+ Es que el Túmin, como los pesos o el dólar, no funcionan solitos, hay que hacerlos que funcionen.
Zona Norte
JUAN CASTRO SOTO / Revista Kogsni - 2014-11-12
El Túmin es también un trabajo de educación comunitaria, diferente al que estamos acostumbrados. En lugar de prepararse cada fin de semana como todo un “coordinator” con papelógrafos, marcadores, cinta maskin, proyector, fotocopias y el estudio concienzudo de un tema, se trata de una labor cotidiana donde el único material es un papelito y el libro de texto un cartel que dice “Aceptamos Túmin”.
Sólo hay que ir preparado con cambio o feria para comprar con esta moneda comunitaria, buscando pagar exactamente lo que es para no complicarle al otro las cuentas –sobre todo si es un empleado y no conoce bien el proyecto–. De hecho “algunos no quieren hacer cuentas para dar cambio con las dos monedas”, explica una maestra.
El Túmin es un taller diario, donde se va prevenido para explicar su uso. Ése es el trabajo. “Pero nunca se le pregunta al tumista si acepta Túmin –afirma un socio–, pues lo haces dudar del acuerdo que ya tomó; simplemente se le paga y punto”. Y agrega: “Tampoco conviene preguntar cuánto aceptarían en Túmin; ése cálculo se hace antes para no complicarle las cosas. El socio verá que es un 10% y que no hay abuso. Así que otro día se le ofrece algún producto, y si se le acepta más del 10% en Túmin, su confianza aumentará; poco a poco todos podremos pagar más con Túmin al ver que no afecta a nadie y que se vende más”.
Y cuando los socios se van habituando a usar el Túmin, el educador popular lleva a propósito una denominación mayor de pesos, listo para ayudar en el cambio que le deben dar. Después, al revés, lleva los pesos exactos pero un billete de Túmin mayor al necesario, dispuesto para explicar el cambio en Túmin. El promotor nunca va al azar, sino deliberadamente preparad@. Luego llevará billetes excedentes en las dos monedas, y explicará el cambio tanto en pesos como en Túmin.
Pero por otro lado, a quien no es socio sí es conveniente preguntarle ¿acepta Túmin?, pues él también duda y se queda pensando sobre la moneda autónoma; más aún, en ocasiones ¡dice que sí!, que sí lo acepta y tal vez termine siendo socio –aunque esto generalmente sólo pasa en las ferias de economía solidaria.
Mas este trabajo educativo no se le puede exigir a nadie, es del educador popular que se asume como tal, y éste es quizá sea el más experto de los educadores al atender un sinfín de cosas con gente de todas las ideologías y niveles educativos. No sólo ha de ser pedagogo, también sociólogo, abogado, psicólogo, antropólogo, economista, nutriólogo, ecologista, etc., y además hermano, solidario. Tiene que ser sensible, paciente, tolerante, comprensivo... y hasta cariñoso –en suma, lo que Ander Egg llama "don de gentes".
El socio común del Túmin no hará nada de esto. Ciertamente tiene un nivel de consciencia mayor que el resto de la gente, pero usará el Túmin cuando tenga ganas, porque no es un educador popular (ni tiene por qué serlo), es un comerciante y espera ser atendido por los promotores.
En cambio, el promotor comunitario, no hace nada sin una intención educativa para la que está trabajando. Y a su vez se va formando como educador en la práctica. No tiene que leer a Freire o Freinet, Montessori o Piaget, Kaplún o Platón, ni haber ido a la escuela metodológica del Imdec (todo esto ayuda, pero no es indispensable). Sólo se trata de invertir la dinámica de ir hacia dentro, para ir hacia afuera, al otro, mediante el uso de un papelito, lo que resumimos en "dejar de ser clientes y convertirnos en compañeros". Y esto, que se dice tan sencillo, es lo complicado, porque va a contrapelo del sistema y nos hace “crack” en la cabeza.
Entonces, para el educador popular, el Túmin es una herramienta de trabajo valiosísima, no sólo es un billetito que vale como lo puede ver cualquiera. Él verá más allá y le sacará mayor provecho como un medio cotidiano de concientización que no solo mueve consciencias sino también corazones, ayudando a recomponer las relaciones humanas y el tejido social.
Ciertamente es un poco doloroso, pues pone en juego lo que la gente más ama: su bolsillo; pero "aprendemos a ser vulnerables", que es otra manera de referirse a la confianza.
Así que el educador popular sale todos los días a la calle con la espada desenvainada, es decir, con un Túmin en la bolsa, buscando la oportunidad de crear educación comunitaria mediante el manejo de ese papelito, en contacto directo con la gente, dialogando y haciendo amigos.
Es que el Túmin, como los pesos o el dólar, no funcionan solitos, hay que hacerlos que funcionen.