Llueve sobre mojado: narco y desastre

+ La devastación en la comunidad serrana de Paraíso, por el desbordamiento del río, se suma al drama que viven por la violencia.

Nacionales

REFORMA.COM - 2013-09-22

La devastación que registra la comunidad serrana de Paraíso, por el desbordamiento del río, se suma al drama que sus habitantes viven por la violencia provocada por el crimen organizado.

Héctor Pérez, quien ha sido uno de los habitantes que más han ayudado ante los destrozos provocados por "Manuel", sufrió el secuestro de uno de sus hijos y a otro de ellos los narcotraficantes lo golpearon al considerarlo sospechoso, debido a que ya no vive en la localidad y fue de visita a ver a sus padres.

"Fueron los sicarios, lamentablemente aquí sufrimos mucho por eso, nosotros ya no vivimos a gusto después de lo que nos ha pasado y ahora tenemos toda esta devastación", indica Pérez.

Los habitantes de Paraíso sufrieron el 14 de septiembre el desbordamiento del río que cruza el poblado, el cual arrasó al menos una decena de casas, causó afectaciones a otras 300 y dejó sin energía eléctrica ni teléfono a toda la comunidad.

Con los destrozos y el gran número de casas que ahora no están habitadas, ha aparecido la rapiña, por lo que los pobladores se han organizado para realizar rondines por las noches.

La vigilancia la realizan en grupos de tres a cuatro pobladores con lámparas en las manos, cascos de minero con luz y abordo de cuatrimotos.

Esta organización, dice Pérez, fue la que ayudó hace mes y medio en el rescate de una adolescente de 16 años que fue secuestrada por un grupo de delincuentes cuando jugaba en las canchas deportivas.

"Se la llevaron de las canchas, pero como de inmediato se dio la alerta, no pudieron salir de las camionetas y agarraron por el monte. Nosotros los fuimos rodeando y corrimos con la suerte de que en ese momento pasó el Ejército, que fue el que abatió a tres de los secuestradores y detuvo a uno más", recuerda.

Antes de que ocurriera el desbordamiento del río, por las noches, debido a la inseguridad, las calles de Paraíso lucían casi vacías; ahora, con lo intransitables que están por las toneladas de piedras, lodo y troncos que hay en ellas, prácticamente nadie que no sean los participantes en los rondines de vigilancia, camina en ellas.

"Ya estamos buscando un pueblo para vivir", dice con dolor Lucía González, la esposa de Héctor y quien, al igual que su marido, nació en este pueblo.

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