La muerte, la última oportunidad para unir
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2017-09-26
Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo.
La frase anterior es de Ernest Hemingway, escritor y periodista estadounidense, quien terminó suicidándose.
El tiempo es lo único que separa ya de su destino final a los dos, a Juan Nicolás Callejas Arroyo y a Miguel Ángel Yunes Linares.
El viernes pasado se encontraron por última vez en la tierra, uno ya muerto, en su féretro, el otro, vivo, haciendole guardia. Alguna vez se reencontrarán en otro mundo, cuando el tiempo lo decida.
¿Ese pensamiento movió al gobernador a asistir a los funerales del político con el que se había encontrado amistosamente la última vez la noche del 11 de julio de 2016 en el Congreso local para, dos días después, el día 13 de ese mismo mes y año, terminar injuriándolo?
La manzana de la discordia fue la basificación que Javier Duarte pretendía de toda la burocracia, lo que tenía que aprobar el Congreso cuyo presidente de la Junta de Coordinación Política era precisamente Callejas Arroyo.
Aquel 13 de julio los reporteros le preguntaron a Miguel, en Boca del Río, sobre la reunión que habían sostenido dos días antes, y para sorpresa de todos respondió, iracundo: “Es una vergüenza que el Congreso tenga como líder parlamentario a un individuo como Juan Nicolás Callejas Arroyo, él es una de esas rémoras del sistema político mexicano que se tiene que ir, es una rémora”.
Se supo en aquella fecha que, según el entonces gobernador electo, le había hecho saber “con toda claridad, con toda oportunidad y con todo respeto… el daño que le provocaría a los veracruzanos que se aprobara esta barbaridad”. La respuesta de Juan Nicolás había sido que él recibía instrucciones del gobernador.
Aquel 11 de julio, Yunes Linares había llamado “amigos y amigas” a los diputados del PRI y se había tomado una foto con Callejas Arroyo cuando lo abrazaba.
Dos días después, decía: “… individuos como él, dóciles, mansos, que no defienden los intereses de Veracruz, que defiende sus propios intereses, Juan Callejas es el prototipo de lo que Veracruz repudió en las elecciones del 5 de junio. No podemos permitir que individuos de la baja calidad política y moral de Juan Nicolás sigan tomando decisiones en Veracruz”.
La respuesta no se hizo esperar. Esa misma noche, en conferencia de prensa en el Congreso local, Juan Nicolás comparó a Miguel Ángel con Victoriano Huerta y Adolfo Hitler por haber amenazado a los diputados con exhibirlos ante la sociedad si aprobaban la basificación, y preguntó “qué engendro” gobernaría Veracruz.
“Que con sus dichos quiera amedrentar a los diputados, me recuerda a Hitler, me recuerda a muchos dictadores que se han dado. Quiere ser Poder Ejecutivo, quiere ser Poder Legislativo y quiere ser Poder Judicial, con un franco desconocimiento de la Ley, porque el gobierno se divide en tres Poderes autónomos. No se puede, mediante el chantaje a la sociedad, mediante el terror a la sociedad, coartar la libertad que tiene un diputado de expresarse”.
También dijo que Yunes Linares mentía porque él nunca había dicho que estaba al servicio del Gobierno del Estado.
Esa disputa terminó el 8 de agosto de aquel año cuando Javier Martínez, representante legal de la Sección 32 del SNTE, de la cual fue “líder moral” Callejas Arroyo prácticamente en forma vitalicia desde que dejó la Secretaría General del sindicato, presentó una denuncia en contra de Yunes Linares ante la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) de la PGR, por presuntos malos manejos de recursos cuando estuvo al frente del ISSSTE.
Político profesional
La enfermedad de Juan Nicolás, su agravamiento y finalmente su muerte zanjaron para siempre la disputa.
Catorce meses después, el gobernador se presentó a dar el pésame a la familia, a la familia magisterial y a hacer guardia de honor, con todo respeto, ante los restos de quien fue su amigo, su compañero diputado, pero con quien terminó en disputa su larga relación.
¿Criticable que lo haya hecho? Yo lo consideraría como la reacción de un político profesional, que distingue lo personal de las pasiones políticas, de la responsabilidad de la función pública, aunque la línea divisoria es muy tenue, tan delgada que casi no se distingue; la de un político que para nada me extrañaría que si le tocara primero irse a Fidel Herrera Beltrán igual iría a rendirle honores con una guardia y a saludar a su familia si se lo permitieran.
