TANTOYUCA: La insurrección huasteca de 1847

Podemos imaginar en la huasteca de 1821, a un México naciente, que habiendo sido colonizado por conquistadores, tenía que crecer.

Zona Norte

- 2011-03-27

Mientras este niño se desarrollaba, sus hermanos mayores, aún los miembros de la familia pero hijos de otras madres y otros padres, tomaron partido. Unos le ayudaron, otros intentaron aprovecharse de él, y otros le sacaron provecho.
Pero los aprovechados eventualmente fueron exhibidos ante su padre como responsables de saqueos y despojos, el padre, previsor, dictó leyes de convivencia, pero no todos las acataron.
Cuando le preguntaron al niño, un día de reunión familiar, porqué se rebeló a los ocho años, dijo que sus hermanos quisieron quitarle su lugar en la mesa, que le habían impedido servirse alimentos y agua, que lo habían acorralado y casi desistió de pertenecer a la familia pero que con la restitución de sus derechos podría llegar a darse la convivencia pacífica.
Los padres no supieron interpretar la demanda del hijo, su conveniencia e intereses estaba sujeta a un nuevo diálogo interior en el que no eran bienvenidos los cuestionamientos de forma ni de fondo, estaban molestos por la denuncia de malos tratos.
Era una época en que los pueblos indios que habitaban en la huasteca veracruzana hablaron y trataron de lograr mejores tratos y hacer un trato pero los funcionarios y propietarios de tierras fueron intransigentes.
Entre 1821 y 1847, los indígenas fueron desplazados, despojados de sus tierras, perseguidos y amedrentados.
Los líderes políticos tomaron el liderazgo, y según nos narra Antonio Escobar Ohmstede en el ensayo sobre los movimientos socioculturales en las actuales huastecas hidalguense y veracruzana en la primera mitad del siglo 19.
Este autor, que enfatiza las diferencias entre mestizos e indígenas, como desencadenante del conflicto social, describe el escenario de conflicto por la propiedad de la tierra.
A los títulos de propiedad de los indígenas sobre sus tierras no se les da importancia por parte de los mestizos. Ricos terratenientes y autoridades militares les han llamado “papeluchos”, además de que critican que les dé tanto gusto recibirlos “que los reciben con música.”
Inusitadamente el México de 1847 es de reconocer lo “nuestro” y descartar lo de “ellos”.
Ese año hubo elecciones en Ozuluama y ganaron puesto como regidores algunos indígenas pero no se reconoció, lo que provocó una rebelión en la que quemaron los tribunales y mataron a un juez.
Pero la médula del conflicto vuelve a ser la tierra.
Es que en aquel momento, quienes pedían tierras y bajar el precio de las que eran de rentas, amenazaba los intereses de los hacendados, quienes temen el control político de los regidores que derive en la administración territorial y que les diera poder.
El líder político militar en la región en ese año es Francisco Garay, quien tiene como tarea además de pacificar la huasteca, seguir la lucha con los norteamericanos y su invasión a territorios mexicanos; y luchar contra el contrabando.
Para ese año la ruta comercial entre Huayacocotla y Tampico, a pesar de ser tortuosa, entre la sierra madre, ya era importante.
Les tocaba a los soldados bajo su mando la vigilancia de la región. Pidió el cambio de su punto de vigilancia de Huejutla a Ozuluama, creó guerrillas en ambos puntos.
Entre hacendados e indígenas siguió creciendo el malestar. Hay autores que no se explican por qué no se ha reconocido esta como una guerra de castas, otros la reconocen como tal y desde ese aspecto la abordan.
Sin embargo, en 1847, quienes están dando por sentado que es una lucha de clases, por ser unos ricos y los otros pobres, también están sentando las bases de sus malas relaciones obrero patronales, toda vez que el indígena consumía en las pequeñas empresas de los hacendados; realizaba jornales en las fincas y derivado de lo mismo le permitían vivir y ser copropietario de un pedazo de tierra; pagaba una contribución; tenía que hacer faenas y servicios, entre otras cosas.
La segunda revolución del año fue en noviembre, en Tampico, esta vez con la toma de viviendas de hacendados, funcionarios del ayuntamiento y del sector judicial.
El liderazgo de esta refriega no lo tenían únicamente los indios, para esa fecha andaban también negros, mulatos, blancos y negros, además de arrendatarios de tierra de Ozuluama; los unió la petición de disminución del precio de las rentas.
Sin embargo según los militares, a los indígenas los armaron los norteamericanos.

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