Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardauil e Ing. Eric Patrocinio Cisneros Burgos
A río revuelto, cualquier lugar es óptimo para crear situaciones y generar ataques que sumen al discurso de la intolerancia. Tirios y troyanos se disputan el predominio de una retórica que termina por amplificar la polarización y el encono en una sociedad que, cada día, está más acostumbrada al maniqueísmo que tanto daño ha generado en los últimos años. Sería muy obtuso dejar de ver que dicha situación no tiene su origen en la presente administración, en realidad, desde la década de los años noventa del siglo pasado se han configurado diversas circunstancias que han abonado esa tierra fértil para la violencia que existe en nuestro país.
El problema es que hemos llegado a un punto en el que ya no se trata de dirimir las posibles discrepancias, sino de convertirlas en brechas cada vez más profundas e insalvables, porque ésa es la apuesta del actual gobierno y de muchos considerados opositores. Si la denostación y el vituperio se constituyen en las máximas expresiones de la comunicación presidencial y del gobierno, las semillas de la intolerancia quedan a buen recaudo.
Para nadie es secreto que las instituciones educativas son lugares en los que las utopías y las ilusiones, el conocimiento y sus exigencias, así como las ideologías y sus demonios encuentran un buen resguardo entre sus miembros. Tienen sobrada razón quienes plantean que lo único que puede sacar a la sociedad del marasmo en el que se encuentra, al acostumbrarse a la violencia, al simpatizar con vacíos discursos políticos, al tolerar el engaño y la corrupción, el chantaje en todos los niveles es y será la educación. Pero lo divergente y la pluralidad, el pensamiento complejo, el conocimiento científico, la investigación y las humanidades que encienden la posibilidad de analizar la realidad con una mirada crítica, todo ello, y aún más, no son aspectos que sean del grado de quienes pregonan poseer la única e incuestionable verdad dese una estatura moral ungida por el fanatismo. Así, los múltiples ataques de los que ha sido objeto la máxima casa de estudios durante estas últimas semanas no dejan de ser un crisol en el que conjugan los intereses de un gobierno que busca articular sus propias campañas entre la población universitaria. Son muchas las cartas que pueden propiciar situaciones poco favorables para la universidad, los distintos foros en los que son convocados personajes que son críticos del actual gobierno, como el realizados en el Centro Cultural Tlatelolco. La crítica en su laberinto: ¿qué hacer?, en el que participó Roger Bartra, incómodo personaje para el régimen.
Es de llamar la atención al ataque articulado por el corifeo del oficialismo que ha llevado a cuestionar una de las esencias de la institución universitaria: la pluralidad y la crítica. De la misma manera que en la televisión y en la radio universitaria existen espacios con un claro posicionamiento a favor del actual gobierno, cabe la posibilidad de escuchar las posturas críticas que deberían tener lugar en todo espacio universitario. La democracia así lo exige; sin embargo ese discurso maniqueo en el que se mira el mundo en blanco y negro, entre los fantasmas del “conservadurismo” y “liberalismo” decimonónicos, ha intentado imponer su única verdad, aquélla únicamente se pregona desde Palacio Nacional, con la univocidad del primer mandatario.
Cambiando de tema ahora que voy envejeciendo, me cuesta menos meterme en berenjenales de opinión. Hay alguna que bien podría ahorrarme, pero con mi vocación de metiche, si no lo digo, reviento. Hablaré de un tema muy socorrido para mí: los libros. Cada día me voy aficionando más, me hago más adicto y me vuelvo más exigente para opinar sobre lo que escriben los demás.
En México se lee poco, a cambio, se escribe bien y mucho. De entre muchísimos libros mexicanos, empecé a confeccionar la lista de mis favoritos de todos los tiempos. Empezaré con el que considero el mejor, lo más glorioso que he leído y al que debo mi afición a la literatura y la pasión por la lectura Pedro Páramo (1955), de Juan Rulfo, es una obra maestra de la literatura universal, una novela breve, de estilo único que ha sido elogiada por su prosa poética y su profundidad. Se desarrolla en un pueblo llamado Comala y sigue la búsqueda del protagonista, Juan Preciado, por descubrir la verdad sobre su padre, Pedro Paramo, y su propio pasado. La novela habla de la soledad, la muerte y la memoria. Por lo que más quieran, si no la han leído se están perdiendo un diamante y, si ya la leyeron, siempre es buen momento para hacerlo de nuevo. De lejos, mi número uno.
A partir de ahora, le quito el orden, las menciono como van llegando a mi memoria, sin que signifique nada el lugar que aquí ocupan. Me gustó Como agua para chocolate (1989) de Laura Esquivel. Esta novela combina elementos de realismo mágico y gastronomía, cuenta la historia de Tita, una joven que lucha por encontrar su voz y libertad en el contexto de la tradicional cultura mexicana, está ambientada durante la Revolución Mexicana y aborda temas como la familia, el amor y la opresión de género. Si les da mucha flojera leer, al menos vean la película, es realmente buena.
