Sergio Pitol: El Maestro involuntario

+ Pitol se ha erigido en maestro involuntario de varias generaciones de escritores latinoamericanos y españoles muy diversos

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REFORMA.COM - 2013-03-10

El maravilloso tratado de lo excéntrico es como define el escritor Enrique Vila-Matas la obra del escritor mexicano Sergio Pitol, quien el próximo 18 de marzo cumple 80 años y que se ha convertido en referencia imprescindible en el mundo de las letras modernas en español.

Pitol se ha erigido en maestro involuntario de varias generaciones de escritores latinoamericanos y españoles muy diversos, observa el editor Jorge Herralde, del chileno Roberto Bolaño al mexicano Juan Villoro, del argentino César Aira o del propio Vila-Matas, quien reconoce en el autor de El arte de la fuga a un maestro y un auténtico creador de géneros literarios.

"Pitol me abrió puertas, me mostró caminos de la literatura y le debo lo que soy y lo que no soy. Lo considero mi maestro", expresa el autor de Bartleby y compañía.

También Vila-Matas reconoce en la obra de Sergio Pitol un género en sí mismo, algo muy visible en Nocturno de Bujara, donde nunca sabemos exactamente en qué género nos movemos.

Herralde resalta que precisamente en El arte de la fuga, Pitol inicia un nuevo género e inaugura un sistema profundamente original y novedoso, que mezcla ensayo, autobiografía y crónica, como escribió Philippe Ollé-Laprune.

"O en palabras del prematuramente fallecido Félix Romeo: El arte de la fuga, El viaje y El mago de Viena son sus mejores libros. Libros mestizos. Libros de autor. Libros, como él, apasionados. Libros llenos de vida y de literatura. Libros como sólo podría haber escrito Sergio Pitol. Un género mestizo que también han practicado gloriosamente, con sus propias modulaciones, escritores como Sebald, Magris o Bolaño", indica el editor.

El director de Anagrama, sello que ha publicado buena parte de la obra de Pitol en España, recuerda que el autor mexicano es de los pocos escritores que han conquistado los dos galardones más valiosos en lengua española: el Juan Rulfo en México (1999) y el Cervantes en España (2005).

"El recorrido de la obra de Pitol es muy inusual. Podría decirse que, empezando muy rezagado, con sus primeros libros acogidos bastante silenciosamente, a partir de El desfile del amor y sus dos novelas posteriores, y sobre todo de los extraordinarios libros que se reunieron con el título de Trilogía de la memoria, es decir, El arte de la fuga, El viaje y El mago de Viena, su figura y la apreciación de su obra ha ido creciendo de forma imparable", señala.

Respecto a la manera en que vida y obra se entremezclan o entrecruzan en los libros de Sergio Pitol, Herralde expone que a menudo se ha dicho que es un escritor oblicuo.

"Yo también lo he sostenido y más tarde descubrí que, en un texto del propio Pitol, éste afirma: 'Mis relatos se caracterizan por una visión oblicua de la realidad'. Creo que la vida y la obra de Pitol se entrecruzan de un modo oblicuo y es posible que sus lecturas hayan influido decisivamente en giros notables de su escritura; por ejemplo, su tan comentada lectura de Bajtin influyó en un cambio de registros antisolemne y carnavalesco que se inició en El desfile del amor y prosiguió en Domar a la divina garza y La vida conyugal, precisamente el Tríptico de carnaval", sostiene Herralde.

Vila-Matas, quien conoció a Pitol en 1973 en Varsovia, precisa que la importancia de su obra reside en especial en que distingue sutilmente entre vanguardistas y excéntricos, y toma partido por estos últimos.

"Toda su obra es un maravilloso tratado de lo excéntrico, no de lo vanguardístico, que opera en grupo, sino de lo que se aparta del centro y trabaja en solitario y lleva a cabo una obra única. El excéntrico está tan lejos del centro que jamás ha creído en la importancia de una obra", destaca Vila-Matas.

Preguntado por cuál es a su juicio la obra más acabada de Pitol, Vila-Matas cita la nouvelle El viaje, la cual califica de genial, o los cuentos de Nocturno de Bujara, donde inventa nada menos que un género literario. A su vez, Herralde considera que una de sus obras favoritas de Pitol es Nocturno de Bujara, o Vals de Mefisto, tal como la rebautizó en Anagrama con el acuerdo de Sergio, un excepcional libro de cuentos.

