La novela veracruzana

2015-11-06




Ahora sí, creo que por fin me perdieron. Subieron hace poco la tercera temporada del Señor de los Cielos al Netflix y me declaro amante de la nacada, de esos que abrazan la máxima “Todo lo naco es chido”. Son como diez mil capítulos, que sumados a los otros veinte mil de la temporada uno y dos, se traducen en media vida tirada a la basura. Ese programa no me deja nada, ninguna enseñanza, ningún dato histórico con el cual deslumbrar gráciles chimbombitas en oscuras reuniones, ¡vaya! Ni siquiera me deja risas, es una sencilla oda a la pérdida de tiempo.

Nadie en la casa está dispuesto a aguantar el tiroteo de suspensos mal llevados y actuaciones del olvido. ¿En qué va? En que tienen encarcelado al Casillas y le están propinando una zapatiza diaria. ¡Pero en eso estaba la semana pasada! Pues sí, pero el Chema Venegas ya está conspirando. ¡Ya lo había mandado a matar! ¿Acaso no pueden? Tú quieres todo fácil, si por ti fuera esta serie se terminaría en dos capítulos. En uno. ¿A dónde quieres llegar? A ningún lado, sólo que ya te duermas, que apagues la tele porque no me dejas dormir. ¿Así cómo quieres que termine la serie?

Esa esgrima, bien querido lector lectora, creo que es lo más serio que sucede durante la hora que demora el capítulo. Termino mandando a volar a Karla, la imposible, y mejor pongo la Tablet con audífonos, me arrebujo debajo de las sábanas y continúo viendo dos o tres capítulos más hasta las dos de la madrugada (¡A mi edad y haciendo esos papelotes!). A este paso muchas cosas pueden suceder, una de ellas es que me pidan el divorcio y otra que se lleguen las elecciones del 2016 y ya esté por llegar al capítulo ochenta. La serie se está convirtiendo en el cuento de nunca acabar y lo peor es que siento que no debo perderme ningún capítulo: es la historia más lenta jamás contada, casi tan lenta como la política veracruzana.

¿Qué pasó hoy? Los senadores disienten. ¡Eso fue la semana pasada! No, esta también. ¿Y cómo vamos? Pues algunos dicen que bien, otros que mal, y yo la verdad no sé, leo a unos y otros, y después de la tercer columna ya me siento como un idiota. ¿Y eso es bueno o es malo? Pues es, que ya es ganancia, porque supuestamente la historia ya llegaba a su fin y metieron a un nuevo personaje. ¿A quién? A Silva. ¿Y eso lo enreda todo? Pues yo creo que más bien solo hará más larga la trama, porque al final ya se sabe que los buenos siempre triunfan. ¿Y entonces por qué lo sigues viendo? Uuhhmmm… Y ahí ya no sé qué contestarle.

La única diferencia de la escena política con una novela de Televisa es que en la televisión el corte más dramático lo hacen los viernes para tenernos como babosos todo el fin de semana pensando en si le irán a dar el cachetadón de su vida al salvajísimo galán o por fin le dirá Sí mi papi chulo, todo esto es tuyo. Aquí no, en la novela veracruzana los cortes dramáticos son cada que se les ocurre: Alberto Silva se lanza la puntada de pedir la prueba de embarazo en la novela “A que no me dejas”; los diputados aprueban veinte minutos de cardio en las oficinas en la secuela “Escuela de rateros LXIII”; Gonzalo Guízar del PES no quiere ir en coalición con el PRI porque estos son unos pillos en “Antes muerta que Lichita”; en la SEV, Vicente Benítez exhibe a los aviadores que gusta en la novela “Dueños del paraíso”; y mientras, todo Veracruz se debate entre creer y no creer en que nos va muy mal o que nos va muy bien, aunque lo mejor sería mantener nuestro grado de escepticismo en esta novela que es Veracruz, mejor conocida como “La tormenta”.

La historia ya está muy larga, a algunos les ha tomado toda la vida y morirán de viejos saboreando cada capítulo. Ojalá algún día alguien la lleve a la pantalla chica y la podamos revivir en Netflix. Mientras, si quiere seguir actual en política, no quedar como un extraviado en las mesas de café, y poder deslumbrar a las juveniles gacelas con sus conocimientos políticos, bien puede aprender en www.politicaaldia.com (¿a poco pensó que esta columna no tenía comerciales?)

Tome nota: del “Ya me cansé” a “hasta la prueba de embarazo”, ¿Hay mucho trecho?

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