+ Quienes lo buscan nunca lo encuentran, mientras que estudiantes y reporteros despreocupados afirman que lo han visto, esquivó siempre a las entrevistas.
Internacionales
Marcela Turati / PROCESO.COM.MX - 2013-02-17
Hace dos semanas la autora de este reportaje estuvo en Massachusetts, donde recibió el Premio Louis M. Lyons 2013 que le concedió en diciembre pasado la Fundación Nieman de Periodismo de la Universidad de Harvard, por su cobertura de la violencia asociada a la guerra contra el narcotráfico. Durante su estancia ahí intentó localizar, sin éxito, al expresidente Felipe Calderón. Lo curioso es que en esa universidad, donde la comunidad se encuentra dividida por la presencia del exmandatario, éste se comporta como un escapista: quienes lo buscan nunca lo encuentran, mientras que estudiantes y reporteros despreocupados afirman que lo han visto, esquivo siempre a las entrevistas.
Hay quienes aseguran haber visto al expresidente Felipe Calderón cuando desayunaba en la cafetería de la Kennedy School en la Universidad de Harvard, sentado entre los estudiantes, como uno más. Otros se lo toparon en una fiesta de egresados en uno de esos edificios que parecen castillos en esta antigua casa de estudios, caminando en una plaza o hasta en la fila de un banco.
Lo paradójico es que quienes lo buscan no lo encuentran.
Calderón es como un escapista en Harvard: aparece cuando menos lo esperan y desaparece cuando lo buscan. No responde los correos electrónicos de solicitudes de entrevista ni a los recados enviados a través de sus conocidos o de su contactman, la persona que la institución le asignó como su filtro; su puerta de hierro.
Y, a pesar de que esta escuela lo albergará por un año y le pagará por reflexionar sobre lo que fue su criticada administración, su nombre no está escrito afuera de ninguna oficina.
La última vez que se le vio fue a través de su cuenta de Twitter, en una fotografía de la conferencia Davos Debrief en la que participó el viernes 1, en el Allison Dining Room, y que él mismo presumió a sus seguidores.
Calderón apareció de sorpresa en ese momento, ya que su nombre no estaba anunciado en el panel. Sólo se publicitaron los de los cuatro maestros de la Business School: Koehn, Robinson, Lerner y Hellueg, y el del moderador.
Una mañana de la semana antepasada en el Forum, el punto de encuentro donde los estudiantes de política y negocios de la Kennedy realizan sus debates con personajes y toman su lunch del mediodía, un estudiante que trabaja para la Kennedy School Review contó a la reportera una anécdota.
El 30 de enero, al mediodía, mientras paseaba por la escuela encontró al expresidente durante el almuerzo con una persona que parecía un asistente. Lo curioso es que aun cuando más de 37 mil personas han solicitado que Harvard lo desinvite en castigo por la guerra contra el narcotráfico que desató y dejó miles de muertes, los estudiantes que lo rodeaban ignoraban que ese hombre trajeado, de lentes y bajo de estatura era el expresidente de México.
Su rostro les es desconocido, a pesar de que en una de las paredes centrales de la universidad se exhibe su fotografía amplificada junto a las de otros líderes del mundo –entre ellas la pacifista birmana Ang San Suu Kyi y la exsecretaria de Estado Condoleezza Rice–. Mucho menos saben de la controversia en torno a su estancia en Harvard.
“Cuando Calderón salió le dije que tenía mucho gusto en conocerlo; que sería un placer hacerle una entrevista –explica un reportero– y él me dio su tarjeta con su nombre, su dirección en la universidad y dos correos electrónicos. En el primero no contesta; el otro, el oficial de Harvard, no funciona, los correos se rebotan.”
Este joven piensa que el expresidente quizá no se esconde, sino que aún no le activan su correo electrónico. Lo cierto es que su tarjeta de presentación –“Felipe Calderón Hinojosa. Presidente de México 2006-2012”– tiene el membrete de Harvard.
El reportero pidió no publicar su nombre, para no perder la posibilidad de entrevistarlo.
Nadie sabe
Desde el 28 de enero, fecha formal del ingreso del exmandatario a la institución, varios corresponsales mexicanos se han paseado sin suerte por los laberínticos pasillos que conectan tres edificios que rodean un jardín central, deshabitado en esta temporada de nieve.
Calderón es como un fantasma. No aparece en las fotografías exhibidas en el área destinada a los fellowships, donde la escuela presume a los “estudiantes invitados”.
Quien sí está es George Papandreou, el exprimer ministro griego depuesto a raíz del desastre económico en su país, a quien Harvard lanzó un salvavidas. Fue un escándalo cuando se supo que, como profesor, ganaba 46 mil dólares al mes por impartir clases sobre cómo superar la crisis del euro.
“Este de la fotografía era el primer ministro de Grecia. Su oficina era ésta. La de Felipe Calderón no sabemos, él no está en una beca como ésa y su ubicación y lo que va a hacer es uno de los secretos mejor guardados en esta escuela”, explica un maestro que pidió no ser identificado.