"En algún lugar ha escrito que dejó de escribir cuentos porque se vio incapaz de superarlos", aclara el editor.

Más tarde quedó deslumbrado por El desfile del amor, menciona, por la gozosa sorpresa que supuso y por la alegría de otorgarle su premio de novela (el Herralde, que obtuvo en 1984).

También, el director de Anagrama cita El arte de la fuga, con el que inaugura su Trilogía de la memoria, "otro cambio de registro".

Pitol entre los jóvenes

Marcos Giralt Torrente (Madrid, 1968), una de las voces más destacadas de la joven literatura española, confiesa sentirse muy afortunado de haber podido conocer a Pitol gracias a la intermediación de Herralde, editor común, y sentirse amigo suyo, aunque su admiración por el escritor mexicano se remonta a mucho tiempo antes de su primer encuentro.

"Primero fui un lector voraz y admirativo de absolutamente toda su obra, y para mí fue importantísimo, tanto es así que la primera vez que fui a México DF estuve en Coyoacán, donde entonces vivía, y tuve la suerte de encontrármelo en una plaza a la que iba, con dos de sus perros, y pasé un largo rato pensando si lo saludaba o no, aunque al final no me atreví, pero estuve observándolo", relata Giralt Torrente.

El autor de París y Tiempo de vida expone que la obra de Pitol le enseñó algo fundamental que hoy parece sencillo, pero que hace dos décadas no era tan fácil de asumir: que todo autor puede elegir su propia tradición literaria.

"Esto ha sido importantísimo para muchos escritores jóvenes, porque nos ha mostrado que se puede haber nacido en México, en España o en Colombia y no se tiene por qué tener la obligación de escribir como un autor mexicano o español. Por supuesto, se tiene la patria del lenguaje y la propia tradición, pero hay una cosa superior que es la literatura en sí misma y la tradición que uno elige. Y para mí esa fue una enseñanza magnífica de Sergio: cómo se puede ser mexicano y al mismo tiempo ruso o centroeuropeo", señala el escritor madrileño.

Sobre los libros de Pitol, Giralt Torrente asegura que se trata de un corpus de sabiduría al que vuelve constantemente.

"Siempre tengo presentes el Tríptico del carnaval y la Trilogía de la memoria. El arte de la fuga es para mí un libro básico, un libro que inaugura un género que ahora todos frecuentan. Pero también es un maestro del cuento, un autor imprescindible", sostiene.

Si bien la obra de Pitol no es mayoritariamente conocida, indica, entre los autores españoles más jóvenes ejerce una fuerte influencia.

"Ha llegado bastante. Pitol es para nosotros uno de los grandes autores hispanoamericanos y goza de gran respeto y consideración en España, aunque merecería tener muchos más lectores, porque es infinitamente más importante como escritor que algunos otros de su misma generación que para los que hacen los cánones son importantes.

Recuerdos de amistad

El editor Jorge Herralde recuerda que conoció a Sergio Pitol durante su primera estancia en Barcelona, entre los años 1969 y 1972, y cita en especial su encuentro en una fiesta en casa de Luis Goytisolo, la noche de año nuevo de 1970, en la que figuraban cuatro superestrellas del boom: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y José Donoso.

"Así lo escribí en Risas y libros con Sergio Pitol, y disculpen la autocita: 'Recuerdo que, ya con muchas copas, empezamos con Sergio a comentar la jugada: una situación aparentemente muy cordial y festiva, pero en realidad bastante tensa y recelosa, con el caso Padilla de por medio. Rápidamente empezamos a desbarrar, a mamar gallo, como diría Gabo, y escuché por primera vez, creo, las inimitables carcajadas de Sergio, su corrosivo sentido del humor, la vocación por el disparate'. Nos hicimos amiguísimos desde esa noche y luego nos hemos visto innumerables veces en México y España, en París o en Frankfurt. Destacaría (de esta amistad) la alegría de premiar El desfile del amor, los días que pasamos Lali y yo con él en la Embajada de Praga, un viaje por Andalucía, una fiesta desmadrada en el Madrid de 'la movida', comidas en casa de sus amigos mexicanos como los Rojo o los Monterroso, estancias en su casa de Xalapa. Y en cada viaje a Ciudad de México, la primera mañana la dedicábamos a visitar, en su compañía, las principales librerías, siempre al compás de risas y libros", relata Herralde.

