Diálogo en el infierno
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2018-03-24
−¡Hola Fidel!, ¿cómo estás?
−¿Quién habla?
−Tu cuate Miguel Ángel, ¿ya no me reconoces la voz?
−¿Miguel Ángel? ¿Qué Miguel Ángel?
−Miguel Ángel Yunes, el gobernador. Durante la gira con el Presidente me enteré que te pusiste malito. Discúlpame que no te haya llamado antes.
−¿El gobernador? Hermano, quién seas, deja de bromear.
−En serio, soy Miguel Ángel Yunes Linares. Me informaron que te habían hospitalizado.
−No sé qué decirte. Todavía no creo que seas tú.
−Yo mero. Mira, ya es hora de que hagamos a un lado nuestras diferencias. Además, los problemas de salud nos hacen a todos iguales. Finalmente somos tan frágiles.
−En eso estoy de acuerdo contigo. Pero tú fuiste el que empezaste. Yo nunca me metí contigo. Además, lo que haya sucedido en el pasado fue por cuestiones de juventud.
−No empecemos de nuevo con reproches, Fidel. Yo creo que ya es tiempo de que como dice ya sabes quien, amor y paz.
−Pues sí, pero no sé si creerte.
−Bueno, pues te lo estoy diciendo personalmente. En realidad me preocupó que hayas ido a parar al hospital. Debe ser algo serio, pensé, aunque leí el tuit de Rosita en el que dijo que estabas bien. Salúdamela.
−Si, por fortuna no fue más que el susto. Acepto tu ofrecimiento, amor y paz. Ya en corto te platicaré lo que me pasa. Creo que podríamos sellar una nueva relación con una comida en el Puerto Chico, para recordar viejos tiempos, o si prefieres en el restaurante del Four Seasons.
−Me da gusto que no me dejes con la mano extendida. Ya ves lo que le pasó a Díaz Ordaz cuando no aceptó la petición de diálogo que le hicieron los muchachos en 1968. No repitamos los errores del pasado.
−Eso digo. Tan sólo el hecho de que me estés llamando ya hasta me revivió. Te confieso que ya me siento bien. Qué bueno porque así podré irme enseguida a mi casa, ya ves que en este hospital no te cobran caro, te sacan los ojos. No creas, el ABC es mucha fama, pero, bueno, a quién le digo, tú hasta por un dolor de cabeza enseguida viajas a checarte a Nueva York.
−Fidel, es que tú también sabes que la salud no tiene precio. Bien lo dijiste, con una gran filosofía, todo lo que se puede comprar no tiene precio. Y para eso estuviste en el pinche poder y para eso yo estoy ahora, jaja.
−Pues te agradezco tu llamada. Nunca me imaginé que esto me iba a deparar el inicio de la primavera.
−Me da gusto escucharte y saludarte. Cualquier cosa que se ofrezca dímela. Si te vuelves a sentir mal o si te sigues sintiéndo mal te puedo enviar el avión para que te lleven con mi médico en Nueva York. Yo le pido que te atienda, no te preocupes por el costo.
−¡Hermano, casi me haces llorar! Creo que la hemos pendejeado tanto tiempo peleándonos. Pero todavía tenemos tiempo para apropiarnos del Estado para siempre. Tu con tus cachorros y yo con los míos. Imagínate una alianza indestructible. Lastima que ya no tenemos hijos para casarlos. Nos podemos repartir el Estado. Tú y yo sabemos bien cómo.
−Oye, Fidel, como bien publicó Reyes Isidoro que yo me parezco a ya sabes quien, tú te pareces tanto a mí. El poder te pierde. Bueno, nos pierde. Mira que aun en la cama, convaleciente y no dejas de pensar en el botín, perdón, se me barrió, en el bienestar de Veracruz.
−Pero no te entiendo Miguel. Por un lado me llamas para decirme que te preocupó mi estado de salud y por el otro no me dejas regresar a Veracruz. Por eso te puse a Duarte, para que te ensañaras con él, pero también a mí me quieres enviar a Pacho Viejo, ni que yo fuera Dante.
−Jaja. Tranquilo. Tú sabes que tengo que darle carnita a la prensa, para sus ocho columnas, además, porque tú también lo hiciste, acuérdate que no debo desaprovechar el periodo electoral para tratar de impulsar a mi junior. Pero bien sabes que jamás te tocaría. Es parte del espectáculo.
−Hermano, siempre me dije que tu no podías ser tan cabrón como te pintan. Escucharte me hace sentirme doblemente mejor. Te confieso que hasta me siento como nuevo.
−Jaja, me haces reir. No pierdes ni tu acento cuenqueño ni tu habilidad verbal. Todavía me carcajeo cuando recuerdo cómo agarraste de patiño al Pipo Vázquez Cuevas en aquella sesión del Congreso. Pensándolo bien, yo soy el que debe plantearme si debo creerte.
