“Me Acusarán de Matar al Padre PRI…”

Por Francisco Vargas Perales

CON DERECHO A RÉPLICA

2019-04-20

El Partido Revolucionario Institucional (PRI), el otrora poderoso partido que desde hace nueve décadas era el partido en el poder en nuestro país, es ahora un muerto insepulto, o al menos así lo considera la población y los mismos priistas, que ya quedan pocos. Hace algunas décadas el pertenecer al Partido Revolucionario Institucional era como tener asegurada una plaza en el gobierno federal o estatal, cuando menos de burócrata. Que no decir de los candidatos de este partido a elección popular, tenían asegurado el triunfo en las elecciones, “el que ponga el PRI, gana”, decían en este pueblo. Desafortunadamente como dijera el divo de Juárez en una de sus canciones “El tiempo pasa y no perdona”.

El PRI, el poderoso PRI, el Goliat de los partidos políticos en México, está en el suelo, está en la lona, se diría en el argot deportivo. Tratar de explicar el porqué de esta venida a menos del Partido Revolucionario Institucional ya ha ocupado ríos de tinta en los periódicos y revistas de corte político y ahora más con la tecnología de las redes sociales, simplemente yo diría que es un partido anquilosado, como anquilosados han sido sus directivos, “renovarse o morir” dice la máxima y en el PRI no hubo renovación, siempre los mismos cuadros, siempre los mismos directivos, siempre las mismas imposiciones, siempre el gran elector, pero ahora no siempre el mismo pueblo sumiso. Esto último término con el PRI, como se acabó con el tirano en las revoluciones conocidas.

El antecesor del PRI fue fundado en 1929, ocupaba el nombre de Partido Nacional Revolucionario hasta 1939 que mudó al nombre de Partido de la Revolución Mexicana y en 1946 los jerarcas del PRI en aquel entonces, decidieron reciclarlo, cuando menos de nombre y lo bautizan como Partido Revolucionario Institucional, nace con las mismas mañas para triunfar, las mapachadas en ese entonces estaban a la orden del día, imperaba en las elecciones el robo de urnas, funcionarios del mismo PRI aprobaban las elecciones, no había de otra, el PRI ganaba o ganaba, eran tiempos posrevolucionarios, los tiempos de Tomás Garrido Canaval, el tabasqueño de las camisas rojas y otros que con sangre pintaban el logotipo del PRI.

Pero desde ese entonces ya había insurrectos, hombres que también habían luchado en la revolución mexicana, generales que habían participado en la derrota del tirano Victoriano Huerta, no era el generalato, eran personas que tenían acendrado el espíritu libertario y sabían, se daban cuenta, que el PRI era el partido del opresor. En 1952 el Partido Revolucionario Institucional lanza como su candidato a la presidencia de la república a Don Adolfo Ruíz Cortines, Secretario de Gobernación del presidente saliente Miguel Alemán Valdés. militares dirigentes de la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM) se disponen a dar la pelea en esas elecciones al partido en el poder, el PRI, y nombran como su candidato al general – para que la cuña apriete, dicta el refrán popular – Miguel Enríquez Guzmán, distinguido militar, que había acompañado al presidente Francisco I. Madero en su histórica marcha hacia el Castillo de Chapultepec.

La lucha para ganar la presidencia de la república en aquella ocasión fue cruenta, ya desde aquellos ayeres el pueblo quería acabar con el Partido Revolucionario Institucional que significaba opresión disfrazada de democracia, en esa ocasión hubo gente del pueblo asesinada y muchos detenidos en pueblos y ciudades, sólo por defender sus ideales políticos, para ese entonces el ciudadano que no votaba por el PRI era insurrecto y se arriesgaba a la pérdida de su libertad. En su campaña electoral a Don Miguel Enríquez Guzmán lo acompañaba el general Roberto Cruz, destacado revolucionario y político compañero de armas de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, fundador del PRI.

Roberto Cruz era un hombre bragado, acostumbrado al zumbido de las balas y al fragor de las batallas, que sabía que había que terminar con el cacicazgo que estaba regresando con el PRI. El general Roberto Cruz en el periodo como presidente de la república del jefe máximo – como le llamaban a Plutarco Elías Calles – era director de la policía capitalina y le tocó acatar la orden de fusilar al padre Miguel Proo, a quién señalaban de ser el autor intelectual de la muerte de Álvaro Obregón, candidato a la presidencia de la república, hecho por el cual siempre fue señalado el general Cruz, algo que nunca le fue perdonado por el pueblo mexicano, que era eminentemente católico. En uno de los vehementes discursos del general Roberto Cruz en la campaña proselitista del general Miguel Enríquez Guzmán, pronunció: “me acusaron de matar al Padre Proo, ahora me van a acusar de matar al padre PRI”.

Desafortunadamente para el PRI no son los partidos políticos contrarios a él los que lo quieren terminar, son sus mismos dirigentes, aquellos que por muchos años se han visto favorecidos con prebendas que les han sido otorgadas por ser “hombres del sistema” y ejemplos hay muchos. En una ocasión, hace como una década, leí declaraciones del entonces dirigente del Sindicato de Empleados del Ayuntamiento de Poza Rica, Fermín Cruz (+), hombre que llevaba más de 30 años ostentando ese cargo, que vivió los mejores tiempos del Partido Revolucionario Institucional y que por el corporativismo imperante los trabajadores deberían de estar afiliados al Partido Revolucionario Institucional, el hombre en sus postrimerías como dirigente expresó a los reporteros que “si yo voy a hablar del PRI con un amigo, me manda a la chingada”. En esto terminó el PRI repudiado por sus propios militantes que ahora buscan barco donde navegar esperando que les sople mejores vientos, se dice en términos marinos que las ratas son las primeras en abandonar el barco cuando se está hundiendo y ejemplos hay muchos. Yo digo y nada más. Y hasta la próxima Dios Mediante.

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