La nueva bestia viaja por el mar; sale de Guatemala hacia Veracruz y termina en Tamaulipas
+ Decenas de migrantes y refugiados bordean la costa de México por la noche en lanchas ante la presión migratoria en la ruta terrestre
Internacionales
La Tarde - 2017-03-27
“Que paguen los 8.000 pesos (400 dólares) y listo”, zanja el pollero a través de un mensaje de audio de WhatsApp.
“Y si los vergas tienen miedo (…) que te paguen a ti, y si no, los tiras (envías) rodeando (por tierra) y te sale mejor” sentencia en un segundo mensaje.
La primera conclusión es que por el tono empleado, está claro quien manda. La segunda es que en el negocio del tráfico de personas, no se regatea. Las tarifas las fija el pollero. Punto.
Cada año transitan por México 400.000 migrantes y refugiados, principalmente centroamericanos, con menos de 60 dólares en el bolsillo, que participan de un éxodo silencioso hacia Estados Unidos.
Una parte utiliza el tren de mercancías conocido como la Bestia. Sin embargo, cada vez son menos los migrantes que se arriesgan a subir al tren desde que el Gobierno mexicano, en una peculiar medida humanitaria, obligó a elevar la velocidad de 30 a 60 kilómetros por hora, lo que aumenta el riesgo de sufrir una mutilación al intentar encaramarse.
Cientos de ellos han encontrado una alternativa en la nueva Bestia del mar. Lanchas atestadas de gente que pasan cada día por delante de la costa de Chiapas rumbo al norte.
El peligroso municipio de Ocós, en Guatemala, y el paradisiaco Mazatán, en la costa de Chiapas, son los epicentros de una industria de migrantes que sale de Guatemala, pasa por el Itsmo de Tehuantepec hacia Veracruz y termina como mercancía asustada en Tamaulipas, en la frontera con Estados Unidos.
“Por aquí salen o pasan unas tres o cuatro lanchas diarias con 15 ó 20 pollos cada una”, confirma Gabriel Ortega, concejal y mano derecha del alcalde de Mazatán.
Salvadoreños, hondureños y guatemaltecos huyen de la pobreza y la violencia de las pandillas por una de las tradicionales rutas del narcotráfico utilizando las viejas lanchas de pesca, ahora con nuevos motores Yamaha.
Sentado en una hamaca junto al embarcadero de San José, a unos kilómetros de Mazatán (Chiapas) otro pollero, hoy retirado, hace una pausa, se ajusta la gorra de béisbol, y recuerda aquel día del año 2000, en que El pelón, un conocido suyo, ahogó en el mar a 14 personas porque no querían pagar, en una de las mayores tragedias que se recuerdan en la zona.
“Aquí son muchos los que se dedican a eso y ya hay algunos pescadores presos”, explica balanceándose. El pescador sin dientes que durante tantos años se dedicó a mover centroamericanos, dice que el tráfico de personas es una alternativa a la captura del chato o el camarón “porque el mar ya no da”.