López Obrador y el dedo de Dios

2018-10-31

Con López Obrador no hay medias tintas. Estás con él o contra él. Es experto en moverse en nebulosas bandas de flotación entre lo legal y lo ilegal, lo moral y lo inmoral, la democracia participativa y la autoritarismo puro.

En la definición entre Texcoco y Santa Lucía, López Obrador solamente podía ganar o ganar. Si el resultado era Texcoco, los mercados, los empresarios y la paridad del peso estarían tranquilos. ¡Claro! Millones hubieran dicho que todo habría sido una farsa para desdecirse de su promesa de campaña, pero en esencia, una mitad de México estaría contenta.

Si el resultado era, como fue al final, Santa Lucía, sucedería lo que ya hemos visto que pasó, y ahora tenemos a la otra mitad de México contenta.
No había pierde.

Nos encontramos por tanto, ante la pregunta filosófica de cómo se ve el vaso, medio lleno o medio vacío. Dependiendo de qué lado estés es como se califican las acciones de López Obrador. O le perdonas todo o le criticas todo. ¿Esto es riesgoso? Por supuesto, porque enmascarar el autoritarismo en forma de democracia participativa no puede derivar más que en un profundo resentimiento social.

Hace años escuché decir en un discurso a amigo: “Para cantar las glorias de la justicia social, se necesitaría la pujante voz de la tempestad… para marcar el camino que
debe seguir un pueblo, bastaría el dedo de un Dios”.

¿Hacia dónde se dirige México con un Presidente que se mueve en la delgada línea de lo legal y lo ilegal? A partir de diciembre no necesitaremos el dedo de un Dios para saberlo, tal vez solo haga falta… hacer otra Consulta.