No violencia femenina.

Lilia Cisneros Luján

Una Colorada

2018-11-26

Ayer domingo 25, se recordó, por el secretario general de la ONU, que es mala la violencia en contra de las mujeres; paralelo a esto nos repitieron hasta el cansancio fotos y videos de mujeres con ojos morados, labios reventado y hasta trogloditas, arrastrando a una fémina tomándola de una pierna y, quien sabe cuantas más permanecieron en el anonimato luego de ser remolcadas usando como palanca su cabellera.

Por supuesto no faltaron las estadísticas: En México 35% ha sufrido física o sexualmente por abusos; se eleva a 66% si se agrega violencia verbal o psicológica, enfrentar que la mayoría de las agresiones son cometidas por hermanos, primos, tíos y hasta padres, verdaderamente enchina la piel aunque hayan pasado ya muchos años de haber padecido tales barbaridades y reconocer que hay casos entre feministas en que una de las damas de la relación es más que iracunda, lleva necesariamente a detenerse y reflexionar en lo que está mal en la naturaleza humana.

Erradicar la violencia contra las mujeres, no es un tema de la modernidad, el mito de las amazonas, encierra –variantes más o menos- una clara intención de evitar ser apaleadas, aunque la historia concluya con mujeres super-violentas en contra de los varones y hasta asesinas de ellos.

Las míticas guerreras montadas en rápidos corceles y armadas de arcos y flechas, más allá de si vivían en algún lugar del mar Negro, en el lejano norte o en Libia[1], parecen resucitar, en personajes como la mujer maravilla o en los albores de la televisión mexicana como Nera la Pirata y si bien varios conquistadores de las Américas, creyeron haber encontrado su verdadero origen entre pueblos autóctonos –¿por eso se denomina Amazonas al río en riesgo ecológico, que cruza Brasil y otros países colindantes?- aun cuando los más sesudos antropólogos investigadores insisten en su origen en la civilización minoica.[2]

Pero ¿la física o la sexual es la única violencia que sufren las mujeres? Me tocó crecer en un entorno donde muchos padres o abuelos, consideraban con honestidad que “eso de estudiar, eran pretextos de las mujeres para andar en las calles de pirujas” o “las mujeres como las escopetas deben estar detrás de la puerta” y fui testigo de cientos de divorcios –muchos de ellos de consortes universitarios- donde el varón no soportó que su pareja le superara profesionalmente. Amenazar la masculinidad de los héroes clásicos, es algo que las féminas liberadas del estereotipo de mujer sometida y recluida caracterizan el siglo XXI aun cuando no vivan en una isla prohibida ni monten a caballo ni disparen flechas asesinas. Reafirmar la oposición a la superioridad masculina violenta, es un reto que va más allá de denunciar y realizar marchas globales.

Se supone que las amazonas buscaban procrear –es un proceso natural y normal de las especies- si el bebé era hombre, lo mandaban con su padre o con los seres masculinos, y se reservaban en cambio a las mujeres ¿Qué ocurre en las sociedades modernas? ¿No es verdad que aun hoy en muchas latitudes de la república mexicana desde la primera infancia, las niñas deben cuidar el hermanito, hacer las camas, lavar los trastes y ocuparse de asistir en la vejez a la madre y las abuelas? Luchar por la igualdad de derechos, sociales, económicos, laborales y políticos, ha sido una forma moderna de amazonas cuya arma primordial es la palabra.

Líderes de movimientos sufragistas –Emmeloine Pankhurt en Inglaterra, Laureana Wright, Hermila Galindo, Concha Michel, Aurora Jiménez, o Griselda Alvarez Bravo- la incorporación de mujeres en los centros de trabajo para suplir la ausencia masculina en la primera y segunda guerra mundial, el acceso a posibilidades de enseñanza superior aun en carreras eminentemente masculinas como ingenierías, químicas etc. han sido entre otras muchas las verdaderas guerreras que aun hoy siguen siendo el modelo no de amazonas violentas dispuestas a matar para sobrevivir ellas, sino a sumar cualidades y calidades a fin de lograr una humanidad menos violenta, con los hijos, las mujeres y los propios varones.

Es mucho lo que falta por hacer para evitar violencia sutil como la de autoridades municipales que siguen aplicando sanciones “administrativas” a mujeres que “usan ropa inmodesta” o esposas que para no mover el agua dejan de acudir al ginecólogo, y luego admiten que le bolita que les dolía no era de leche sino un cáncer que ya se había desarrollado, a la vera de la celotipia del marido. Despilfarrar el patrimonio femenino, es una de las formas de violencia más comunes desde tiempos ancestrales. La historia nos ha regalado novelas y capítulos dramáticos de lo que vividores hicieron con las dotes y herencias de sus mujeres ¡eso también es violencia en contra de ellas!

¿Cómo lograr una humanidad en armonía? ¿Cómo evitar que la emancipación femenina sea el inicio de una armada amazónica? ¿Por qué la liberación femenina dio paso a la promiscuidad de mujeres que terminan sus vidas en soledad y abandono? ¿En que punto y por cuales motivos lo masculino se tornó en irresponsabilidad hacia los hijos y la familia? Es sorprendente el tipo de patriarcado brutal que en pleno siglo XXI, ejercen machos varones pudientes sobre sus mujeres que a cambio de ser retratadas en revistas de “socialité” o en redes informáticas se convierten en presas de lo que supuestamente han logrado en términos de igualdad legal, política, profesional, social, familiar y personal

Tienen razón todos los que ayer celebraron el NO a la violencia en contra de las mujeres; pero esto será algo más que oratoria, cuando realmente se admita que la violencia es mucho más que golpes, tocamientos y coitos no deseados.