−Pues créeme porque ya que tomaste la iniciativa una vez que salga de aquí tenemos que sentarnos porque Veracruz nos espera aliados. Tu pon el PAN y yo los refrescos. No, yo el PRI. Tu pon el PRD y yo te ofrezco el Verde. Nueva Alianza, yo me encargó del partido acá en la Ciudad de México y sé que tu lo controlas en Veracruz. Hasta candidata le impusiste.
−Por cierto, ya hoy medio recompuse mi relación con el Presidente. Creo que hubo un mal entendido, si al final a los dos no nos conviene que gane ya sabes quién. Ojalá y me puedas ayudar a despejar cualquier duda. Tu tienes muchos cuates cercanos a Peña. Diles que le digan que confíe en mí, que lo voy a ayudar.
−Me da gusto escucharte. ¡Claro! Si somos una misma familia. La mafia del poder, dice ya sabes quien, jaja. Además, en nuestro caso particular nos amamantaron igual con leche tricolor y corre por nuestras venas sangre verde, blanca y roja. Ni para negar la cruz de nuestra parroquia si nuestro ADN nos delata.
−Pues sí. Pero la prensa, los columnistas, tu los conoces muy bien. Han querido envenenar mi relación con el Presidente. Yo tenía que defender a Canalla, perdón, a Anaya para hacer la finta, para que no se vea que estoy muy cargado al Presidente. Al otro necesito utilizarlo para que apoye a mi hijo. Tu harías lo mismo. Sé que me entiendes bien. Pero además, debemos ser, como lo somos, muy prácticos, debemos tener dos velas encendidas por si no enciende o se apaga una. Además, necesitamos asegurar nuestro futuro pues aunque se rían nuestros malquerientes somos pobretones. Hablan de envidia, de que tenemos mucho. Tu en Las Lomas, yo en El Estero prácticamente vivimos en un huevito tipo Infonavit. Residencia, mansión la de Deantes, ya ves que dicen que tiene tantos baños.
−A la prensa nunca la vas a tener contenta. Ya ves yo cuánto les di y mira como me traen, peor que trapo de piso, no, de baño. Estoy totalmente de acuerdo contigo, por eso estoy con Meade pero busco acercamiento con Morena, así como tu estás con Anaya pero si puedes te vas a entender con Meade. ¿Cómo? Sí. En efecto. Por eso envié al Negro Cruz al desayuno que tuvo Cuitláhuac el sábado con un grupo de periodistas. Se ve que tus espías te informaron bien. Envíame la foto.
−Jaja. Cómo quisiera tener yo conmigo a un Negro Cruz. Sé que te es fiel y te sirve muy bien. Además, se lleva con todos. Por cierto, dile que nos prepare o nos invite una langostiniza.
−Hermano, de veras. Me hiciste el día. Cuánta falta hacía que habláramos, aunque haya sido por teléfono. Rosita no me lo va a creer. Ni Fidelito, ni Javier, ni Rosita mi hija.
−¿Y tú crees que a mí sí me van a creer Miguel Ángel, Fernando y Omar?
−Pero los viejos –aceptemos que ya estamos para cuidar nietos− tenemos una ventaja que nos da la edad: sabiduría, y somos capaces de dar sorpresas.
−Te imaginas cuando aparezcamos juntos ante la prensa. Cabrones, les vamos a callar la boca. A ver ahora qué van a decir.
−¡Hermanoooo! ¿Te puedes imaginar el susto que le vamos a dar a ya sabes quién cuando se entere que hicimos las pases?, ¿cuándo vea las fotos dándonos la mano, de abrazos. Se le van a caer los calzones. Jaja.
−Bueno, no te agites. Te dejo para que reposes. Nos espera un lechero acá en Veracruz. Pagan la Tesorería de Veracruz o la de Boca del Río. Para eso es el pinche poder. Pinche Fidel, me pegaste la frase.
−¡Hey, hey! Antes de que te vayas, por cierto, lo de Duarte…. ¡hey, hey!, ¡bueno, bueno! ¡Miguel, Miguel!...
Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu es la obra de ficción más conocida del escritor satírico y abogado francés Maurice Joly. La publicó en 1864. Su interés sigue vigente. En el siglo pasado la Universidad Veracruzana publicó una traducción. Satiriza y denuncia el gobierno de Napoleón III.
El diálogo imaginario que hoy publico puede darse en el infierno, porque no se ve que se produzca en nuestros días, aunque nuestros personajes imaginarios encarnarían mejor en Maquiavelo y en Fouché. Usted decida a quién le viene mejor qué personaje.