Son infinitas historias y comentarios que podremos encontrar en las redes sociales, de personas que a pesar de esta pandemia, no pueden dejar de realizar sus actividades, ya que más que salir a calle por rutina, es la única manera de sobrevivir.
El sonido de una bocina al frente de una bicicleta anuncia que está cerca; algunos con cubrebocas o cuidando la “sana distancia” salen a comprar, otros ante el temor de verse infectados por el coronavirus, lo ven pasar desde la puerta de sus cocheras; Así es en estos días, el paso de Carlos, un niño de nueve años de edad, que se dedica a la venta de bolillos, sin importar la “restricción” de las autoridades sanitarias.
Casi todos los días, alrededor de las 18 horas, la canasta de mimbre se llena en promedio con 30 hasta 50 bolillos, y es cuando este joven porteño que vive en la colonia Teresa Morales, inicia su “juego” por la vida, vendiendo el producto elaborado por su familia en un horno que ellos tienen en su casa.
Algunas veces, el "panaderito" como algunos vecinos le llaman, hace paradas en taquerías o tiendas de abarrotes, donde los propietarios le regalan algo para sortear su ruta, misma que desde que empezó la pandemia, dice con sus propias palabras mejoró, ya que termina más temprano su venta.
Con la ilusión de llegar a ser médico cuando sea grande, para ayudar a su papá quien tiene problemas de visibilidad por la diabetes, Carlos recorre, por espacio de hasta tres horas y desde hace tres años, diversas calles de las colonias del poniente de Coatzacoalcos, anunciándose con una pequeña bocina que le obsequiaron, y en la cual se escucha un comercial grabado por el mismo con un celular, y que grabó en una memoria usb que se encontró en la calle durante uno de sus trayectos.
Consciente del peligro que representa andar en su bicicleta, y ahora más por el contagio de #coronavirus, para este niño porteño no existen imposibles o temores, ya que ante todo está sacar adelante a su familia conformada por sus dos abuelos, una tía, sus hermanos, y su padre, quien fue quien inició con el oficio de panadero.
Amante de las matemáticas, materia que más le gusta en su cuarto grado de primaria, comentó que buscar ahorrar parte de sus ganancias diarias, para comprar un videojuego portátil, esos que recientemente varios menores recibieron de obsequio en el Día del Niño, el cual indicó trabajó normalmente, sin celebración alguna, debido a que su escuela está cerrada por la pandemia.
Historias como estas serán muchas, pero pocas tienen la esencia y humildad de un niño que, en medio de esta crisis económica y sanitaria, su único juego es buscar el pan de cada día.