Delirios

2015-12-03

Los que pertenecen a este maltratado gremio masculino, que poco a poco se va quedando en la indefensión jurídica, entienden el terrible suplicio que es tener fiebre. Pues ahí tienen que sin previo aviso, una feroz temperatura me tiró en la cama. Les ahorro los detalles de mis sudores y escalofríos, básteles saber que en mis delirios me vi caminando por la Alameda de la Ciudad de México absorto y sin rumbo, con un caminar trémulo que terminó en un desplome ingrato y nada “nice” con el que perdí todo el orgullo y el conocimiento, para despertar después en el regazo de Erika Ayala, sentada en el asfalto de la calle Madero afuera de la Librería El Sótano y que me reanimaba con suaves cachetaditas y mesándome los cabellos. ¿Estoy muerto? Dije balbuceante. No, ya te mejorarás, pero no era su voz, era la de alguien más, alguien diferente y ahí fue cuando me asusté y supe que estaba delirando.

Hoy ya estoy mejor, en casa me perdonaron el delirio, y la fiebre así como llegó se fue, sin mayores complicaciones. Soy de esos hombres que tienen el umbral del dolor muy bajo, tal vez por eso nunca me animé a ser papichulo pese a que en mis años mozos me lo propusieron. Esa vida es muy ingrata y jamás me interesó.

Últimamente he andado muy ocupado, y se lo cuento sin presunciones. No debería ser así, pues preferiría quedarme en mi casa invadida por mariposas y hormigas, tirarme a leer Los Detectives Salvajes de Roberto Bolaño; Los 120 días de Sodoma del Marqués de Sade; Yósik, el del viejo mercado de Vilnius, de Joseph Bullof; La versión de Barney, de Mordecai Richler; Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas; o todos esos libros que me ven a la distancia cuando me voy y que tengo enormes ganas de volver a leer.

Padezco esa curiosa costumbre de leer todo lo que cae en mis manos… para muestra lo que leí últimamente: “La comunicación social de la Presidencia de la República y su influencia en la Campaña Presidencial de 2006”, que es la tesis que presentó para obtener su grado de Maestro en Comunicación el Secretario de la SEDECOP, Erik Juan Antonio Porres Blesa; “Tiempos de mis memorias, entorno y retorno, reflexiones, cronología y remembranzas” de Don Rubén Pabello Rojas; “¿Y quién es AMLO? Historia de un hombre enigmático” de Blanca Gómez. Todo es motivo de aprendizaje. Y cuando los termino vuelvo con los que ya he leído. Claro, los envidiosos dirán que releo porque no tengo para comprarme nuevos, pero no sea usted de esos maledicentes. No sea así.

Dirá Usted “Se me hace que este loco sigue delirando, mira que imaginarse en el regazo de Erika”. Pero no, ya no estoy delirando, tengo un punto al cual llegar, se lo prometo. Resulta que según el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas del Congreso, en su informe de “La pobreza y el gasto social en México” deduce que en Veracruz la mayoría de los hogares subsisten con un promedio menor a 10,000 pesos al mes. Esto es por hogar, no por persona. El promedio del gasto en el hogar, destinado a la salud, es del 2%. O sea doscientos pesos al mes por hogar. ¡Dios bendito! Para empezar hay que rogarle al altísimo no enfermarse, y para seguirle hay que ver qué se puede uno comprar con eso. Cualquier antibiótico anda por esa cantidad, y eso el genérico, ya ni hablar del de patente que cuesta el doble o más.

En el tema de la educación la mayoría de los hogares gasta un 8% al mes. Ochocientos pesos que deberán servir para los gastos de los hijos. ¿Y para un librito? No queda manito.

Está muy complicada la situación no cree. Yo rezo para no enfermarme y para encontrarme buenos libros a buenos precios. La educación y la salud, nos salen muy caras.

Bueno, la verdad tampoco tuvo mucho que ver todo esto con lo del principio… pero quería presumirle mis delirios.

Tome nota: ya casi terminan las comparecencias. Sin novedad en el frente.

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