Tras vencer la adversidad, en medio de Ingrid, nace una pequeña en Misantla
• Durante las torrenciales lluvias, Ingrid Mariana vio la luz del mundo, gracias a la labor de personal de Protección Civil, vecinos y una doctora que atendió el parto, pese a carecer de todo el instrumental necesario
Zona Norte
COMUNICADO - 2013-09-19
Gracias a la entrega y la solidaridad de personal de Protección Civil, comunidad y servicios médicos, una pequeña pudo nacer en medio de dificultades causadas por las lluvias del huracán Ingrid en la zona centro y norte del estado.
En medio de torrenciales lluvias, bajo el azote de los efectos de un huracán, la joven pareja, formada por Uriel Pérez y Heidi Liliana Fuentes Vega, tuvo un sobresalto más: el nacimiento de su primogénita, a quien bautizarán con el nombre de Ingrid Mariana, como un recuerdo.
El pasado viernes, a las 08:00 horas, Heidi le dijo a Uriel que comenzaba la cuenta regresiva para el parto. Jóvenes y sin vehículo, fueron trasladados en el automóvil de un amigo que los llevó hacia el centro de Misantla para hospitalizarla, sin saber que el pueblo había quedado incomunicado debido a la ruptura del puente sobre el río Pachán.
El cielo prácticamente caía sobre la región. En la calle, personal de Protección Civil y de servicios de emergencia vigilaba y protegía a los ciudadanos para pasar la contingencia con saldo blanco. La ruptura del puente, impedía que Uriel y Heidi llegaran al hospital.
Ante la imposibilidad, fueron en busca de la doctora Reyna Mendoza, una mujer morena, madre de tres hijos, quien de inmediato atendió el parto. “Yo la atiendo, sólo que no tengo lo necesario en medicamentos e instrumental para el parto. Habrá que buscarlo”.
El tiempo avanzaba. Ingrid dejaba caer el cielo sobre Misantla, una lluvia memorable de la que los habitantes siguen contando pormenores. Una joven profesora de primaria, Nohemí Martínez, quien se ha desempeñado como socorrista de la Cruz Roja, se había levantado temprano para brindar ayuda a quien lo necesitara, pero no imaginaba que más tarde desempeñaría un papel importante en la llegada al mundo de una niña.
Al saber que Heidi estaba en labor de parto y que no existían ni el instrumental ni los insumos médicos para atenderla, se coordinó con personal de Protección Civil para iniciar, literalmente, las carreras.
Nohemí corrió más de ocho veces cerca de 300 metros, desde el puente al consultorio, para llevar a la doctora los medicamentos e instrumental necesarios, los cuales cruzaron con la ayuda de cuerdas.
El aguacero no cesaba y la tensión aumentaba. El padre primerizo asegura que los nervios, la ansiedad y el temor de que algo no saliera bien, lo tenían con el alma en vilo. “Por fuera aparentaba estar y ser fuerte, para que Heidi no flaqueara. Yo le decía que todo iba a salir bien. Pero por dentro era otra cosa”.
La doctora comenta que ella siempre tuvo la seguridad, la certeza que, teniendo todo a la mano, el parto sería exitoso, pues trabajó años en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y atendió innumerables nacimientos. “En el consultorio atendí muchísimos más, pero dejé de hacerlo y dedicarme sólo a dar consulta”; ahora, piensa volver a atenderlos. “Me gusta ayudar a nacer a las personas”.
Dice que nunca dudó, porque tiene el conocimiento y la capacidad para resolver cualquier imprevisto durante el parto. “Una vez aquí, con todo a la mano, en 30 minutos la pequeña estaba alumbrando. La nena traía el cordón umbilical enredado en el cuello, pero maniobré rápido y en segundos todo estaba bajo control”.
Los momentos previos, asegura, la tensión llevó a familiares de Heidi querer llevarla a Naolinco, pero las condiciones del clima eran adversas: el traslado era más riesgoso que dejarla ya en buenas manos. En ese momento, Nohemí Martínez intervino con los familiares, una conversación ríspida fue suficiente para ofrecerles un marco de realidad que logró la permanencia en el consultorio. Instantes más tarde, la pequeña llegaría al mundo.
Afuera el tiempo transcurría a un ritmo muy diferente, los minutos de espera parecían horas y el calor agobiante para familiares y médicos. Adentro, el tiempo existencial era otro: respiración suspendida, nervios, gargantas secas y piernas inquietas ante la expectación.
A las 11:20 horas, luego de más de tres horas, con tres kilogramos de peso y 53 centímetros de largo, el grito inocente de Ingrid desató una lluvia de lágrimas. Uriel, no soltaba la mano de Heidi, que entregaba todas sus fuerzas para empujar a la primogénita al mundo.
“Casi hacemos fiesta cuando lloró” dijo Noemí, la joven profesora que fungió como correo entre el puente y el consultorio. Mojada y exhausta de tanto ir y venir, dice aun, sonriente, que se siente satisfecha de haber sido partícipe en este nacimiento.
Reyna Mendoza, ahora sentada en su modesto escritorio, ve hacia la pared de enfrente hablando y recordando el episodio, suspira y asegura que volverá a atender partos, porque es lo suyo. “Mi abuela fue partera y, en esta ocasión, con sus conocimientos, por la falta de instrumentos, logramos traer a Ingrid al mundo”.
Sentada en sillón, junto a una ventana y custodiada por un cuadro de la Última Cena y una imagen de la Guadalupana, Heidi sostiene entre sus brazos a Ingrid Mariana. “Uriel va a terminar de estudiar en el Tecnológico y yo empezaré la licenciatura en Administración de Empresas”.
Un fuerte apretón de manos concluye la entrevista: “Le agradecemos mucho a la señora Karime Macías, todo lo que nos ha apoyado y lo que ha estado al pendiente de nosotros. Se lo agradecemos de corazón”.
Salimos de la habitación, mientras Ingrid sigue durmiendo, luego de haber lanzado un grito que se escuchó mucho más allá que la lluvia del huracán que le compartió su nombre.