Los 5 desaparecidos de Tierra Blanca y el infierno de las complicidades…

+ CLAROSCUROS, por José Luis Ortega Vidal.

Zona Sur

José Luis Ortega Vidal - 2016-01-18

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El reportero llegó a Playa Vicente en 1991, en calidad de promotor cultural.

Enviado desde el puerto de Veracruz –donde se ubica la sede del Instituto Veracruzano de Cultura- fue recibido por el director de la Casa de Cultura local: un brillante sonero, cronista local y periodista.

El encuentro ocurrió en una pequeña fonda frente al palacio municipal donde despachaba –por tercera vez- un viejo cacique y operador político al servicio del PRI que también había laborado -en calidad de presidente interino- por lo menos en otro municipio sureño.

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Una muchacha muy bella, delgada, alta, de unos 25 años, piel blanca, pelo castaño, largo, lacio y perfectamente mecido por el viento del Tesechoacán cruzó la calle.

¡Cómo no verla!

Salió del Palacio Municipal y se dirigió a la fonda, traía unos papeles en la mano y dialogó con una persona, saludó al promotor cultural local y miró al visitante, a quien sonrió…

Aquella sonrisa quedó grabada para siempre en la mirada del joven de 23 años, recién egresado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Veracruzana.

Al mismo tiempo se grabarían las palabras de su anfitrión.

- Es guapa, verdad…
- Muy guapa…
- Aquí donde estamos sentados mataron de 7 balazos a uno al que miró como a ti.
- Como respuesta: un silencio perplejo…
- Es la esposa del jefe narco de la plaza; está preso pero la vigila desde la cárcel y es muy celoso. La víctima era menos joven que tú pero también llegó por parte del gobierno, sólo que federal, concretamente del área de agricultura, añadió socarrón… Yo nomás te cuento la historia. Eres muy joven y Playa Vicente es punto aparte en Veracruz.

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Colindante con Oaxaca –lo mismo que la sierra de Tezonapa, en Veracruz, donde operaron Tomasín y Toribio Gargallo, célebres pistoleros del centro montañoso veracruzano- así como Jesús Carranza, al que pertenece la comunidad de “Las Perlas”, donde en 1993 “llovieron” decenas de kilos de cocaína y el alcalde de entonces -Eduardo Cortés Macón- terminó preso por haberse quedado con un kilo del polvo blanco y guardarlo en su escritorio presidencial, donde la PGR lo descubrió…

Colindante con Oaxaca, lo mismo que el Valle del Uxpanapa –que comparte la selva de Los Chimalapas con Chiapas- donde en 1985 -en la población de Sánchez Taboada- fueron asesinados 21 policías -entre federales y estatales- en el contexto de una historia de narcotráfico y poder que fue incluida –con matices de autoprotección- en las memorias del Presidente Miguel de la Madrid Hurtado, Playa Vicente es –en efecto- un punto aparte en la geografía veracruzana.

Ahí, hasta la fecha, el poder institucional es un disfraz.

Ahí, en Playa Vicente, manda, siempre ha mandado el crimen organizado.

La justicia, los problemas entre particulares, los temas de seguridad, apenas unos cinco años atrás se arreglaban con un sujeto apodado “el chango”, antes que con el MP o el alcalde o la policía…

A Playa Vicente perteneció la población indígena de Xochiapa, vecina de Tatahuicapa, donde el 31 de agosto de 1996 el pueblo –de la etnia zapoteca- quemó vivo a un violador y asesino nativo y vecino de ahí mismo.

Hoy, Xochiapa es municipio libre y Tatahuicapa o “Tatahuiquema” como le apodan en la región, forma parte de su demarcación.

A la gente de esa zona le resulta más cómodo y práctico resolver problemas comerciales en Palomares, Oaxaca, que en Acayucan o Cosamaloapan, Veracruz.

De Playa Vicente, son nativos, vecinos, los cinco muchachos levantados y desaparecidos por la policía de Tierra Blanca el pasado 11 de enero.

El tema se ha convertido en noticia nacional dada la emotiva y feroz búsqueda de sus familiares.

Los padres de los muchachos -prácticamente secuestrados por la policía estatal establecida en Tierra Blanca- duermen fuera del MP y se han movilizado a la ciudad de México donde han llamado la atención de la prensa y exigido la atención del Secretario de Gobernación Miguel Angel Osorio Chong.

Son, pues, gente de carácter fuerte como los veracruzanos y oaxaqueños que pueblan las orillas de los ríos Tesechoacán y la Lana, ambos originados en las montañas oaxaqueñas y con desembocadura en las playas jarochas.

