Desperfectos recurrentes perjudican la operación de la Central Nuclear de Laguna Verde (CNLV), cuya generación eléctrica ha sufrido merma en abril y mayo pasados.
El episodio más reciente ocurrió el 22 de mayo, cuando la Unidad 2, uno de los dos reactores que posee la generadora, sufrió un paro forzado (Scram) por entrada de aire (pérdida de vacío) en el condensador principal, según el registro del suceso (notificación de evento reportable) NER 2-066/22. Ese dispositivo condensa y libera el vapor excesivo proveniente de la turbina principal de la planta, y disipa el calor generado.
Esa unidad ya había experimentado problemas previamente, pues el 14 de enero último padeció una falla en un equipo de mezcla de hidrógeno del contenedor primario, la estructura que protege al reactor, según una bitácora de paro de esa fecha, de una página de extensión, consultada por La Marea.
Esos desperfectos se suman a los problemas suscitados durante la recarga de barras de uranio de la U1, que inició el 28 de marzo pasado y que evidenció la falta de recursos que aquejan a la generadora, la única de su tipo en México.
Por falta de contratos, repuestos y trabajadores suficientes, el cambio de barras de uranio se demoró más de 15 días. La Comisión Federal de Electricidad (CFE), propietaria de la instalación, pierde cerca de un millón de dólares por día de paro.
Entre abril y mayo, la U1 no aportó ningún megavatio al Sistema Eléctrico Nacional, como indica el Observatorio de Transición Energética de México. La U1 volvió a arrancar el 21 de mayo.
Los protocolos de seguridad en torno a Laguna Verde indican que la zona de mayor riesgo en caso de fugas de radiación abarca 16 kilómetros a la redonda. A pesar de ello, la población vulnerable no tiene la información de qué pasa dentro de esas instalaciones que forman parte de su paisaje.
La Marea consiguió testimonios en la zona, pero bajo condición de anonimato, pues viven en un contexto de inseguridad generado por la presencia de empresas mineras y delincuencia organizada.
“Rubén” tiene más de 70 años y ya se cansó de protestar contra la planta y contra las mineras que perforan con dinamita en su comunidad, El Porvenir, que está a menos de 15 kilómetros en línea recta de la planta nuclear.
Ni él ni su comunidad se han enterado jamás de alguna falla dentro de la planta. “Antes decían que todo está bien, ahora no dan información de nada de eso”, dijo.
Para su operación normal, la instalación requiere del funcionamiento pleno de sus sistemas principales, así como de respaldo, para actuar en caso de fallas.
Historia repetida
En años recientes, la CNLV ha sufrido varios acontecimientos serios, como fugas de combustible en los generadores diésel –que proveen de energía de emergencia–, paros forzados y pérdida total de energía externa.
El paro de la U1 se extendió por fallas en enfriadores gigantes que mantienen la temperatura en la CNLV y el Sistema de Monitoreo Neutrónico (SRMN) de la contención primaria, que sufrieron desperfectos en 2021.
El 20 de octubre último la U2 sufrió un Scram manual –la entrada en operación de las barras de control, el freno del reactor– por una falla del SRNM, según el informe de inspección OR-04/21-LV2 de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS) y consultado por La Marea, de febrero de 2022 y de 25 páginas de extensión.
Luego de arrancar, la unidad tuvo que detener su operación, pues comenzó a disminuir la presión del reactor y al mismo tiempo subió el flujo.
El informe de inspección OR-01/21-LV1, elaborado en mayo de 2021 por la CNSNS, el regulador nuclear, y consultado por La Marea, da cuenta que en enero de ese año fallaron dos monitores del SRNM de la U1. Ese sistema vigila el flujo de energía desde el núcleo de uranio de la unidad.
Meses atrás, en enero de 2021, ocurrió un Scram en la U1, pues al arrancar el reactor, falló un canal de frecuencia del SRNM. Otro canal había fallado en octubre de 2020.
Para resolver esos problemas, la CFE pretendía habilitar la señal de un sensor situado en otro canal en una frecuencia distinta, así como intercambiar señales de dos sensores diferentes. La paraestatal aseguró que esa intervención no incrementaba la probabilidad de un accidente.
