Si la tercera era la vencida, ya se verá, pero hasta ahora el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador es el más consistente y atractivo para ganar la Presidencia de la República el año próximo.
No sin algunas fisuras como la escisión del grupo de Ricardo Monreal en la Ciudad de México, que por demás se están dando en todos los partidos por los amarres de candidaturas, Morena luce hoy como la fuerza política más fortalecida; la menos afectada por las pugnas internas y el desgaste ante el electorado y la opinión pública.
AMLO, opositor del sistema desde la izquierda, construyó su mito de honestidad y diferencia de la corrupta clase política tradicional del PRI-PAN, como alternativa de gobierno que le funciona como atractivo para captar el descontento ciudadano.
El evento de ayer, con motivo de la firma del Acuerdo Político de Unidad Nacional que encabezó AMLO en la Ciudad de México, sirvió para presentar públicamente a nuevos adherentes, militantes restados a otras fuerzas políticas.
En la lista interminable de los nuevos simpatizantes y adherentes se anotaron, de Veracruz, el empresario xalapeño Ricardo Ahued, ex presidente municipal, diputado federal y local por el PRI y el constructor Marcos Salas, ex diputado federal por el PAN.
Morena es fuerza en ascenso; pero carente de cuadros profesionales de la política y estructura en los estados, es el caso de Veracruz. Es un movimiento altamente personalista, descansa en la figura y mito de su líder carismático, AMLO es su principal fortaleza y debilidad. Del trabajo de reclutamiento y organización dependerá su mayor competitividad y viabilidad de acceder al gobierno en el país y en los estados.
Los frentes todos contra AMLO
El PRI, al quinto año de su retorno a la Presidencia de la República con Enrique Peña Nieto presenta los signos del agotamiento; su momento hace mucho que pasó y sus muchas reformas impulsadas quedaron en su mayoría en el papel, en la Constitución y sus muchas leyes derivadas, sin resultados satisfactorios para devolver la seguridad pública, impulsar el crecimiento económico, mejorar el empleo y reducir la pobreza, un rezago histórico que sólo han disminuido en mínima parte y eso con cuestionables estadísticas, aparte de los señalamientos de corrupción de la alta burocracia política y administrativa, contrastada sólo con algunos chivos y chanchos expiatorios, entregados al matadero de los sacrificios mediáticos, pero protegiendo a muchos otros más de la gran banda priista.
El PAN atraviesa por una profunda crisis provocada por la lucha de facciones por la candidatura a la Presidencia de la República, a la que ha arrastrado el ambicioso e inmaduro liderazgo de su presidente nacional, Ricardo Anaya, en su disputa con el grupo del ex presidente Felipe Calderón y Margarita Zavala. Anaya pasó de entregado colaboracionista (con el derechizado PRD) del gobierno de Peña Nieto a su confrontación, tras ser exhibido en su enriquecimiento familiar, conflicto que acentúo la fractura en el PAN, sobre todo en los grupos legislativos del Congreso de la Unión.
En el PRD, antiguo partido de las fuerzas de izquierda, a partir de que se retiró López Obrador, a principio del sexenio, viró hacia la derecha y se fue desgranando; aceptaron con pragmatismo ser un satélite del PAN y “co-gobernar” en el Pacto con el PRI, luego de la diáspora de la izquierda, al PRD hoy le quedan muy pocas tribus y membrecía. Los demás partidos chicos apuestan a las coaliciones, el PVEM casado con el PRI, el PANAL y MC busca ofertas, el PT va con Morena.
En la víspera de que arranque el proceso electoral para 2018, AMLO y Morena siguen como punteros, los demás lo saben, es el rival a vencer.
Juego doble
La guerra en el PAN desatada por las ambiciones de Ricardo Anaya, juez y parte en la contienda interna para la candidatura a la Presidencia, así como la contraofensiva de las facciones rivales –Calderón/Margarita Zavala, principalmente– polarizan a su partido en todos los niveles; en sus bancadas del Senado y la Cámara de Diputados, y también en los estados.
La confrontación simultánea de Anaya con sus rivales de adentro, a la vez que con el Gobierno Federal, al que acusa de la exhibición de su riqueza, pone en disyuntivas de conveniencia y lealtades al panismo de Veracruz.
Aquí el jefe y dueño de la franquicia del PAN, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, ya mostró señales de su acostumbrada traición, lleva un doble juego en la disputa. Sus piezas y él mismo se mueven en apoyo a Anaya y en abstención, es decir, contra El Cerillo. Los jugadores de Yunes se cuidan en los desplegados de apoyo promovidos por Anaya, por ejemplo al de los alcaldes de la asociación panista, firmaron los electos, como el hijo Fernando Yunes, pero no el otro hijo, de Boca de Río, Miguel, ni los demás ediles del PAN en funciones; el diputado local Sergio El Bailador Hernández, suscribió el desplegado de las bancadas panistas en los estados, pero el presidente del comité estatal, José Mancha, se abstuvo de participar en el que hoy difunden con la firma de 26 dirigentes estatales.
El mismo Yunes no ha dicho esta boca es mía para defender a Anaya, muy acomodaticio aun con el Gobierno Federal. Traición y conveniencia se llama el juego.
Yunes Landa, oportunismo vano
En una de las casas de los derrotados en Veracruz, el priista senador Héctor Yunes Landa, cartucho quemado de la pasada elección a gobernador, persiste en su obsesión de volver a ser candidato del PRI; insiste por encima de los demás priistas, neciamente de que merece la revancha por el perdido Gobierno del Estado. ¿No hay otro?
Ayer tuvo un acto de oportunismo adelantado, se publicitó en su “suspiración” con el pretexto de su V Informe como senador de la república. En su mensaje el senador Yunes Landa se la pasó hasta el aburrimiento con la lista y agradecimientos a los presentes, las descalificaciones con los lugares comunes al gobierno de su primo Miguel, y su pronunciamiento de que aquel no puede y que “yo sí pude”. Sin embargo, escaseó el reporte de sus actividades en el Senado, eso sí, regaló un carro para que se rife entre periodistas, ¡ya está!
Aparte de los votos en contra que le llevaron a perder la elección con la marca del PRI en junio del año pasado, a Héctor lo ha terminado de hundir no solo su errática oposición de vez en cuando y su ambición de poder sin respaldo popular, sino los señalamientos de que recibió de Javier Duarte, el ícono de la corrupción gubernamental priista, algo más de la famosa “caña de pescar”. Para vergüenza del priismo se difundió el canto de Arturo Bermúdez, el secretario de Seguridad Pública del gobierno de Duarte de que le llevaron a Héctor “mil millones de pesos” de las arcas públicas para la campaña electoral.
Por otro lado, los signos del sistema político –la Presidencia de la República y la presidencia del PRI nacional– se marcan en favor del otro senador, José Francisco Yunes Zorrilla.