Los hijos de Mariana Dunyaska

2018-02-21

Tomando entre sus manos el anillo de graduación, oraba, palabras más, palabras menos: “Señor, hágase tu voluntad y no la mía; ponme donde pueda servir y pongo mi talento y servicio para los demás”. Acababa de salir de la carrera de Psicología y ese cinco de marzo del 2001, para ella, fue la respuesta a sus oraciones cuando el alcalde Adrián Avila Estrada le decía, al tiempo que la designaba titular del Albergue de Santa Ana, “despiertas al tigre dormido o mantienes al elefante blanco; ésa será tu decisión”. Cientos de historias de niños a lo largo de cuatro años que tenían una sola encomienda de la voz de Mariana Dunyaska: “Cuando salgan, quiero verlos en la puerta de mi casa diciéndome que son hombres y mujeres de bien”, y así ha sido… por su puerta han desfilado jóvenes para demostrarle que el albergue de San Ana sirvió y le dejó algo más que recuerdos…

II

Mariana Dunyaska García Rojas, precandidata del PAN a diputada federal por el distrito XII con cabecera en Veracruz, pide una salsa (de habanero, preferentemente) para sus huevitos. Es raro ver a una mujer que guste del picante. Entonces me habla de su abuelo, don David Rojas, quien la crió ante el fallecimiento de su madre. No sólo era ese abuelo que cargaba con la nieta a la carrera de caballos o a los juegos de baraja, sino también el primer hombre que le dio valor a su opinión, pues la consideraba cuando iba a hacer un negocio u otras actividades. Hay más… cuando viajaba a la Ciudad de México, en la noche, cuando iban llegando al destino, el abuelo le decía: “¡Despierta! que bajaron las estrellas a recibir a una reina”, mientras el entonces DF se extendía en el valle con sus miles y miles de luces. El abuelo así la crió, tanto para echarle una salsa verde, de ésas picosas, a sus huevitos.

III

Mariana tiene cábalas. No pone la bolsa en el suelo “porque se va el dinero”; se persigna antes de salir de casa; asegura que no tiene un reposet porque a una tía le compraron uno, y que se muere en él… “¿supersticiosa?” pienso, pero le pregunto si cree que le vaya a pasar algo si tiene un reposet. Me responde: “¡es por precaución!”

Aunque sabe desde niña que el esfuerzo, el tesón y la dedicación hacen también posible los milagros. Fue estudiante de 10, pero no era la clásica “nerd”, pues igual declamaba, cantaba, jugaba futbol (aunque su deporte favorito es el beisbol)... ¡vamos! era una joven sociable, tanto, que en la secundaria José Azueta llega ser presidenta de la Sociedad de Alumnos y junto con la de Padres de Familia, empieza a hacer su labor de gestión y colocaron ventanas y rehabilitaron ventiladores.

IV

¿Por qué estudiar Psicología? Mariana Dunyaska lo define fácil: Enfrentarte a ti misma y poder servirle a los demás. Se enfoca a los trastornos del aprendizaje y por déficit de atención que al final, la condujeron al Albergue de Santa Ana donde las historias que encontró, marcaron su vida, su carrera, su forma de hacer política. Historias como la de Jesús, un pequeño con VIH, que de siete días a la semana, seis estaba enfermo. Al pequeño lo dio en adopción a una familia que le brindó toda la felicidad que pueda caber en seis meses… le tocó vivir el drama de unos niños a los que su madre les quemó los pies y los acompañó en su restablecimiento hasta que sus plantas volvieron a pisar suelo. O qué decir de una niña que llegó y no se movía, no hablaba, no miraba a nadie… era casi una piedra, hasta que conoció su historia: si se movía, recibía un castigo; si hablaba, recibía un castigo… hasta que esa niña, tras días y semanas y tiempo de diálogo, cariño y calidez, un día la abrazó y le dijo “mamá”.

V

Mientras me platica Mariana Dunyaska ese episodio cuando hacía oración con su anillo de graduación apretado entre sus manos, observo sus sortijas pero no veo la que me platica… le hago la observación, y con un gesto de entre tristeza y molestia, responde: “me lo robaron”, pero me dice que no hace falta, si hay algo que le recuerde su carrera es lo hecho en ese albergue de Santa Ana que sin querer, le dio 400 hijos.


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