El juez Zawawi terminó en hora y media con la esperanza de los hermanos enjuiciados por narcotráfico en el país asiático. “Revisé su propuesta y he llegado a la conclusión de que no se sustenta”, dijo.
Internacionales
- 2011-06-02
No hubo milagro legal. Los hermanos González Villarreal están hoy un paso más cerca del patíbulo: el juez Mohamed Zawawi echó por tierra ayer los argumentos de la defensa de los sinaloenses y ordenó a su abogado, Kitson Foong, prepararlos para la etapa final del juicio que se les sigue por narcotráfico.
“Sus clientes tendrán que testificar”, advirtió el juez, quien abrió la vía para que por fin se responda una pregunta que hasta el momento se mantiene en el aire: ¿qué hacían los sinaloenses en Johor Bahru el 4 de marzo de 2008 cuando fueron detenidos en una zona industrial?
Por vez primera desde el inicio de esta segunda ronda de audiencias, Zawawi se refirió de forma directa a los sinaloenses para comunicarles que tendrán que rendir cuentas. Lo hizo, de todos los idiomas posibles, en español. “¿Tienen algún problema?” Amedrentados, los mexicanos respondieron: “No, señor”.
Luego de un mes de análisis jurídico, Zawawi acabó en hora y media con la esperanza de la defensa de que el juicio sería desechado antes de llegar a sus últimas instancias. Definió como “inviables judicialmente” los argumentos de los abogados de los sinaloenses en torno a que la presunta violación a la cadena de custodia de evidencias ameritaba nulificar el juicio.
En una exposición, en la que no aceptó interrupciones, Zawawi dejó en claro que, aun cuando la defensa insiste en que hubo irregularidades en la custodia de las drogas que vinculan a los González Villarreal con una fábrica de metanfetaminas, los análisis químicos y de ADN practicados por la Real Policía de Malasia —y, sobre todo, la decisión inicial de la corte— son irrefutables.
“He revisado su propuesta y he llegado a la conclusión de que no se sustenta”, dijo el juez, quien así acabó con el plan A de Foong y compañía, basado en que el juicio pudo resolverse rápidamente, sin necesidad de que los González Villarreal tomaran el estrado.
Entrevistado posteriormente, Foong se dijo decepcionado. “Trabajamos mucho en esta propuesta para que el juez la desechara de forma tan rápida. Desde el principio, desde los primeros cinco minutos, quedó claro que no la apoyaría”.
Y en efecto, Zawawi abrió la audiencia desafiando directamente el argumento de la defensa, el mismo que un mes antes logró una inédita suspensión temporal. “Esta Corte no comparte esa opinión”, les dijo, de entrada, a los abogados defensores.
Insistió: “Revisemos a fondo la pregunta que se me hace. ¿Puede una Corte revisarse a sí misma? Debo decir que el argumento es interesante. Pero hay antecedentes que muestran lo contrario”. Durante su discurso de hora y media el juez presentó varias razones por las que no accedería a la petición de la defensa, citando casos de media docena de países del Commonwealth británico.
En los primeros 15 minutos comenzó a perfilarse hacia dónde iría el día. Desde un principio el alegato de Zawawi fue traducido a los sinaloenses por intérpretes, dos ciudadanos malasios que hablan español y que les fueron comunicando cómo el barco se fue hundiendo.
Y aunque de vez en vez levantaron la mirada para escuchar lo que se decía, después de ese punto los González Villarreal pasaron la mayor parte de la audiencia con la vista perdida en el suelo, encadenados de las manos.
Los González Villarreal arribaron a su tercera cita en el juzgado cuarto de lo penal de Jalan Dutta, al oeste de Kuala Lumpur, al filo de las 9 de la mañana, encadenados de pies y manos, con mudas frescas de ropa proporcionadas por sus familiares en Sinaloa.
“Bien, bien, estamos bien”, se limitó a señalar José Regino, uno de los tres hermanos. Simón y Luis mostraron también señales de optimismo y saludaron con los pulgares hacia arriba.
Pero una hora después, con Zawawi inmerso en una profunda deliberación legal prácticamente imposible de seguir, ese optimismo fue reemplazado por un claro nerviosismo: los pies de los tres hermanos no dejaron de moverse durante la segunda mitad de la audiencia.
Al final, una vez explicada la derrota del argumento legal, José Regino sólo atino a decir: “Estamos tristes, ahora toca defendernos”.
Cerrada esa etapa y caída la primera defensa de los mexicanos, ahora toca el turno de escucharlos. Por fin se podrá oír la versión de los cinco acusados, que rendirán su declaración de la historia sobre qué pasó ese 4 de marzo de 2008, cuando agentes de la Unidad Antinarcóticos los detuvieron en un barrio industrial no muy lejano a la frontera con Singapur.
Por primera vez en los tres años que ha durado el proceso se escucharán las voces y los argumentos de los González Villarreal, del malayo Lee Boon Siah y el singapurense Lim Hung Wang, los otros dos involucrados en el juicio. Alegatos de los que dependen, literalmente, sus vidas.
Pero la situación se complica ante un hecho adicional: tanto el malayo como el singapurense optaron por contratar a otro abogado. La defensa de los cinco no irá unificada. Y el juez Zawawi ya advirtió que lo que pase a uno, pasará a todos: no habrá sentencias divergentes. Si uno sólo es encontrado culpable, los demás también.
Directo, Zawawi ordenó a los González Villarreal presentarse ante la Corte los próximos 28 y 29 de junio, días en los que la recta final del juicio que se les sigue por narcotráfico dará inicio. “Esperamos tener un fallo definitivo en julio”, aceptó Foong.
Por lo pronto, ante el revés la defensa citó al químico de la Real Policía de Malasia que realizó los análisis de las metanfetaminas confiscadas el 4 de marzo en Johor Bahru, Ibrahim Yazid, a quien interrogará con la esperanza de encontrar inconsistencias en el proceso químico.
El rol de los testimonios ya fue asignado. Primero irá Boon Siah. Luego Hung Wang y su esposa. Cerrarán los sinaloenses. Cual juego de póker, la defensa de los González Villarreal determinó abrir con la carta fuerte, José Regino, líder de la familia y quien mejor habla inglés. Seguirá con Simón, el menor de los hermanos, y cerrará con Luis, el mayor y a quien más trabajo cuesta comunicarse.