Vayamos a votar

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2015-06-05

Estamos llegando a la antevíspera de las votaciones en el proceso electoral más violento de que se tenga memoria en México, con 21 políticos asesinados entre precandidatos, candidatos, coordinadores de campaña, funcionarios o exfuncionarios y militantes, así como con un récord de delitos electorales previos a la jornada comicial, con una institución tan poderosa como lo es la Iglesia católica orando por una jornada en paz el domingo pero conminando también a su feligresía a votar argumentando incluso que será un pecado no hacerlo.
Veracruz no ha estado exento de violencia electoral, lo mismo contra candidatos que contra instituciones lo que es reflejo de varias circunstancias ante las que no podemos mostrarnos indiferentes y ante las cuales tenemos que salir a decir con nuestro voto que estamos hartos del estado de cosas, que seguimos insistiendo en la necesidad de un cambio de veras, que no queremos que abusen más de nuestra paciencia y que queremos vivir en un país y en un estado donde haya seguridad, se acabe la corrupción y la impunidad y se vaya para siempre esa vieja clase política de la que forman parte muchos jóvenes que tanto daño nos han hecho.
Ir a votar es un derecho que se ha logrado pese a los políticos y debemos regirnos por instituciones y sólo en nosotros está evitar que nos sigan gobernando los mismos que permiten a la vista de todos el vandalismo en varias partes del país, que promueven reformas para frenarlas ellos mismos, como la educativa, que no logran pacificar el territorio nacional frente a la delincuencia organizada, que siguen repitiendo los mismos vicios, que atentan contra la libertad de expresión y que no tienen calidad ni autoridad moral para gobernarnos porque están sumidos en la corrupción.
Yo soy partidario de que hay que salir a votar, libremente, por el mejor o el menos peor y demostrar a quienes nos gobiernan o mal gobiernan qué pensamos de su actuación. La política no es asunto sólo de los políticos que ahora más que nunca han tomado como rehén al país y heredan el poder a sus descendientes o a sus incondicionales, o intentan hacerlo con todo cinismo y como una burla que no debemos permitir más. La política es asunto de los ciudadanos y por lo tanto no debemos legitimar más el enriquecimiento al amparo del poder, el saqueo de las arcas públicas, el tráfico de influencias, el abuso.
Debemos llevar al Congreso federal a las personas que consideremos más idóneas para hacer leyes más justas y que se cumplan, que actúen y legislen a favor de los intereses populares, que frenen y metan a la cárcel a tanto remedo de político que medra al amparo del poder, que a su paso por un cargo sale más rico que cualquier hombre de bien que haya trabajado toda su vida en forma honesta y responsable.
La jornada del 7 de junio debe convertirse en un referéndum para aprobar o desaprobar con nuestro voto a los gobiernos. No es con violencia como debemos buscar el cambio, aunque la propiciaremos si no votamos para que por la vía legal se dé. Vayamos a votar por quien consideremos que nos puede representar mejor, defender mejor nuestros intereses, garantizarnos la mayor transparencia y rendición de cuentas. El domingo por la noche debemos celebrar el triunfo de nuestra voluntad. Si queremos que las cosas sigan igual que cómo están, votemos por los mismos. Si queremos que se vayan, votemos por una mejor opción, o por la menos peor.
Esta elección debe ser de los jóvenes, hombres y mujeres, de los que por primera vez tienen la edad y la oportunidad de ir a votar. En sus hogares y en sus escuelas deben escuchar qué piensan sus padres o sus mayores de por qué el país y el estado están cómo están y no deben permitir más que siga ocurriendo. Deben pensar en la herencia maldita que recibirán si no actúan desde hoy y a tiempo. Si no ejercen su derecho entonces tendrán que conformarse con ver cómo los juniors, sin ningún mérito salvo ser hijos de políticos señalados por la fama pública de ser corruptos, les quitan las oportunidades, sus oportunidades y deciden por ellos.
El domingo podemos y debemos ir a votar antes de que llueva e incluso antes del partido de futbol entre México y Brasil. Ciertamente desde el poder y hasta el último segundo buscarán distractores para que nos quedemos en nuestras casas y otros puedan rellenar las urnas por nosotros y los mismos de siempre sigan enquistados en el poder. No ir a votar el domingo será un pecado a la luz de la Iglesia, pero también un pecado político. El ciudadano, por muy humilde que sea su condición, debe pensar que la despensa y todo lo que le regalan e incluso lo que le pagan por su voto no es gratuito pues sale de sus propios impuestos. Por lo tanto, debe recibir lo que le den pero votar libremente, para que se acabe para siempre su condición de manipulable debido a su necesidad y se le ofrezcan más y mejores oportunidades de empleo para una vida más digna, para él y su familia, para él y sus hijos.
En Veracruz esta elección antecede a la de la renovación de la gubernatura en doce meses más. Debemos empezar a tomar nuestra posición desde ahora y empezar a eliminar lo que no queremos. La oportunidad está abierta, es para todos, no debemos dejarla pasar. Vamos a votar. Yo invito a mis lectores a hacerlo.
Libertad de expresión
Pero el domingo también se celebra en México el Día de la Libertad de Expresión, una fecha que por fortuna ya no se circunscribe a quienes escribimos y publicamos regularmente en medios, pues las redes sociales les dan hoy oportunidad a todos para ejercer ese derecho, por fortuna también sin estar sujetos al control oficial.
Una es la libertad de prensa y otra la de expresión. La primera nos corresponde directamente a quienes hemos hecho del ejercicio periodístico un oficio y una profesión. Las redes sociales hoy nos acicatean. Si no cumplimos con nuestro deber, el ciudadano nos sustituye y además en tiempo real. De la efectividad y de la importancia de la participación de todos quedó testimonio cuando un vecino indignado por el abuso fotografió a un funcionario federal utilizando un helicóptero de la dependencia de la que era jefe como taxi aéreo particular para facilitar el viaje al extranjero, de vacaciones, de toda su familia, y lo denunció en las redes. Hoy ese mal funcionario ya no está.
Pero para el periodista es exigencia, obligación, cumplir con parámetros universales como el apego a la verdad, la independencia, el rigor ético. El año pasado Carmen Aristegui y un equipo de periodistas profesionales, de investigación, también nos demostraron el poder de la prensa frente al poder y el abuso del poder. La batalla entre el poder y la prensa, uno para tratar de coartarla y la otra para luchar por ejercerla es inmemorial. En México hoy hemos avanzado mucho pero el amago persiste y el riesgo es real. Pero no se debe de claudicar.
Sólo los ciudadanos a fuerza de su voto y los periodistas a fuerza de decir la verdad cambiarán el estado de cosas. Actuemos con responsabilidad.