El reportero deduce, intuye, que son gente de bien por la forma en que actúan, por el tono de su discurso…

Aclaremos, pues: una cosa es el mundo sórdido de los malandros que incluye a una parte de la estructura policial cómplice y otra cosa es la parte de nuestra sociedad que actúa bajo las normas vigentes lo mismo que una parte de las fuerzas armadas.

No todo está podrido, aunque cada día crece más el cáncer de la descomposición social e institucional.

Algún día sabremos el por qué de este caso, pero la experiencia nos dice que hay de levantones a "levantones".

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Tierra Blanca es un infierno: no sólo por las temperaturas que en primavera llegan a generar las sensaciones térmicas de 50 grados sobre cero, o por los altos índices de enfermedades renales que ahí se padecen.

Este último tema se ha investigado durante años por autoridades de salud -estatales y federales- sin que se ofrezca una explicación creíble y –sobre todo- se eviten los cientos de muertes de hombres, mujeres, niños, adolescentes, entre otros factores por el excesivo empleo de químicos -que incluyen metales pesados como el cadmio- en la fumigación de cañales, contaminando mantos freáticos de la zona…

Tierra Blanca también es un infierno porque es un puerto seco en el que confluyen trenes que parten del sureste de México: desde Yucatán, Chiapas, pasan por Tabasco, Veracruz, Oaxaca y se encuentran en Medias Aguas –municipio de Sayula de Alemán- para marchar después –con ilegales a lomo de la bestia- hacia el siguiente y obligado punto terrablenquense.

Como parte de una investigación periodística, el reportero acudió años atrás a Tierra Blanca: siguiendo los pasos del padre Alejandro Solalinde.

En una charla breve con el sacerdote, éste dijo haber investigado al reportero: “por eso te doy la entrevista –me dijo- ya te chequé…”

Junto al padre Solalinde, inseparable, un guarura, rostro mestizo, moreno, chaparro, la piel curtida, una pistola al cinto, siempre alerta…

En Tierra Blanca, se dialogó –bajo reservas impuestas por la propia interrogada que adujo nunca dar entrevistas- a la titular de una congregación católica asentada ahí.

La madre “Angeles” explicó que su grupo de monjas formaba parte de una cadena de religiosos comprometidos con la causa de los migrantes.

Los centroamericanos que pasaban por el centro de Ixtepec, a cargo de Alejandro Solalinde, eran contabilizados y ellas contaban con esa información.

Sabían, también, lo que ocurría en Tenosique, Tabasco, donde el franciscano Fray Tomás González Castillo, defiende hasta donde puede a los migrantes que logran atravesar otro infierno llamado Frontera, Tabasco: territorio zeta, marasalvatrucha, vecino de "El Petén", en Guatemala, propiedad -en ambos lados de la frontera- del crimen organizado que se pelea a muerte entre sí y mata a cuanto centroamericano se niegue o no puede pagar las cuotas para atravesar el sureste mexicano pero también el giuatemalteco.

Tierra Blanca forma parte de este entramado sangriento.

La madre "Angeles" explicó que su Congregación brinda atención con alimentos, salud, habitación temporal a los centroamericanos (as) que logran acercarse a ellas o que ellas pueden ubicar antes de que caigan en manos de la delincuencia.

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Mujeres centroamericanas que caen en manos del crimen organizado son violadas y secuestradas para ser obligadas a prostituirse en diversas regiones del México que la mafia controla.

Cada quién hace su parte: los secuestradores y violadores iniciales las venden.

Otra red, dedicada a la explotación sexual se las lleva y las somete o las mata.

Los hombres que no pagan cuota por pasar, igualmente son secuestrados y obligados a convertirse en sicarios o traficantes.

Coatzacoalcos es punto nodal para el paso centroamericano pero sólo de una parte del sureste y ahí hay redes delincuenciales como las descritas sólo que la cantidad de migrantes es menor y la zona es más vigilada; aunque la llamada capital del sur está incluida en este pavoroso rompecabezas, sin duda.

Medias Aguas es un sitio clave: porque ahí confluyen las dos rutas principales de trenes que vienen del sureste: los que pasaron por Coatzacoalcos y los que pasaron por Ixtepec, Oaxaca.

De Medias Aguas, el siguiente punto es el infierno descrito por Dante, identificado -por cierto- con un nombre irónico: Tierra Blanca.

Ahí han de pasar todos los centroamericanos que viajen por tren.

De modo que ahí son atrapados sin remedio y pagan o son sometidos o asesinados.

