Detienen a Mohamed, pero no es suficiente

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2015-12-15

Fue el 3 de abril de 2014 cuando publiqué: “… lo que ‘Prosa aprisa’ sabe es que se están moviendo fuertes intereses para tratar de retardar e incluso impedir que la PGR investigue y castigue casos como el del poblano Mohamed Samir Morales Álvarez, quien no obstante no ser un empresario reconocido, en 2010, a los 29 años de edad, compró el equipo de futbol Tiburones Rojos de Veracruz (en junio de ese año la actriz y cantante Belinda lo acusó por extorsión y amenazas), y quien, como oportunamente informó el diario Notiver el pasado 25 de marzo, cobró millonarias sumas por obras que nunca realizó”.
Esto lo recuerdo ahora porque, finalmente, el viernes pasado se informó de la detención de dicho personaje acusado de fraude por no entregar obras carreteras que le fueron contratadas por el Gobierno del Estado para que su empresa Constructora Corporativo Galis ejecutara con recursos del Fonden. El supuesto constructor reportó obras terminadas por un monto de 12 millones 800 mil pesos, de los cuales se le entregaron 11 millones, pero cuando las autoridades supervisaron los trabajos supuestamente concluidos se encontraron con que todo estaba en obra negra. No obstante eso, se le siguieron asignando contratos para que pagara adeudos a la Federación Mexicana de Futbol, pues había comprado el equipo Tiburones Rojos de Veracruz.
Todos esos casos de corrupción e impunidad quedaron al descubierto cuando Gerardo Buganza Salmerón llegó a la entonces Secretaría de Comunicaciones, hoy de Infraestructura y Obras públicas, y decidió abrir la cloaca.
Algo de lo que poco se ha dicho respecto del caso es que Mohamed Morales fue beneficiado por el gobierno de Fidel Herrera Beltrán, que fue quien le dio los contratos, lo ayudó a comprar el equipo de futbol y lo protegió para que no respondiera ante la justicia por el fraude que cometió.
En aquella fecha (“Constructores”, en manos de la PGR, “Prosa aprisa” 03/04/2015) hice alusión a que en una conferencia de prensa el gobernador Javier Duarte de Ochoa había respondido sobre el tema de las denuncias contra constructoras que habían incumplido contratos mostrando a los reporteros, desde su lugar, las copias de las denuncias hechas ante las autoridades ministeriales de la Federación.
Dije que no obstante que en muchos casos se les había pagado no sólo el porcentaje de adelanto normal, sino que se les había dado el 50 por ciento del costo de la obra e incluso el monto total, habían dejado las construcciones a medias o ni siquiera habían pegado un ladrillo.
Apunté: “Dijo algo en lo que no se reparó, al menos mediáticamente, pero que es donde está ahora el meollo del asunto: que las acusaciones que hizo Gerardo Buganza Salmerón, titular de la secretaría del ramo, presente en la conferencia, están siendo analizadas por la autoridad competente y que ‘es responsabilidad de esta institución (la PGR, se entiende) determinar la viabilidad y, por ende, las consecuencias que la propia ley establece, en caso de que se llegase a comprobar lo que nosotros hemos demostrado’”.
Destaqué que “Por los intereses que están en juego, sorprende positivamente que Duarte esté echado hacia adelante y esté dispuesto a llegar hasta sus últimas consecuencias. No ha frenado a Buganza e incluso éste, que se sepa, está haciendo más denuncias porque siguen apareciendo más casos, documentados. Tiene que reconocérsele, porque de por medio están los impuestos que pagamos”.

Rematé: “Incluso debe presionarse a la PGR para que con base en sus indagatorias, si las hay, diga nombres de empresas y de constructores denunciados, o en qué fase están las averiguaciones. Pocas veces, o acaso nunca antes, un gobierno había estado dispuesto a denunciar. No se debe perder la oportunidad para acabar, al menos en este caso, con la corrupción”.
Una golondrina no hace verano. Al menos ya hubo una detención, pero no es suficiente. No sólo es necesario que se restituya lo defraudado al erario público, dinero que salió de nuestros bolsillos pagados en impuestos, sino que se castigue también a los responsables de haber permitido todo este tremendo caso de corrupción, uno entre muchos que permanecen en la impunidad.
Pero las denuncias fueron de 2013. Han pasado dos años y sobre el resto de casos la PGR y la Fiscalía estatal le echaron tierra al asunto. Ni los diputados federales ni los locales insistieron jamás en que se actuara o al menos se interesaron en saber en qué paró todo.
La sencillez de Margarita Zavala

Acostumbrado –lo confieso– a la cultura de los políticos priistas por mi frecuente trato con ellos, me sorprendió ayer, gratamente, comprobar la sencillez con la que se comporta la señora Margarita Zavala Gómez del Campo, de filiación panista.
Por atención de los organizadores, compartimos mesa –también estuvo mi compañero columnista José Ortiz Medina– en una sencillísima comida que se le ofreció en la ex Hacienda Lucas Martín.
Sin el De Calderón, apellido de su esposo el ex Presidente, Felipe Calderón, la señora tampoco abusa del privilegio al que tiene derecho por ser ex Primera Dama de México –como se acostumbra llamar a las esposas de quienes pasaron por la Presidencia.
Luego de ofrecer la conferencia “La democracia en el siglo XXI” a la comunidad estudiantil de la Universidad Anáhuac, campus Xalapa, llegó al convivio donde la esperábamos no más de cincuenta comensales.
Arribó sólo con un reducido grupo de personas que la atendían, entre ellos el dirigente municipal del PAN en Xalapa, Fernando Márquez Sánchez, y el tesorero del Comité Directivo Estatal blanquiazul, Omar Mirando Romero.
Pero no entró un solo guarura, uno solo –su esposo tiene derecho a contar con el servicio de elementos del Estado Mayor Presidencial– ni ningún “ayudante” (así les llama) estuvo atrás o cerca de ella. Nada.
Comió frugalmente –una pequeña porción de frijoles, arroz, rebanadas de plátanos fritos y pollo mojado en mole– y la plática, en la que participó también la rectora de la Universidad de Xalapa, Isabel Soberano de la Cruz, transcurrió como la que ocurre en cualquier mesa familiar.
Por supuesto, es una mujer preparada, abogada, ex diputada local y federal, ex Directora Jurídica del CEN del PAN y ex Secretaria Nacional de Promoción Política de la mujer, y en la mesa dejó constancia de su cultura legal pero también política.
Algo que también me llamó la atención fue su forma de vestir, muy sencilla, y sin hacer ninguna ostentación de lujos como joyas, por ejemplo, si acaso su anillo de casada, unos pequeños aretes de oro de forma romboide, un reloj de pulsera de plástico, negro, un pequeño listón de pulsera, pantalón negro, blusa sencilla de manga corta y un reboso.
Panista, no deja de hacer autocrítica a su partido y condena los “moches” con los que han causado escándalo diputados de su partido. Su gran apuesta es por los ciudadanos; presume que de todos los aspirantes a la Presidencia nadie conoce el país como ella y no deja de proclamar: “Yo de aquí hasta la boleta electoral”.
Cuando nos retirábamos, no me aguanté de decirle a Pepe Ortiz Medina que en una de esas comimos ayer con la futura Presidenta de México. Todo es posible. Hoy ha desbancado ya a Andrés Manuel López Obrador del primer lugar en la carrera presidencial. Es una mujer sencilla, pero no débil ni frágil. Se ve que tiene firmeza y carácter, algo que seguramente la ayudará en su gran empresa que ha emprendido.