La escritora Cristina Fernández Cubas, una de las más destacadas cultivadoras del relato breve en España, conoció a Pitol en Barcelona cuando ella tenía 24 años, a finales de los años 60.

La autora de obras como El año de gracia o Parientes pobres del diablo resalta que en los años en que comenzó su amistad con Pitol era una persona que estaba abriendo frentes continuamente.

"Era un gran conversador. Mi marido (Carlos Trías) y yo nos fuimos locamente a Rumania a pedir una beca porque él nos impulsó. Era algo mayor que nosotros, pero no existía diferencia de edad con Sergio; al revés, estábamos fascinados, y yo creo que era de las personas más jóvenes en el sentido enorme de la palabra joven. Era de una capacidad creativa fascinante. Y, como conversador, una persona única, inigualable".

Sobre la obra de Pitol, Fernández Cubas aprecia sobre todo sus cuentos.

"Yo empecé leyendo un libro pequeñito de cuentos que publicó Tusquets, Del encuentro nupcial; luego realmente se superó, pero allí, en ese librito, estaba ya la base de lo que luego iba a ser Sergio Pitol. También destacaría los libros más personales. Ese género tan peculiar donde mezcla ensayo, vida, fascinaciones literarias. En esto es un maestro", dice.

Otra de las grandes amistades de Pitol durante su estancia en España a finales de los 60 y principios de los 70 fue la que hizo con la editora Beatriz de Moura, quien acababa de fundar Tusquets.

"Pitol fue un pilar y un apoyo muy importante para la editorial Tusquets", asegura De Moura.

"El recuerdo más fuerte que tengo de esos años es cuando él apareció por la editorial por vez primera traído por Cristina Fernández Cubas y su marido, y empezó a colaborar con Tusquets, cuando el trabajo editorial se hacía en el salón de mi casa. Pitol se propuso para hacer todo tipo de cosas, entre otras traducir y hacer edición de libros. De esa primera conversación, que duró una tarde entera y se prolongó largas horas de la noche, el recuerdo que tengo de Pitol es que él estaba pidiendo en cierto modo amistades y actividad cultural y literaria sobre todo. Y este primer Pitol que estuvo en casa sentado por tantas horas, durante las cuales desfiló bastante gente, le hizo ser bastante conocido casi sin querer, y se convirtió en la persona que a partir de un cierto momento iba a ser mi asesor particular durante toda su estancia en Barcelona", cuenta.

Al poco tiempo de entrar en contacto con la directora de Tusquets, Pitol ya dirigía una pequeña colección de su invención para este sello, Los Heterodoxos.

"Ésta fue una colección que prosperó y duró bastantes años, incluso después de su partida. Ahí se editaron, entre otros, títulos como Teatro laboratorio de Grotowski; un pequeño libro sacado de Los hermanos Karamazov titulado El gran inquisidor, de Dostoievsky; su primer libro de cuentos Del encuentro nupcial (1970); Diario de un loco, de Lu Hsun, o Manera de una psique sin cuerpo, de Macedonio Fernández.

"Las cosas que Pitol llegó a imaginar e inducirme a hacer en aquel momento provocaban una efervescencia tal que hoy puedo decir que en ese momento él ha sido la persona más importante para mí".

De Moura recuerda esos primeros años de su amistad: "Supe de inmediato que aquella persona tan extraña, tan rara, que llevaba una vida tan aventurera, alguien que se embarcaba en barcos de transporte a través de los océanos, era alguien que, aunque a mí me parecía un personaje fascinante, casi un personaje novelesco, podría ser mi amigo, y lo fue tanto que lo sigue siendo".

Para la editora, Pitol era la personificación del intelectual no ubicable en ninguna línea.

"Inclasificable totalmente como escritor, y como hombre y pensador, un generador de ideas imparable, porque era una máquina de generar ideas y de provocar situaciones límite", concluye.

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