Lo cierto es que pocas personas saben qué hará Calderón en Harvard. Con su estancia, él inaugurará un programa antes inexistente: el Angelopoulos Global Public Leaders Fellow. Según un comunicado de la institución, esa beca le permite participar en la vida académica e intelectual de la escuela, reunirse con estudiantes, colaborar con investigadores, así como leer, escribir y trabajar en el desarrollo del caso mexicano para analizar los retos que enfrentó como presidente y las políticas que desarrolló.
La beca es coordinada por el Mossavar-Rahmani Center for Business and Government, codirigido por Larry Summers, exsecretario del Tesoro de Bill Clinton y expresidente de Harvard, cargo del que fue abruptamente cesado tras una ola de protestas en su contra.
El programa que cobija a Calderón fue lanzado por Clinton y financiado por una política griega que colabora con él: Gianna Angelopoulos.
El empleado Andrew Otazo, del Mossavar-Rahmani Center, es el asistente que la Kennedy designó al mexicano.
La reportera pidió una entrevista con el director de la escuela, David Ellwood, quien sólo contestó preguntas por correo electrónico. No respondió al cuestionamiento de cuánto dinero recibirá mensualmente el nuevo becado. Tampoco lo hizo el director de la beca Angelopoulos.
La ubicación de la futura oficina del michoacano es otro de los secretos mejor guardados en Harvard. Los maestros de la universidad lo desconocen. Podría, sin embargo, ser ubicado en la oficina número 113 del Edificio Rubestein, la única que no tiene escrito el nombre del ocupante, la que está a un lado de la oficina de Peter B. Zimmerman, el profesor a quien varios ubican como “el filtro” para contactar a Calderón.
Según el currículum publicado en la página electrónica de la universidad, Zimmerman, además de ser un profesor con gran experiencia, antes trabajó para la Marina de Estados Unidos en un consejo de seguridad. También estuvo en el Senado, donde integró el Comité de Inteligencia.
Los detractores
Proceso buscó en su oficina a Zimmerman, quien rechazó ser el contactman del mexicano más buscado en Harvard. Aclaró que él es uno de los coordinadores del Angelopoulos. Defendió la estancia académica del michoacano y sus decisiones como gobernante. Manifestó que es un “placer” tenerlo en el plantel y negó que la beca hubiera sido creada para rescatar al criticado expresidente. No contestó cuánto dinero recibirá, dijo desconocer la cifra.
“Estamos impresionados (con Calderón) por lo que podemos aprender de su carrera... en áreas como economía, política social, asuntos ambientales, desarrollo de empresas. Es la primera vez que la economía estadunidense está en recesión y la primera que la mexicana no está afectada.”
Cuando se le pregunta sobre las críticas al becado dice: “La gente (opositora) tiene muchos prejuicios no siempre verdaderos, le atribuyen cosas que no creo sean ciertas... No sorprende que haya una controversia, porque no hay ninguna figura política que no sea controversial”.
Comenta que le resulta estresante escuchar las críticas y adelanta que la oficina de Calderón no será tan grande como la que tuvo en Los Pinos. Además, tendrá que compartir secretaria con otros maestros.
Hasta Cambridge, a Calderón lo persiguen sus detractores. La primera semana de clases, el empresario Eduardo Cortés Rivadeneyra y el expatrullero fronterizo John Randolph entregaron en la universidad las más de 37 mil firmas que juntaron en repudio a la estancia académica del exmandatario.
A su vez, el activista de derechos humanos Sergio Aguayo y el líder del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, Javier Sicilia, enviaron una misiva a Ellwood en la que expresaron sus críticas:
“Más de 60 mil muertes, al menos 25 mil personas desaparecidas, 260 mil desplazados, 18 mil migrantes secuestrados cada año, etcétera. Las principales organizaciones de derechos humanos (…) coinciden en que México vive una crisis humanitaria sin precedentes debida, en parte, a decisiones tomadas por el expresidente Calderón, quien, incluso, tiene dos denuncias ante la Corte Penal Internacional. Consideramos que su incorporación como investigador visitante de la Kennedy School es un insulto a las víctimas de la violencia en México.”
La semana pasada el exembajador mexicano Héctor Vasconcelos devolvió su diploma universitario a la institución en protesta por la invitación a quien, dijo, representa a los poderes fácticos y a la derecha religiosa y emprendió una devastadora guerra.
Las críticas se encuentran en varias partes. En la biblioteca de la facultad, en el área destinada a la lectura de revistas, se exhibe un ejemplar de Proceso de enero último en cuya portada aparece Florence Cassez, la francesa recién liberada con el título: Una sonrisa para Calderón. En las paredes de avisos de la universidad también se exhiben carteles que invitan a una charla en el Lippman Building, que daría esta reportera sobre la situación de los periodistas y las víctimas de la violencia originadas en el sexenio calderonista.
