La víspera del debate por la gubernatura

Arturo Reyes Isidoro

Prosa Aprisa

2018-05-17

La de mañana será una noche de viernes fuera de rutina por el primer debate, de dos, de los candidatos a gobernar Veracruz.

Tantos años en el oficio me dan una idea de quien está mejor preparado para la gran responsabilidad, pero siempre será bueno escucharlos a todos.

A diferencia de la contienda por la Presidencia, que tiene ya un claro puntero, en la competencia por la gubernatura no hay nada definido para nadie.

Se supone que quien debiera llegar con una amplia ventaja es el candidato del PAN, Miguel Ángel Yunes Márquez, por el apoyo que tiene de su padre el gobernador, que es decir del Gobierno del Estado.

Tener el poder político supone una gran ventaja, que se amplía si el padre y gobernador es el propio coordinador de campaña, en este caso de su hijo.

Para los veracruzanos está claro que haciendo uso de los programas sociales de su administración, el titular del Ejecutivo hace campaña sin que se le pueda acusar de estar violando la ley electoral. Esa es una de las ventajas que tienen.

Pero por las encuestas que se conocen si bien le va al joven está empatado en el primer lugar con el candidato de Morena, cuando no abajo, y ahora el abanderado del PRI ya casi lo alcanza.

Una revisión de sus mensajes de precampaña y de su campaña deja claro que se ciñe a muy pocas propuestas, que seguramente le dijeron que repita y que no se salga del guión que le marcaron.

En la precampaña, por ejemplo, vi que sus boletines decían lo mismo nada más que cada día cambiaban el orden de los párrafos.

Supongo que en el debate será vulnerable porque por mucho que ofrezca lo contrastarán con los resultados del gobierno de su padre, en especial sobre el tema de la inseguridad y la violencia. Ahora sí, todo lo que diga puede ser usado en su contra.

Pero también estará muy expuesto si alguno de sus contrincantes toma el mensaje inaugural de su padre cuando asumió la gubernatura y contrasta todo lo que ofreció con lo que ha cumplido.

A José Antonio Meade le reprochan no haberse deslindado de su padrino y patrocinador Enrique Peña Nieto. En mucho, a eso atribuyen que esté hundido en el tercer lugar y que no repunte. Podría ser el caso del joven candidato panista. Con tal de avanzar ante el electorado, ¿sería capaz de deslindarse del gobernador, su padre, padrino y patrocinador, de criticar incluso su forma de gobernar, o insistirá en que seguirá los pasos de su progenitor si llega al poder?

Será interesante lo que diga, ver y escuchar cómo se defiende y si tiene luces propias, o sus alcances si las tiene, de tal forma que demuestre que no depende de su padre.

Otro que llega con ventajas es Cuitláhuac García Jiménez, de Morena. Ventajas de haber sido ya candidato a la gubernatura, de haber participado en debates y de contar a su favor con el efecto López Obrador. Conoce ya la derrota, que vivió en la pasada contienda por el gobierno estatal.

No es el típico político que arrastre multitudes y por lo que se ve y se sabe está totalmente atenido a que la masa que va a ir a votar por AMLO lo haga ganar; de alguna forma se podría decir que medra políticamente a su sombra.

Las voces que he escuchado en las calles lo consideran limitado, que no es de grandes luces, esto es, de ideas, y tal vez a su falta de carisma político se agrega su aspecto personal lo que, hasta donde sé, obligó a sus asesores a pedirle que cambiara su forma de vestir.

Tengo la impresión de que cree que porque en su primera irrupción en la política ganó la diputación federal por Xalapa con sólo 20 mil pesos, sin que fuera conocido y sin hacer ruido, eso mismo le va a seguir dando resultado.

No se ve que esté recorriendo el Estado en campaña, como sus competidores, pidiendo de cerca el voto del electorado; se ha concretado a sólo unos cuantos actos y sólo destaca cuando viene López Obrador y lo acompaña y atrae un poco los reflectores. Está haciendo mucho mejor campaña Rocío Nahle, candidato al Senado.

Otra impresión mía es que si viajara de incógnito a algún punto del Estado, fuera de Xalapa y sus alrededores, tal vez nadie lo reconocería, o casi nadie.

En el debate se da por descontado que se centrará en tratar de desacreditar al candidato del PAN, en resaltar los negativos de su padre, sus promesas incumplidas y los abusos al amparo del poder para apoyarlo.

Seguramente resaltará la figura de su protector López Obrador. Este debate servirá para comparar su participación con la de hace dos años y ver su grado de avance, o si se quedó en lo mismo.

Por los apoyos que tienen, uno del gobernador y otro del candidato presidencial encumbrado, se podría decir que son quienes más probabilidades tienen de ganar la gubernatura.

Atrás de ellos viene la tercera opción, José Francisco Yunes Zorrilla, Pepe Yunes, con más experiencia y oficio político que los dos anteriores, aunque en desventaja por no contar con los apoyos económicos, humanos y materiales que tiene el panista, ni la gran sombra protectora e imán que posee el moreno.

Pero no sólo a eso se enfrenta, sino que carga con otro pesado fardo: las siglas y colores de su partido, por el desprestigio en que lo sumieron malos servidores públicos como Javier Duarte, no obstante que abierta y oportunamente se deslindó de él e incluso lo sometió a críticas cuando estaba al frente del gobierno.

No obstante eso, es el que más ha crecido luego de que al inicio del proceso no se le daba ninguna posibilidad. En las encuestas está ya muy cerca del segundo lugar y descontó considerablemente su desventaja respecto del primero. En él podría aplicar el dicho de que caballo que alcanza gana, aunque falta que alcance, que ya le falta poco, a ver si no le gana el tiempo.

No había sido candidato a la gubernatura pero sí al Senado en dos ocasiones e incluso en su experiencia tiene ya la de conocer la derrota, que templa la fortaleza de todo político, pues en su primer intento no tuvo éxito cuando el entonces gobernador Fidel Herrera Beltrán lo dejó solo. Ha sido presidente municipal, diputado local, diputado federal y senador, además de que fue presidente de su partido.

El martes, en Ciudad Mendoza presumió que en sus veinte años “de recorrido político, no encontrarán (en él) un escándalo de corrupción o un acto de prepotencia, sino un hilo conductor, que es reconocer en la gente el motivo de toda acción política”.

Eso pinta su personalidad y sus hechos lo avalan. Siendo diputado local en 2006 solicitó licencia para contender como candidato al Senado por primera vez. No triunfó pero decidió no regresar a la curul local y dejó a su suplente. Demostró que no iba por cobrar la jugosa dieta (sueldo) que reciben los diputados locales. Nadie más ha hecho lo mismo.

Si sale airoso del debate podría empatar y acaso remontar a sus competidores. La noche del viernes tendrá la gran oportunidad de sumar y dar el estirón definitivo. Si falla difícilmente podrá recuperarse.

Y de July Sheridan sólo se puede decir que es la única mujer que participa, que se distingue por sus críticas y ataques a Morena y sus candidatos, partido del que salió, y que todos la ven como un instrumento del gobernador. El debate le dará la oportunidad de demostrar que no es cierto y que políticamente se vale por sí misma; que, por tanto, tiene todos los méritos para merecer la candidatura que hora ostenta.