Columna sin nombre: A 15 AÑOS DE LA CUMBRE TAJÍN

Pablo Jair Ortega www.columnasinnombre.com pablojairortegadiaz@gmail.com 23 de MARZO de 2014

Zona Norte

Pablo Jair Ortega - 2014-03-23

Desde la mañana se cotorreaba con las rolas de las bandas que este sábado se presentarían en la Cumbre Tajín. La pegajosa “Coolo” o su clásico “Abarájame” de Illya Kuryaki and the Valderramas; o “Carismático” de Babasónicos. De hecho, la muletilla del día fue “Tengo que aprender a fingir más”.

El segundo día en la Cumbre Tajín transcurre entre largas caminatas. En verdad que no nos habíamos percatado del inmenso tamaño del parque temático Takilhsukut; un extenso valle que da todavía para crecer más, con espacio para todos los gustos.

Ha crecido el asunto. Lo que también ha incrementado es la parte comercial: antes de llegar a la zona arqueológica o al parque temático, son varios metros llenos de carpas, sábanas improvisadas como tiendas, puestos de fritangas, carritos de hotdogs, la oda a la vendimia, a la garnacha rápida y a la venta de la playera “oficial” con su bonito disco pirata de regalo. De aquí, dicen que todo es legal y pagan su derecho de piso al ayuntamiento.

Frente al parque --aunque se antoja peligroso-- incluso hay una gasolinera que todos los días está llena: una fila larga para acceder al Oxxo y abastecerse de agua cebada es lo primordial para la banda que no quiere consumir dentro del parque Temático.

El Woodstock tropical por fuera se ameniza con tiendas de campaña, pozas de agua donde la gente se baña, música estridente. Frente al Disneylandia autóctono ya hay hasta hoteles.

Hace 15 años, el hospedaje era casi algo impensable en la región. Las grises posadas estaban en Poza Rica. No había sala de prensa y mucho menos internet. Hablamos de la época donde los celulares apenas despuntaban para hacer llamadas y ya: nada de 3G, ni de Feis, ni de Tuiter. Con decirle que a nosotros nos hospedaron hasta Tuxpan, al hotel May Palace, frente al parque Reforma. A los más fufurufos los mandaron hasta Costa Esmeralda.

Se recuerda que en Tuxpan, un tundetecla cordobés, de la fuente cultural, se alocó con whisky y secuestró al hijo de un cocinero para pedirle que le diera “masaje”; si no es porque el papá hizo presencia con el cebollero en la mano, quien sabe qué hubiera pasado; obviamente el periodista fue corrido de la Cumbre, en medio del alarde de sus influencias.

Hace 15 años, el Takilhsukut ni siquiera existía: las actividades culturales se hacían en una planicie a un costado de la entrada a la zona arqueológica y con menos escenarios que ahora. Se recuerda que había una cartelera cultural más diversa y enfocada a rendir culto a los pueblos indígenas; es decir, no sólo era un megaconcierto ni el Nicho de la Música era el único escenario a destacar. Se veían más espacios para los performances.

Y no, no es que sea mala la Cumbre Tajín de hoy; el evento ha ido colocándose en el gusto nacional e internacional. Es una referencia obligada como uno de los festivales a los cuales hay que acudir. Se refleja el desarrollo desde su primera edición, creada por el entonces gobernador Miguel Alemán Velasco, para ayudar a impulsar económicamente a esta zona golpeada por las fuertes inundaciones del 99, cuyos vestigios ruinosos todavía pueden verse en la playa de Nautla y Tecolutla. (Por cierto, cuenta un chismoso que Alemán estaba tan orgulloso de la Cumbre Tajín, que hasta en su avión privado tenía motivos decorativos como la Pirámide de Los Nichos)

Hoy, en sus quince primaveras, las comunidades como San Antonio Ojital ya no pueden pasar por sus antiguos caminos en la zona arqueológica. Tienen que rodearla en aras de la preservación. De hecho ya no dejan siquiera tocar las pirámides: había una a donde se podía trepar para tomarle fotos a la ciudad sagrada desde lo más alto, pero ahora es inconcebible.

Hace tres lustros, sólo hubo dos espectáculos como el “Tajín Vive”; se hizo en la explanada principal donde se ubican las principales pirámides. Se instalaron gradas que por cierto fueron la tumba de decenas de policías, al ser utilizados como prueba para ver si resistían en un primer intento; tragedia que obligó a Alemán a ir personalmente a los funerales en las humildes viviendas y dar el pésame a las familias. Se hizo una primera presentación a los medios y posteriormente fue el espectáculo final, con algunos añadidos para la muestra escénica. Lo malo es que si no tenías telefoto, ya te jodiste porque te mandaban hasta atrás a tomar pura panorámica.

NOCHE DE ROCK LATINO

Por la noche, los conciertos estelares estuvieron a cargo de tres bandas: una mexicana, Fobia; y dos argentinas: Illya Kuryaki and the Valderramas y Babasónicos.

El viejerío (citando a Diego Fernández de Cevallos) derretido por Leonardo de Leozanne, el vocalista de “Microbito” y “El Diablo”, aunque en verdad no somos testigos de si esas fueron parte del repertorio, porque andábamos por la zona arqueológica. Llegamos más bien a la hora buena: la de Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur cantando “Coolo” y que puso a mover el propio a toda la prensa que está a un costado del escenario principal. Ahí los veía como tocotines.

Babasónicos cerró la noche con gran dosis de buen rock y poses afeminadas de su cantante Adrián Dárgelos: “Me gusta que me mimen”, expresó a la banda alocada que era vigilada hasta por un drone.

Y es que si bien Cumbre Tajín se ha concentrado en ser un festival de rock, a quince años, ese sueño multimedia allí está presente.

Los totonacos son los nuevos rockstars de cada primavera.

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