Este 8 de junio, Don César Vázquez Chagoya cumpliría 68 años, de no ser porque un maldito cáncer de páncreas se le atravesó en la vida.
Habría convocado a una comida familiar en su casa; le encargaría a sus suegros, Don Fermín y Doña Mary, que fuesen por camarones y pescado al mercado de La Rotonda para que hiciesen ese caldo que les sale bien delicioso y otro tanto de esos mariscos para pelar.
Don César rara vez hacía reuniones con amigos, sobre todo porque era muy desconfiado de que alguien llegara a su casa si no era invitado (salvo los de mucha confianza).
A él le gustaba más la convivencia en familia: con la madre de sus hijos más chiquitos, sus suegros, cuñadas, concuños, sobrinas, pero especialmente con sus hijos, con todos por igual, porque eran su mayor orgullo: su legado.
Don César tomaría whisky (que en los últimos años fue su bebida favorita, luego de dejar el Terry) con sus vástagos más grandes para platicar de todo.
Creo que ese momento lo disfrutaba para no platicar de política, de periodismo: lo usaba para echar desmadre con sus hijos, para contar historias; para dar y recibir el amor de su gente; era el rato que quizás más disfrutaba de todo el año porque ese día, quizás, se desconectaba de la vida e historia política de Veracruz --que era una de sus pasiones-- para sencillamente comer lo que más le gustaba, tomar la copa, estar en familia y acordarse que cumplía un año más, consciente de que el tiempo no perdona y es implacable pero que seguiría siendo el eterno rebelde con alma de joven que nunca envejeció.
Don César sería ese joven de sesenta y ocho años que todos sus amigos recuerdan con cariño, el que ayudaba, el que era generoso, el que trataba de componer un poquito el mundo con lo que pensaba y escribía.
En estos días de festejo de la Libertad de Expresión, varios ya estarían buscándolo para echar el trago con él, por lo exquisito de las pláticas que duraban horas.
Este 8 de junio, a Don César se le cantarían "Las Mañanitas" desde el teléfono, recibiendo decenas de llamadas, mensajes, correos electrónicos de toda la gente que lo apreciaba.
Cumpliría 68 porque así lo marca el calendario; así lo marcaba la vida.
¿A qué sabrán los camarones en el más allá? Quién sabe, pero seguramente ya desde ahorita los anda encargando.
Feliz cumple, Lic.