El sur de Veracruz no puede quedar en el tiempo ni puede dejar de pasar la moda.
Todo empezaría cuando diez ediles del ayuntamiento de Coatzacoalcos, se trasladaron a Xalapa, ante el Congreso del Estado, para denunciar, según ellos, “graves irregularidades en el manejo de los recursos municipales, ejercidos por el alcalde, ingeniero Marco Theurel Cotero”.
Hubo enfrentamientos verbales violentos de parte y parte, se diría que parecía una lucha libre donde se pretendía cortar la cabellera del contrario o despojarlo de su máscara.
Graves acusaciones aparecieron en contra de cada una de las partes y hasta hubo señalamientos personalísimos contra algunos de los actores en esta ruda contienda interna entre los ediles.
Desahogaron sus inquinas, fueron a consultar con los que saben de alta política a la capital del Estado y, luego de algunas escaramuzas, se sentaron a demostrarle al pueblo de que era “preferible trabajar unidos para satisfacer las necesidades de la población” y… ¡Aquí no ha pasado nada!
En este caso, los ediles acudieron a los medios y expusieron la situación que a ellos les competía.
El alcalde, sacó la casta y contestó también públicamente.
El choque fue de frente y sin que nadie escondiera las cartas.
Cara a cara y de pestaña a pestaña.
Al final… sigue la calma.
En Cosoleacaque no fueron la excepción
En la primera decena de este mes, el síndico y seis regidores del ayuntamiento de Cosoleacaque, fueron a Xalapa en busca de Diógenes para que éste les ayudase a encontrar la verdad pública en un asunto que les escocía la palma de las manos o el fondo del bolsillo, acusando al alcalde Cirilo Vázquez Parissi y al tesorero, de estar aplicando procedimientos de requerimiento y ejecución sin el conocimiento del cabildo; y, como consecuencia de éste, sacar a remata los bienes embargados. Y yo diría, de parte de ellos, sin el conocimiento de la ley…
Argumentan los ediles que no se tomó su parecer, ignorando que tanto el alcalde, el tesorero y ellos mismos están obligados al cumplimiento de la ley, porque ninguno de ellos ni como cuerpo colegiados, pueden suplir la vigencia ni el contenido de la ley, ni aplicarla como a ellos les parezca.
A ello, el alcalde dijo que siempre ha estado dispuesto al diálogo, pero en ningún momento negó que su cabildo se hubiera manifestado en contra del ejercicio de la autoridad en el ayuntamiento.
O sea, Cirilo aceptó que no está “al alimón” con su cabildo y que es normal y hasta natural, que se le cuestione en los asuntos públicos que maneja.
En este caso, como en el de Coatzacoalcos, la confrontación fue cara a cara y sin esconder las cartas.
Enfrentamiento también, cara a cara y de pestaña a pestaña.
En Cosoleacaque sigue… sigue la calma.
En Minatitlán soplaron vientos encontrados
Estaban el síndico y diez ediles en Xalapa, buscando la luz que les diera la razón en contra de disposiciones y manejos del alcalde Leopoldo Torres García, y éste en Minatitlán, negaba el hecho.
Buscaron al diputado local, Flavino Ríos Alvarado, quien confirmaría que si se había presentado la queja sin que conociese el contenido. Aún así se permitió expresar que no existían malos manejos aunque si errores administrativos, que en esta columna ya fueron señalados anteriormente.
El alcalde salió a desmentir la denuncia y sacó a su tesorero a exhibir su desorganización administrativa y financiera, quedando en evidencia públicamente.
Días después fueron “sometidos”, perdón, “conciliados” los criterios entre ediles quejosos y los que negaron la denuncia.
Aquí, se escondieron las cartas y hubo necesidad de que algún enviado de Xalapa los obligara a sentarse a dialogar para que cara a cara y pestaña a pestaña, sigan trabajando “armónicamente”.
Eso sí, la primera autoridad nunca aceptó que existiese denuncia en su contra.
¡Pero qué necesidad!, cómo diría Juan Gabriel, compadre de Paquita la del Barrio, quien a su vez, es comadre de Juan Pueblo.
Los tiempos de don Simón
De mis tías abuelas, escuchaba las historias de que en los tiempos de la Revolución y posteriores a ésta, en el gobierno de Don Porfirio Díaz Mori, los mexicanos, cuando salían de sus domicilios, los dejaban con las puertas y ventanas abiertas.
No había temor de que vándalos o delincuentes tomaran lo que no era de ellos o que destrozaran sus pertenencias.
Había respeto para las pertenencias de los ciudadanos y eran conocidos los castigos extremos que se aplicaban para desalentar ese tipo de actitudes.
Me tocó en parte, esa paz y seguridad de Don Porfirio, allá por los años cincuenta a sesenta del siglo pasado.
Vivía mi familia en una colonia y así era todo Minatitlán, donde las casas contaban con espacios sobrados donde abundaba la exuberante vegetación, árboles frutales y hasta selva tropical.
Los calores siguen siendo extremos y la humedad contribuía a la sensación que estábamos en el infierno.
Las lluvias y tormentas tropicales, comprendía doscientos días del año y duraban hasta una semana o más, para que el clima cambiara.
Las puertas eran generalmente de madera y las ventanas, también de madera y algunas tenían claros de vidrio, que las embellecía. Pocas utilizaban los herrajes o el fierro.
Las puertas y ventanas, tenían una contrapuerta y una contraventana, que servía de marco a una tela mosquitera, que ofrecía protección contra los insectos.
Y, que también servía de “protección” contra los ladrones.
Las familias vivíamos con las puertas y ventanas abiertas, sólo con la “bendición” de las protecciones con mosquiteros.
Las “cerraduras” de puertas y ventanas eran comúnmente unas aldabas, tornillos-ganchos que hacían las funciones de seguros, para que ésas no se abrieran con el viento.
Y la tranquilidad era casi absoluta.
Pocas veces supimos que alguien incursionara para violar la integridad de los domicilios y sustrajeran bienes de la familia.
Y cuando sucedía… los ladrones no retiraban los marcos con mosquiteros, ¡cortaban el mosquitero para entrar!
Esto ya cambió…
A pleno día y sin importar el tipo de cerradura, ni cuantas tengan las puertas, los “beneficiarios” de nuestros esfuerzos y bienes, entran como “Pedro por su casa”, sin que haya poder humano –ni autoridad de la inseguridad– que los frene o los detenga, que hasta parece que son miembros de nuestras familias.
Ya es tiempo
Contra el vandalismo, contra el latrocinio, contra la violencia, debe aplicarse la ley.
También debe aplicarse la ley al funcionario que la vende al mejor postor y al que la mal aplica para favorecer algún torcido interés.
Sólo con la congruencia podrá erradicarse el mal.
Y eso, sólo podrán aplicarla las autoridades, responsables de ello y los ciudadanos sólo esperan que se les brinde seguridad y tranquilidad.
Entonces, todo marchará como debe ser.