LOS DESAPARECIDOS, LA DESCONFIANZA Y RIGOBERTA MENCHÚ

Columna sin nombre Pablo Jair Ortega www.columnasinnombre.com pablojairortegadiaz@gmail.com 14 de DICIEMBRE de 2014

Pablo Jair Ortega

Columna sin nombre

2014-12-14

El miércoles 10 de diciembre por la mañana fue raptada la menor Mariann Aguilera Bello, quien en esos momentos llegaba a recibir clases en la escuela primaria Justo Sierra, ubicada en la colonia Progreso Macuiltepetl de Xalapa. Ante los hechos, los mismos padres de familia, enardecidos y en alerta, lograron detener a uno de los raptores y poco faltó para que fuera linchado (si me permiten una expresión personal: bien merecido por buey y ojete, porque lo último que se debe hacer en la vida es violentar la vida a un niño).

Durante todo el día, fue la angustia por el paradero de la niña, quien en plena entrada de una escuela primaria fue literalmente “levantada” luego de que al menos dos personas arremetieron contra la abuela de la jovencita, quien la acompañaba en ese momento, y lograron quitarle a la pequeña de sus manos.

Lo interesante del asunto fue que los mismos padres de familia, en solidaridad, nunca dejaron que al detenido (de nombre Iván Castillo Sáinz) se lo llevara la patrulla porque no existía la confianza plena de los ciudadanos en sus autoridades. De hecho, tanto era el enojo e impotencia, que algunos arremetieran contra la patrulla y le rompieron los cristales.

Esta acción obligó a las fuerzas policiacas para movilizarse y encontrar a la criatura, y también a que el Procurador de Justicia, Luis Ángel Bravo Martínez, saliera de sus oficinas y tirara rostro frente a los manifestantes, convenciéndolos de que era necesario llevarse al detenido a presentarse ante las oficinas del Ministerio Público para su declaración y procesos legales posteriores.

Entrada la noche, se sabía que afortunadamente había sido localizada sana y salva en compañía de la autora intelectual del secuestro: la madre de la niña (de nombre Edith Bello Castillo), aunque permanecía la desconfianza que hubo por la mañana; tanto así, que algunos ciudadanos se apostaron en instalaciones del Agencia del Ministerio Público de la calle Miami para vigilar la situación, aunque finalmente se convencieron de que efectivamente había aparecido sana y salva la menor.

Luego se supo que el conflicto surge porque la custodia la tiene la abuela paterna y Edith Bello Castillo ha estado peleando la misma, pero tuvo la ideota de secuestrarla. Por ese hecho, la madre de la menor permanece desde el día 11 en el penal de Pacho Viejo, aunque según trasciende, acusada por delito de incumplimiento de alimentos. Iván Castillo Sáinz, según informes de la PGJ, también permanecerá al menos 12 meses encerrado.

(Por cierto, una recomendación a quienes tengan la custodia: tómenle una foto a la niña, porque la de la Alerta Ámber es de hace varios años, y ahorita ya cualquier celular tiene cámara para tomarle una foto reciente. Digo, como precaución extendida a cualquier padre de familia o tutor legal).

Casos como este se han visto también en Xalapa donde madres y padres de familia han acudido a los medios de comunicación para denunciar abusos de poder, influencia y corrupción en los juzgados que permiten favoritismos hacia la madre o padre que tiene la custodia de los hijos. En el caso de Mariann, más allá de lo personal, lo que hay que subrayar es que se quiso raptar a la niña y llevar a cabo un delito para fines personales. Un delito, pues.

De igual manera no debe de perderse de vista que Veracruz, siendo uno de los estados donde se han reportado casos tristes y lamentables de desapariciones sin resolverse, la sociedad mostró que no confía plenamente en sus autoridades y llegó al grado de agredir a los oficiales.

Esto debe ser tomado en cuenta como un indicativo de la crispación social existente de los veracruzanos hacia sus autoridades, especialmente en el tema delicado de los desaparecidos. No era para menos la desconfianza, especialmente porque muchos casos de desapariciones en recientes años no han sido resueltos. Los mismos están denunciados en redes sociales y recientemente en un documental realizado por la productora RompevientoTV llamado “Veracruz: la fosa olvidada”.

