Habitantes de Fukushima sufren discriminación después de las radiaciones

Desde que la central nuclear diseminó partículas radioactivas sobre las regiones vecinas desde el sismo y tsunami, algunos de los que huyeron de la prefectura de Fukushima han sido rechazados en hoteles y sus hijos víctimas de burlas.

Internacionales

- 2011-05-12

Las radiaciones nucleares no son el único enemigo invisible que amenaza la región de Fukushima: sus habitantes deben enfrentar también una discriminación y sufrir la vergüenza de estar en "el Chernobyl" de Japón.

Desde que la central nuclear Fukushima Daiichi diseminó partículas radioactivas sobre las regiones vecinas desde el sismo y el tsunami del 11 de marzo, la población dice sufrir las consecuencias sicológicas.

La catástrofe nuclear tuvo repercusiones dramáticas sobre la agricultura, la pesca y el turismo, incluso en regiones consideradas fuera de peligro por las autoridades.

Algunos de los que huyeron de la prefectura de Fukushima después del accidente han sido rechazados en hoteles y sus hijos víctimas de burlas.

"Siendo soltera, temo se considere que las mujeres de Fukushima no son una buena opción para formar una familia", dijo Yuma Ito, de 23 años, empleada en una sociedad de informática de Iwaki, ciudad al sur de Fukushima.

Los albergues para las personas evacuadas de un radio de 20 kilómetros alrededor de la central accidentada exigieron certificados probando que no estaban "radiactivas".

Un alumno de 16 años dijo haber escuchado que "algunos colegas suyos de Fukushima fueron blanco de burlas cuando llegaron a otras prefecturas".

El portavoz del gobierno, Yukio Edano, condenó esas discriminaciones, recordando que "la radiactividad no es contagiosa".

La catástrofe también tuvo un impacto económico importante para los agricultores, cuyos productos son dejados de lado por los consumidores en Japón o en el extranjero, aún cuando algunos japoneses compran los productos en solidaridad con sus conciudadanos.

Sólo algunas verduras y productos lácteos originarios de Fukushima y de las prefecturas vecinas fueron prohibidos par la venta, pero la desconfianza se ha extendido al conjunto de los productos provenientes de la región.

Magoichi Shigihara, de 66 años, productor de pepinos en Nihonmatsu, ciudad a 55 kilómetros de la central nuclear de Fukushima, sufre las consecuencias pese a que las prohibiciones no le conciernen.

"Necesitamos 45 años para construir una imagen de marca para los pepinos de Fukushima, pero todo se vino abajo en una noche", dijo sin disimular su cólera.

El alcalde de Nihonmatsu, Keiichi Miho, anunció que reclamará indemnizaciones al gobierno y al operador de la central Tokyo Electric Power (TEPCO) por los daños provocados a la imagen de la región y las consecuentes pérdidas económicas.

"Hoy en día, sufrimos de cuatro males: el sismo, el tsunami, la radiactividad y los rumores", dijo. "Quiero que el país y TEPCO asuman la total responsabilidad de estos perjuicios".

El impacto financiero de la crisis aún se desconoce, pero los índices dejan imaginar que será muy elevado.

La asociación hotelera de Fukushima registró 680 mil anulaciones desde el 11 de marzo, lo que constituye en la realidad una pérdida de al menos 7 mil 400 millones de yenes (90.5 millones de dólares).

Según el diario Asahi, el gobierno evalúa los daños de la crisis financiera en unos 48 mil 120 millones de euros.

"Las indemnizaciones deben ser aplicadas de manera apropiada, incluyendo por los daños que provocan los rumores malintencionados", declaró el primer ministro Naoto Kan.

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