó el asunto de las numerosas acusaciones del enriquecimiento ilícito de Miguel Ángel Yunes y su familia. Como es sabido en los medios de comunicación se ha exhibido a lo largo del tiempo la inmensa fortuna, en inmuebles, vehículos y empresas, forjada en los cargos públicos, de la que no se han rendido cuentas sobre su origen; no han procedido las denuncias en la Procuraduría General de la República (PGR). El tema no es nuevo, los signos de la riqueza de Yunes Linares y sus hijos no son invenciones de AMLO.
Tampoco se ignora cómo funciona la protección del poder. Yunes se defiende con falacias. Revira diciendo la carpeta azul son las denuncias que le dio Javier Duarte, lo que prueba –en su lógica para tontos– que son cómplices: AMLO “está encadenado a Duarte” por el dinero que le daba.
Sin ingenuidad sino con el objeto de exhibirlos, AMLO le manda la carta a Peña Nieto, adjuntando la carpeta azul congelada; y más ahora que Yunes golpea para ese grupo.