WASHINGTON: Muere en EU Jack Kevorkian, defensor del suicidio asistido

Hace apenas un año, Kevorkian cosechaba parte de los frutos que dejó tras de sí una lucha en solitario para defender el derecho de las personas a morir con dignidad

Internacionales

- 2011-06-04

Jack Kevorkian, el médico patólogo y más importante activista a favor del derecho a la muerte asistida en Estados Unidos, murió ayer a los 83 años de edad, víctima de una trombosis pulmonar en un hospital en los suburbios de Detroit.

El final del trayecto para quien cobró fama bajo el sobrenombre de “Doctor muerte”, en una habitación del Hospital William Beaumont, se convirtió en un acto tan privado como solitario, lejos del barullo y el escándalo que lo persiguieron en vida.

Poco antes de morir, Kevorkian solicitó que le dejaran escuchar música de Bach, su compositor favorito. Su último aliento, después de luchar durante casi dos semanas contra una neumonía y un viejo padecimiento renal, fue contemplado con resignación por su sobrina Ava Janus y su amigo y abogado, Mayer Morganroth.

“Murió de una trombosis pulmonar. Su muerte fue pacífica. No sintió nada”, dijo Morganroth, el personaje que lo arropó y defendió durante casi una década, para salvarle de la quema pública y de la cárcel, hasta que la tozudez y el empeño del propio Kevorkian por desafiar el sistema y empujar los límites éticos y legales del suicidio asistido en Estados Unidos hizo imposible su defensa y pasó ocho años en la cárcel de Coldwater, Michigan, de una condena original de entre 10 y 25 años por asesinato en segundo grado.

Hace apenas un año, Jack Kevorkian cosechaba parte de los frutos que dejó tras de sí una lucha en solitario para defender el derecho de las personas a morir con dignidad.

El momento de su consagración como “El Doctor muerte” llegaría de la mano de actores como Al Pacino y Susan Sarandon, quienes aceptaron el difícil reto de participar en una película de corte biográfico (“You Don’t Know Jack”) para ofrecer un retrato sin concesiones de Jack Kevorkian, el hombre que desafió a la Iglesia, a la profesión médica y al aparato judicial para ayudar a bien morir a un total de 130 personas, según dijo él mismo, que acudieron en busca de su ayuda.

“Mi objetivo al ayudar a mis pacientes no era causarles la muerte. Mi objetivo siempre fue terminar con su sufrimiento”, fue la justificación que ofreció Kevorkian durante la serie de entrevistas que concedió antes y poco después de salir de la cárcel, en junio de 2007.

Diabólico para unos, visionario para otros, la lucha de Jack Kevorkian no ha sido en vano.

Al salir de la cárcel, el estado de Oregon se había convertido en el primero en Estados Unidos en descriminalizar la eutanasia o muerte asistida.

Posteriormente, la llamada “Acta para una muerte con dignidad” se convirtió en el modelo a seguir para regular la muerte asistida en los estados de Montana y Washington.

Hijo de inmigrantes armenios, Kevorkian fue un hombre de fuertes convicciones y escasos afectos. Solitario empedernido, su vida se convirtió en un apostolado a favor de la muerte digna, una causa que no pocas veces le valió la condena de la Iglesia y el acecho de los estamentos político y judicial, que lo consideraron como una amenaza.

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