Un político que sabe que la muerte es para unir, que es la última oportunidad que se tiene para superar diferencias, agravios, disputas, para perdonar si se quiere, para ofrecer disculpas, para optar por la paz, así sea la paz de los sepulcros.
Mi cuchara en aquel diferendo
A raiz de aquella disputa, Yunes Linares dijo que acudiría a tribunales superiores para echar abajo la aprobación de aquella medida. Celebré que hubiera otros tribunales donde se dirimiera el asunto y publiqué en “Prosa aprisa” del 15 de julio de 2016 (“La basificación”):
“Digo que qué bueno que haya otros tribunales porque siempre será deseable el uso de la ley para formular un reclamo a caer en la violencia... verbal como lo hizo el propio gobernador electo Yunes Linares el miércoles cuando faltando al respeto y consideración al presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso local, Juan Nicolás Callejas Arroyo, lo descalificó en forma personal sin haber motivo y no obstante que un día antes como representante del Poder Legislativo le había corrido la cortesía y lo había recibido en el Palacio Legislativo y hasta lo había abrazado en forma amistosa.
En muchos temas he estado de acuerdo con el ahora gobernador panista y en este espacio he dejado testimonio de ello (me siguen achacando mucha cercanía con él cuando en realidad sólo existe una amistad de muchos años), pero me vuelve la preocupación por el asomo de aquel Yunes de los años noventa del siglo pasado que se caracterizó por su intolerancia y su agresividad. Si insultó apenas como gobernador electo a un diputado con la representatividad de otro poder, ¿qué puede esperar un veracruzano común como yo con mi línea editorial de análisis crítico cuando ya sea gobernador constitucional y esté en la plenitud del pinche poder?”.
La respuesta del Gobernador
Ese mismo día de julio, primero fue una llamada telefónica, respetuosa, cordial, amistosa del gobernador, y enseguida una carta que me hizo llegar a mi correo electrónico, a través de la cual respondió a mi comentario (la carta la hice pública hasta el 28 de noviembre de ese año).
Me argumentó su postura, pero para mí fue muy importante que me hubiera dado la más “absoluta seguridad” de que como gobernador en funciones sería “ejemplo de atención y respeto a la crítica” periodística. Dije entonces que si hacía las cosas bien lo reconocería y comentaría, pero que si se equivocaba o fallaba también lo diría.
“Finalmente gobernante y periodista tienen un mismo objetivo cuando se actúa profesionalmente: servir a la sociedad, cada uno en la esfera de sus responsabilidades. Siempre he pensado que no ayuda uno cuando es complaciente con el hombre del poder”.
“Por eso, cuando recibí su carta aquel 15 de julio me fue tranquilizador leer sus palabras, que creo que valen para todos quienes hacemos periodismo crítico, profesional, sin más propósito que servir al lector, que también es el ciudadano, el representado del gobernante”.
Y ha cumplido
El jueves de la semana pasada por la mañana, en pleno corazón del centro histórico de Xalapa, cuando crucé entre Primo Verdad y Carrillo Puerto para ir hacia Sears del centro, vi venir sobre Zamora dos camionetas blancas, típicas de las que usan funcionarios.
Seguí mi paso natural sobre Xalapeños Ilustres pero cuando ya casi iba a entrar al comercio, de reojó traté de ver el paso de las camionetas para saber quién viajaba. Para mi sorpresa vi que se habían detenido y que desde su asiento me estaba saludando el gobernador.
No obstante cualquier riesgo abrió la portezuela de su camioneta blindada e hizo el intento de bajarse. Le dije que por su seguridad no lo hiciera pero de todos modos con la portezuela abierta sostuvo un breve diálogo conmigo, respetuoso, amistoso y cordial si se quiere, como si nunca le hubiera hecho algún señalamiento, alguna crítica (el 31 de mayo también me había llamado por teléfono para enterarse cómo estaba yo luego de que me habían practicado cateterismo y para desearme total y pronta recuperación).
Aquella “absoluta seguridad” de respeto a la crítica la ha respetado hasta ahora, al menos en mi caso, y quiero reconocerlo públicamente.