Mestizos.
Lilia Cisneros Luján
Una Colorada
2018-12-04
El sueño de Hitler, acerca de una raza perfecta y superior, ha quedado en un anhelo enfermizo de ciertas minorías “blancas” básicamente en los Estados Unidos de Norteamérica y ciertos enclaves muy seleccionados de Europa. Debido básicamente a las migraciones –por conquistas coloniales; en huida por condiciones de minusvalía cierta parte de la población sea esta de la raza que fuere; incluso por aventura o investigación- la raza humana se ha convertido en una mayoría mestiza, en la cual es difícil determinar cuales son los genes predominantes. Incluso en el ámbito de plantas y animales, cada día abundan las que proceden de dos especies o variedades distintas, de modo tal que lo híbrido, mixto o mezclado[1] de diversas etnias se ha estado convirtiendo en encuentro no solo biológico sino cultural.
El vocablo preponderante parece ser “integración” de los países del norte con los del sur, de los pueblos originarios con los que arribaron luego, de los ricos con los pobres. Después de la fundación de la ONU, los esfuerzos en este sentido, dieron lugar a los fallidos grupos de los 22 y los 33 –este último presidido en algún momento por Porfirio Muñoz Ledo, quien luego lo fue del G77.
Justo en esa época en que el hoy coordinador de la Cámara de Diputados era representante en México ante la ONU, facilitó la iniciativa de un grupo de ONG coordinadas entonces por la mexicana, Comunicación Cultural A.C. para proponer al organismo mundial un año internacional de las culturas autóctonas. La propuesta ahí quedó y con el paso del tiempo se convirtió en “el año de los pueblos indígenas”. Cuestiones históricas, que solo los protagonistas registraron como el hecho de que en el ámbito tribal, el bastón de mando es justo el símbolo del poder casi siempre protagonizado por el más anciano del grupo y que en el caso de México, la importancia era tal que varios presidentes de la república, acudían a la sede divina de tales tribus –los rarámuris por ejemplo- para recibir dicho bastón. ¿Recuerda Usted cuantos bastones se han recibido en el pasado? ¿Será el mestizaje lo que ha diluido la fuerza de tales pueblos y sus costumbres? ¿Qué hay de común hoy, entre lo que se hará para la protección de los pueblos indígenas y el instituto nacional indigenista[2] presidido en distintos tiempos por Miguel Limón Rojas y por Melba Pria, después de Antonio Caso?
No podemos calificar al mestizaje de bueno o malo, lo cierto es que como todo lo humano, a su vera se han dado fenómenos a veces contrarios al interés de los propios indígenas. Seguramente Cuauhtemoc Cárdenas, recuerda la cercanía de su padre, con el fundador del Instituto Lingüístico de Verano[3] al cual se otorgó el comodato por 100 años de varias propiedades como la que hoy ocupa el INE. Muchos de los bilingües desarrollados a partir de 1934 –bien como maestros rurales, bien como líderes indígenas, emigraron a la ciudad y los pueblos autóctonos influidos por ellos les denominaron “mestizos”. En el caso de los oaxaqueños por ejemplo, estos reciben a las familias migrantes locales, les dan abrigo habitacional y con el tiempo les rentan un acordeón o cualquier otro instrumento y les indican en que calles pueden tocar para pedir limosna[4]. Los niños que acompañan a esos prodigios de la música, no siempre son propios, pues una vez avecindados en la capital, se convierten en el seguro que garantiza que los adultos regresarían a devolver el instrumento y ver de nuevo a sus hijos.
No puedo olvidar esta escena: era el año 2001, bajo una de las vitrinas de la panadería “América” –hoy le caroz- se sentaba un pordiosero, con una niña en sus piernas, la cual sostenía el botecito para recibir las monedas. Bajo la falda de colores chillantes, la mano del “indigente” se daba vuelo manoseando a la niña de no más de 4 años. Busqué a un policía, le dije lo que pasaba y la respuesta fue “si jefa, ya lleva días ahí, pero no puedo hacer nada, porque dice que el es familiar, si quiere le doy el teléfono del DIF o vaya a la delegación. ¿Sabía Usted que hay de mestizos a mestizos? ¿Se ha enfrentado con autoridades demasiado incultas o con poca consciencia? ¿Usted mi querido lector, ha tenido noticia de entregas del bastón de mando indígena antes de la publicitada el pasado 1 de diciembre?
Amen de lo poco indígenas, de quienes le hicieron una limpia a nuestro ya presidente; de lo llamativo del cabello con corte permanente de la doña responsable del rito y la emoción casi infantil del viejo indígena de quien sabe que etnia, que entregó una cruz de origen romano a quien nos gobernará durante seis años, lo cierto es que poco o nada queda de lo original y autóctono en esta tierra que lo fue de mixes, aztecas, mexicas, tarahumaras, pimes, chatinos, tojolabales, huicholes, etc.; lo poco claro de sus identidades, les impide también una línea de lealtad, sobre todo si quienes se acercan a ellos son tan antagónicos como lo fueron aun antes de la conquista con quienes representaban el poder del momento.
Si la mezcla del indígena con un mestizo daba como resultado un cholo o coyote, la supremacía de este radica justo en la capacidad de manejar la mezcla de las diferentes etnias que lo conforman, aun cuando su actuación sea tan agresiva e inmoral como la del pedigüeño a las afueras de la panadería. El espíritu democrático de los grupos indígenas que aun conservan la costumbre de respetar su bastón de mando -cuando menos en el nivel del municipio- depende en mucho de evitar que sus ceremonias autóctonas se conviertan en espectáculo de las redes y el Internet, lo cual significaría, darle todo el poder a los chabochis[5] que por naturaleza, engañan, roban, acumulan, despojan, invaden tierras, son ventajosos, destruyen el bosque y no comparten ni son justos.