Existen historias de ausencias tristes, más cuando se desató la violencia por la guerra contra el narcotráfico; pero en plática con un experimentado reportero policiaco del sur, éste hacía ver que muchas veces los casos no eran investigados porque la mayoría de las veces no eran situaciones de rapto o desaparición forzada, sino que varios por voluntad propia o huyendo de conflictos familiares, decidieron dejar el hogar. En el caso de Mariann, por conflictos de custodia legal.

En Coatepec, por ejemplo, un caso lamentable fue el una madre soltera que reportó la desaparición de dos de sus hijas y llamó la atención de la escuela secundaria donde estudiaban, misma que ya empezaba a movilizar a los padres de familia y vecinos por la lenta actuación de las autoridades; la sorpresa fue que las niñas se encontraban bien y habían decidido irse de parranda al estado de Puebla.

Ojo, no estamos diciendo que no exista un problema tan grave como el secuestro en Veracruz. Eso es palpable, y al menos en la zona sur de Veracruz, donde se ha estado desatado en contra de los petroleros. Esta ola de terror, también es utilizada por grupos de extorsionadores.

Pero entre que los casos son reales o no, la sociedad tiene una percepción de inacciones de la autoridad, aunque --hay que destacar-- se ha revelado poco a poco que muchos casos efectivamente son ausencias voluntarias. La Procuraduría de Justicia de Veracruz, en recientes meses, ha sido particularmente enfática en resolver los asuntos de las desapariciones, algunos de los cuales han sido reportados oportunamente con Alerta Ámber y comunicados.

Pese al esfuerzo oficial --que no es para menos-- la sociedad, como lo demostró con el caso de la pequeña Mariann, no confía plenamente en las autoridades y es bueno saber que logran organizarse para presionar, aunque no haya tenido el mismo efecto en los que todavía no llegan a su casa con sus seres queridos, a los cuales les deseamos de corazón buenas y prontas noticias de sus ausentes.

CUANDO RIGOBERTA PIDIÓ CONCILIACIÓN EN LAS CHOAPAS

El entonces alcalde de Las Choapas, Juan Diego Ayala Ortiz (2001-2004) invitó a la inauguración de una clínica de prevención de cáncer en la mujer que sería inaugurada por la Premio Nóbel de la Paz, Rigoberta Menchú. En ese entonces, el director del impreso, el C.P. Renato Vásquez Chagoya y un servidor, acudimos a la cita.

La indígena guatemalteca, con toda sencillez (distante a los mamones encargados de prensa que la acompañaban en esos momentos), dio también una conferencia de prensa en el Palacio Municipal, donde fue galardonada como visitante distinguida en sesión de Cabildo. Pero nunca faltan los pediches y los que quieren reflectores: llegaron organizaciones políticas, campesinas, priistas, perredistas, etc., a pedir que Menchú interviniera en asuntos políticos y agropecuarios locales, que llegaron a un punto de aguar la fiesta y la presencia de tan distinguido personaje.

Rigoberta Menchú, con toda paciencia y elegancia, tomó el micrófono y expresó --palabras más, palabras menos-- que la comunidad debía de reunirse y platicar sus asuntos porque la solución estaba en sus manos a través de los acuerdos. Que se podían resolver los problemas de la zona si se lograba el diálogo y el consenso. Subrayó su simpatía a las causas, pero diplomáticamente sugirió que la solución a sus problemas debían resolverse en la comunidad.

Esto viene a colación por la imprudencia del estudiante de la UNAM que fue hacer show a los Premios Nóbel de la Paz en días pasados, y que algunos catalogan como un nuevo “niño héroe”. Así de un plumazo, tuitazo o post de Facebook, pareciera que los nuevos “líderes de causas” tienen que ser aquellos que muestran “valentía” para protestar en el extranjero y pedir que sus mamis pidan por ellos, como el caso del “poeta” Sandino Bucio.

Ya sabe, de esos revolucionarios modernos. Seguramente los Premios Nobel de la Paz son tan estúpidos para intervenir en asuntos locales que sólo a los mexicanos nos toca a resolver, como bien lo dijo Menchú en Las Choapas, más allá de la reverberación, el discurso incendiario de protesta, la imprudencia y el protagonismo.