De Tierra Blanca los trenes parten o llegan desde el puerto de Veracruz, desde Córdoba, del estado de Hidalgo, de Puebla, del Distrito Federal, del Estado de México y su temible parada en el pueblo de Lechería.

Quienes logran atravesar esta ruta mortal se dirigirán hacia la frontera amplia: unos a Tijuana, otros a Chihuahua, algunos más a Tamaulipas. Finalmente, muy pocos atravesarán hacia Estados Unidos y unos cuantos sobrevivirán para cumplir el mítico sueño americano, pues muchos, ya en terreno americano sufrirán una desilusión...

En Tierra Blanca, históricamente, todas las autoridades policiacas: municipales o estatales, han trabajado en complicidad con el crimen organizado.

Tierra Blanca, como Frontera, tiene una base de los Maras Salvatruchas y todo mundo sabe dónde se encuentra.

Estos han trabajado para el Cártel del Golfo o los Zetas y son igual de crueles a la hora de explotar, raptar o matar a sus paisanos de El Salvador o a los hondureños, guatemaltecos o cualquier migrante que –por necesidad- use “la bestia”.

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Esta condición lleva muchos años operando y siendo denunciada por el pequeño sector de reporteros que más se acerca al verdadero ejercicio periodístico en Veracruz, a riesgo de perder el pellejo.

Es muy lamentable que la policía de Tierra Blanca –delincuencial por definición- haya “levantado” a cinco muchachos nativos de Playa Vicente el lunes 11 de enero pasado del 2016, en el estacionamiento de Chedraui.

José Benítez de la O: de 24 años; Mario Arturo Orozco Sánchez: de 27 años: Alfredo González Díaz: de 25 años; Bernardo Benítez Arroniz: de 25 años y Susana Tapia Garibo: de 16 años son las víctimas.

Es importante pero no deja de llamar la atención que a la fecha se haya detenido a seis policías, incluyendo al delegado de Seguridad Pública del Estado en Tierra Blanca: Marcos Conde Hernández.

Este señor llegó a ese cargo con el visto bueno del Secretario de Seguridad Pública de Veracruz: Enrique Bermúdez Zurita, cuyo proyecto de Mando Unico en Coatzacoalcos –por citar un ejemplo- ha fracasado.

El accionar de Marcos Conde Hernández –hemos explicado- forma parte de una red de corrupción y de falla estructural del Estado mexicano con extensión a los Estados centroamericanos y a Estados Unidos, que se padece desde hace décadas.

Enrique Bermúdez Zurita es cómplice –de menos- por omisión en torno a la desaparición de los 5 muchachos de Playa Vicente en Tierra Blanca.

A estos jóvenes se les está buscando hasta con el ejército y la marina por una coyuntura: sus familias han convertido su desaparición en un tema nacional que compromete políticamente a Miguel Osorio Chong y a su jefe, el Presidente de la República.

Empero, lo que ocurre en Tierra Blanca, en tema añejo, que ha generado cientos, miles de desapariciones forzadas de migrantes y gente de la región sometida a un gobierno paralelo: el del crimen organizado.

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La intervención de la PGR y la Comisión Nacional de Derechos Humanos en este caso igual es positiva pero también llama la atención.

¿Apenas se han dado cuenta en la Fiscalía de Veracruz y en la PGR y la CNDH de lo que ocurre en Tierra Blanca?

Alejandro Solalinde, Fray Tomás González y un sector de la prensa lo han denunciado durante mucho tiempo.

¿Irán a fondo las autoridades federales?

¿Detendrán a más policías estatales y municipales involucrados tanto en Tierra Blanca como en prácticamente todo el sur veracruzano?

El tema es que los 5 muchachos aparezcan pero el fondo es acabar con la presencia de Maras Salvatruchas en territorio veracruzano y con un gobierno paralelo operado por el crimen organizado en la frontera de Veracruz con Oaxaca, así como ocurre en la frontera veracruzana con Tabasco y Chiapas y en la frontera con Centroamérica y en la frontera norte con EEUU.

Este tema nos conduce –por deducción- al contexto político.

Durante décadas, pero particularmente los últimos doce años, el sur de Veracruz se ha convertido en un infierno de muertes, secuestros, desapariciones forzadas y complicidades.

¿Quiénes de los aspirantes a la próxima gubernatura están informados al respecto?

La respuesta a esta interrogante es simple: todos.

¿Quiénes están o han estado involucrados?

¿Quién dirá Yo, a la hora de enfrentar esta cruda realidad?

¿Quién está dispuesto a luchar por cambiarla, más allá de expresarlo en términos de demagogia?

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