“Queremos conocer su experiencia”
Pocos profesores aceptan dar su nombre para las entrevistas; saben que Calderón es polémico. En el Rockefeller Center, una maestra entrevistada preguntó intrigada: “¿Son ciertas todas las cosas que dicen que hizo?”.
En ese mismo centro trabaja Joseph Tulchin, el estadunidense con acento argentino que dirige el Programa sobre México y Centroamérica. Él es una de las personas que busca a Calderón para invitarlo a conocer a los profesores mexicanos y a los “mexicanistas” de la universidad. Hasta ahora no ha podido contactarlo.
Tulchin explica que Harvard se ha mantenido cautelosa de hacer foros públicos con Calderón porque “no quiere venderse como foro del expresidente”, ya que la universidad es plural y eso sería casarse con una sola de las visiones de la realidad.
Como el resto de entrevistados, dice que las “ruidosas manifestaciones en internet” han tenido poco ruido en Harvard. Él supo que hubo una protesta de menos de 50 personas contra la universidad por darle lugar a Calderón.
“La universidad es un foro de debate. Además, esto no es como invitar a Joseph Stalin o el dictador de un país como Ruanda. Esto es diferente”, dice Tulchin a la reportera. “Una universidad tiene que abrirse como foro. No invitaríamos a un hombre que ha cometido crímenes contra la humanidad. En el contexto mexicano lo acusan de crear mucha violencia, mucha muerte, pero no hay datos de que él haya cometido un crimen. Podrían juzgarlo probablemente de un horror garrafal de política pública, y si es así estamos en un foro perfecto (para analizar)”, dice.
Explica que maestros como Jorge Domínguez, vicerrector de Asuntos Internacionales, y otros mexicanistas quieren invitar a Calderón para que hable con sus alumnos de doctorado. El propósito es aprender de su experiencia.
El investigador del Carr Center, Leonardo Vivas, quien trabaja asuntos de derechos humanos en Tamaulipas y fue un crítico de la estrategia calderonista, reconoció que la estancia del aludido no es polémica en Harvard, donde el debate “no se personaliza”.
“En el centro hemos hecho eventos bastante críticos sobre lo que hizo Calderón. Él representa como al último mohicano de la guerra contra las drogas, cuando todo mundo viene de regreso de esa política (de criminalización), incluso el expresidente de Guatemala, quien viene del mundo militar, llamó a legalizar la droga; o el presidente de Uruguay y el grupo de expresidentes que salió a pedir la legalización. Con su política Calderón quedó como colgado de la brocha”, asegura.
Tanto Ellwood como Domínguez han salido a defender la invitación al panista. La mesa directiva de la Asociación de Mexicanos en Harvard (Huma), que aglutina a los 176 mexicanos en la institución, optó por mantenerse neutral, ya que sus miembros están divididos sobre la presencia de Calderón en Cambridge.
“Cada uno tomará su propia postura política”, dice el presidente de la organización, el joven priista Guillermo Lerdo de Tejada, en una cafetería. “Sabemos que entregaron firmas en su contra la semana pasada, pero no trascendió en la universidad. No es un tema que haya levantado mucho vuelo”.
Dice que él no se ha topado con Calderón, aunque admite que está buscando un acercamiento para invitarlo a platicar con los miembros de la organización, algunos de los cuales sí lo han visto en el Fórum, desayunando, caminando en la calle o formado en la fila del banco.
Mary Beth Sheridan, excorresponsal de L.A. Times en México, se encontró con Calderón a mediados de diciembre poco antes de las ocho de la noche, cerca del Starbucks del Harvard Square. Dice que lo vio con otro hombre. Parecía que estaban dos guardaespaldas camuflados detrás de él.
“Buenas tardes, señor presidente”, le dijo ella. Él se mostró sorprendido. No dijo nada. “Nadie más lo reconoció en la plaza”, comenta Sheridan. “Era un hombre más en un abrigo oscuro yendo a algún sitio”.
El sábado 1, Calderón asistió al Faculty Club a una reunión de egresados. Una asistente narró a esta reportera que no destacaba de entre el resto. La última vez que se le vio fue el 14 de febrero: un periodista extranjero lo distinguió caminando por el patio central de la Kennedy, acompañado de un estudiante de Ciudad Juárez que lo trataba con amabilidad y a quien se unieron otras alumnas mexicanas. A la redonda no se veían guardaespaldas.
Proceso buscó a Calderón en Harvard toda esa semana y al inicio de la pasada. La reportera entregó incluso una tarjeta a su esposa, Margarita Zavala, al coincidir con ella el lunes 4 afuera de la librería The Coop, acompañada por la excanciller Patricia Espinosa, con quien platicaba que no tenía problemas para transitar en la calle y que nadie la molestaba. Una camioneta gris, con chofer, y placas de Massachusetts, pasó a recogerlas.
Posteriormente Proceso solicitó varias veces una entrevista con Calderón por correo electrónico. A esa petición nunca tuvo respuesta.