Esta que sigue me doy el lujo de considerarla mexicana, porque me chilla y especialmente Los detectives salvajes (1998) Roberto Bolaño es chileno, medio mexicano por adopción. Esta novela se ha convertido en una obra de culto y es considerada uno de los logros literarios más importantes del siglo XX. L a trama sigue un grupo de jóvenes poetas mexicanos en busca de una enigmática escritura desaparecida llamada Cesárea Tinajero. Habla de literatura, de la identidad y la búsqueda de sentido en la vida. Este es otro genio que no se puede uno perder.
El maestro Carlos Fuentes me regaló dos días de emociones cuando leí Aura (1962). Una novela corta, obra maestra del realismo mágico que combina elementos de lo fantástico con la crítica social. La historia sigue a Felipe Montero, un historiador que es contratado para escribir las memorias de una enigmática mujer llamada Aura. A medida que avanza en su trabajo, Felipe, cargado de datos inútiles, se sumerge en un mundo de misterio y oscuros secretos.
Aura aborda temas como el poder, la identidad y la memoria.
Dando un salto en el tiempo, de rigurosa actualidad y de una autora mucho más joven, me parece vital leer Huracán (2017), de Fernanda Melchor, conocida por su estilo crudo y visceral. La historia se desarrolla en un pueblo mexicano y sigue los acontecimientos tras brutal asesinato de una mujer apodada La Bruja. La novela aborda temas como la violencia de género, la marginación y la corrupción.
Hay que leerla, es casi una crónica de la actualidad.
Una hora diaria de lectura es una muy buena receta de crecimiento interior y ayuda para lograr la felicidad intelectual. La vida es más alegre y fructífera con un libro en la mano. Por mi parte, de vez en cuando les seguiré hablando de libros. En el siguiente contexto le comento que Los Reyes Malditos, reconocida y alabada novela escrita por Maurice Druon sobre un periodo de la historia de la Francia medieval, aborda temas como maldiciones, reinas estranguladas, batallas y traiciones, mentiras y lujuria, decepción, rivalidades familiares, pecado, hipocrecía y envidias.
Es indudable, que muchos concordemos con lo que dijera el psicólogo y filósofo Michel Foucault “El hombre y la vanidad mueven el mundo”. Si analizamos eventos de la historia, podemos afirmar que es absolutamente cierto. No hay duda. Las ideas y el pensamiento de la humanidad se han movido con vaivenes pendulares. Las siguientes líneas vienen impregnadas de “connotaciones negativas”.
Hechos que, a lo largo de la “epopeya humana” han sido comunes denominadores. Concebidos por infames almas y miserables canallas. Actos alimentados por malsanos egoísmos y desleales estratagemas.
Portadores de tenebrosas intenciones y pérdidas manipulaciones. Acciones, fomentadoras de injurias deshonrosas. Basadas en siniestras pretensiones y torpes anatemas.
Depende del lado en el que se encuentre es testigo, y las propias circunstancias. Pero tanto una mirada positiva como una negativa pueden llegar a ser válidas. Seguramente, muchos se inclinarán por la primera. Opinarán que está más cerca de la realidad. Sin embargo, la historia nos enseña que los actos bondadosos y llenos de compasión son los que terminan impulsando la evolución humana a mayores niveles de conciencia. Lo que es un hecho irrefutable es que ambos lados de la moneda existen.
Modificando el texto con una connotación positiva, podemos recordar momentos donde la historia ha sido forjada por eventos de esta índole. Hechos que, a lo largo la “epopeya humana”, han sido comunes denominadores. Concebidos por honorables mentes y bondadosas almas.
Actos, alimentados de prudentes pensamientos y fraternas iniciativas. Basadas en nobles objetivos y propuestas tolerantes. Acciones, generadoras de comunes intereses y justas pretensiones. Impulsores de sinceras amistades.
Diría el mismo Focault “Lo propio del saber no es ni ver, ni demostrar, sino interpretar”.
Nuestras interpretaciones encierran la magnitud y la trascendencia de nuestras vivencias.
Lo peor es cuando esas interpretaciones vienen “cinceladas, pulidas y decoradas” por nuestro Satán, el ego. La infamia, la vileza, la mezquinidad, la maldad, tienen gran parte de sus orígenes en las interpretaciones que el ego traduce.
Si analizásemos, con cabeza fría, objetiva y sensata, con corazón sincero y tolerante, caeríamos en cuenta de que, efectivamente, es en nuestras interpretaciones donde llegamos a construir esas falacias y estupideces. Lo opuesto, obviamente, también. Porque nunca habíamos generado tanta riqueza, pero seguimos padeciendo una lacerante pobreza. Nunca se había generado tanto conocimiento, pero seguimos sufriendo una profunda ignorancia. “No existe oscuridad, sino ignorancia”, escribió William Shakespeare. Es sencillo darnos cuenta que la evolución del hombre se ha dado más por la luz que por la oscuridad. Y es claro, aunque a veces creamos que podemos escapar de nuestros actos, lo que nos espera.
Esta frase en Los Reyes Malditos, no tiene pierde.
“Dios no está obligado a intervenir directamente para castigar el perjurio, y el cielo pueden permanecer mudo. Las malas almas encierran en sí mismas la suficiente semilla de su propia desgracia”.
“La oscuridad no existe. Es simplemente ausencia de luz”. Es una maravillosa frase de Einsten.