A las personas demasiado sensibles se les recomienda no leer la prosaica opinión que expondrá este irreverente reportero sobre tan delicado tema. Expresada la pertinente y cruda advertencia, veamos qué narran las crónicas ancestrales (incluidos los evangelios de Lucas, Mateo y Marcos) en relación a eventos ocurridos el día de la crucifixión de Jesucristo, a partir de las 9 de la mañana de aquel funesto viernes en la víspera de la Pascua judía:
–“Y era casi la sexta hora, y había oscuridad en toda la tierra hasta la novena hora, el sol se oscurecía; el velo del templo se rasgó en dos”.
Durante siglos, eruditos antiguos y científicos modernos han debatido sobre este acontecimiento que habría durado unas tres horas. Presumen que se trató de un eclipse lunar que coincidió con la muerte de Jesús de Nazareth.
Otros cronistas hablan también de un terremoto y de resurrección de muertos. Estas versiones carecen de sustento y no han sido tomadas en serio.
En la actualidad, con todo el avance de la tecnología, no se ha podido determinar ni el día ni el año de la muerte de Jesús.
Algunos estudiosos dudan de la existencia de muchos prodigios relacionados con la vida del Redentor, como los milagros que le atribuyen, entre ellos la resurrección de Lázaro, la sanación de enfermos, la multiplicación de los peces y de los panes y la transformación del agua en vino.
Si todo lo anterior no sucedió como se narra en la Biblia, ¿por qué tanta gente es cristiana y cree ciegamente en Jesús como el Salvador del mundo? Los más escépticos no dudan de la historicidad de Jesucristo y de la influencia que ejerce hasta nuestros tiempos. Muchos, sin embargo, lo consideran un hombre extraordinario pero no el Mesías bíblico.
Aun así, millones de personas lo siguen y le demuestran su fe y devoción en estos días de Semana Santa en todo el mundo. Hasta los no cristianos lo respetan y le dan su lugar.
Antes de que este aprendiz de reportero continúe con su simplista y superficial comentario, les recuerda a las almas sensibles y piadosas, que aún están a tiempo de suspender la lectura de esta columneja para no incurrir en blasfemia o herejía leyendo esta sacrílega conclusión.
Aquí les va:
Por si acaso este incrédulo comunicador vive a plenitud, no se confía en que habrá otra vida donde seremos felices per saecula saeculorum. No sabemos a ciencia cierta si existen la gloria y el infierno, si hay vida en el más allá o con la muerte termina todo. Si nos vamos a la nada. Si al morir el cuerpo, también se pierde el alma.
Si sucedieron los hechos como se cuenta en los Evangelios, qué bueno. Y si no, pues basta con que los creyentes los den por ciertos y sanseacabó.
No hagamos mal al prójimo… por si las recanijas dudas, no sea que por pecadores nos condenen al meritito infierno.