Pero la CNSNS, el regulador nuclear, denegó el aval, porque implicaba cambios a la licencia de operación de la instalación, que posee una capacidad instalada por reactor de 820 megavatios y que representa 4 por ciento de la capacidad eléctrica de México y 2 por ciento de la generación total del país.
En febrero de 2021, CFE reemplazó dos monitores, según un reporte del 11 de febrero de ese año.
Esos trabajos ocurrieron bajo una condición de seguridad amarilla. Durante su operación normal y el proceso de recarga de uranio, la CNLV recurre a un monitoreo por colores que indica la magnitud de riesgo de derretimiento del núcleo, sistema adaptado a los estándares utilizados por la Comisión Regulatoria Nuclear de Estados Unidos.
En esa escala, verde significa funcionamiento sin riesgos de seguridad, amarillo quiere decir funcionamiento con algunos riesgos; naranja, seguridad comprometida, y rojo, desempeño inaceptable.
El indicador de la Asociación Mundial de Operadores Nucleares (WANO), que agrupa a los dueños de nucleoeléctricas y a la que pertenece Laguna Verde, estipula un Scram anual, por lo cual CFE está fuera de esos parámetros.
La U1 inició operaciones en 1990 y la U2, en 1995.
A pesar de la evidencia existente sobre las fallas recurrentes en la CNLV, CFE insiste, sin demostración alguna, que la planta opera con seguridad y eficiencia.
Entre 2017 y 2021 el presupuesto asignado a la planta subió un promedio anual cercano a ocho por ciento, pero la previsión para 2022 cayó, a pesar de los desperfectos. En 2017, la CNLV recibió 11 mil 449 millones de pesos y en 2018, 12 mil 381 millones. Al año siguiente totalizó 13 mil 379 millones, para bajar 0.5 por ciento en 2020 –13 mil 313 millones–. En 2021 CFE destinó 14 mil 378 millones, pero la programación para 2022 supera los 11 mil millones, monto inferior al de 2017.
Exceso de calor
La CNLV también ha registrado averías en otros sistemas. El 20 de mayo pasado la U1 no pudo reiniciar la generación por falla de los chillers –enfriadores enormes que mantienen a ventiladores y sistemas de aire acondicionado de la central–, de los cuales posee uno para operación normal y otro en reserva.
Cuando arrancó la unidad, un chiller estaba fuera de servicio y el otro se averió durante el reinicio.
Durante 2021, ese equipo sufrió desperfectos. En julio último, la U2 padeció un Scram, por la identificación de “un ruido anormal” del chiller. En mayo de 2021, ya habían fallado, según un reporte de operación diario, revisado por La Marea y de 13 páginas de extensión.
En esa ocasión, la nucleoeléctrica operó a toda potencia sin tener los chillers habilitados y tuvo que parar, debido al incremento de temperatura en el contenedor primario.
El reporte citado da cuenta de 26 requerimientos operativos del reactor.
En el pozo seco, donde se ubican todas las tuberías que trasladan el vapor de la vasija del reactor hasta el edificio de turbina, se genera mucho calor, disipado por ventiladores y sistemas de aire acondicionado, enfriados por los chillers. Si estos se detienen, sube la temperatura del contenedor primario, lo que obliga al paro del reactor.
A 14 kilómetros por carretera está la entrada del campamento El Farallón, donde vive personal que labora en la planta nuclear. Ahí consultamos a una comerciante que vive a orilla de la carretera Veracruz-Poza Rica.
– ¿Usted se siente segura y cree que no ha habido incidentes?, se le preguntó
“Yo sé que sí ha pasado, una se da cuenta por gentes conocidas que trabajan ahí pero no son tontos para hacerlo público en la prensa. Hay gente contaminada de a madre”.
Las rutas de escape establecidas por el Plan de Emergencia Radiológica Externo (PERE) no transmiten seguridad a la población.
“Las carreteras no cumplen, ya no se arreglan los caminos. ¿Quién nos va a arreglar los caminos si Laguna Verde ya no hace nada? Estamos perdidos, desbaratados”, dijo la comerciante.
En la región suceden cortes de luz por parte de CFE a clientes que se niegan a pagar sus recibos porque se sienten engañados. “La gente se agarra a golpes porque les cortan su luz”.
Se sienten encerrados con una bomba de tiempo. Y a ciegas.
* Con aporte de Rodrigo Soberanes