Ensayo para una desolación I. Drogas, petróleo, agua, política: la historia de un control y sometimiento vigentes

+ CLAROSCUROS, por José Luis Ortega Vidal.

Zona Sur

José Luis Ortega Vidal - 2017-01-15

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En México –como en todas las culturas- el empleo de lo que hoy conocemos como drogas ha estado presente desde tiempos inmemoriales.
La Secretaría de Salud del Gobierno Federal, en una investigación titulada:

EL CONSUMO DE DROGAS EN MÉXICO:
Diagnóstico, Tendencias y Acciones

ofrece datos sobre diagnósticos realizados entre 1988 y 1993 y sobre la Encuesta Nacional de
Adicciones realizada en 1998.
Es decir, hablamos de acciones de la SSA entre los sexenios de los presidentes Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León.
Afirma la SSA:
“El uso y abuso de sustancias adictivas constituye un complejo fenómeno que tiene consecuencias adversas en la salud individual, en la integración familiar y en el desarrollo y la estabilidad social. Aunque en la actualidad toda la sociedad está expuesta a las drogas, hay grupos más vulnerables que otros a sufrir consecuencias negativas de su uso, como los niños y los jóvenes, quienes pueden truncar su posibilidad de desarrollo personal y de realizar proyectos positivos de vida.
El gobierno de México inició, desde la década de 1970, acciones para atender este problema, mucho antes de que la demanda de drogas adquiriera mayores proporciones, por lo que contamos ya con una considerable experiencia acumulada. Nuestro país ha realizado esfuerzos importantes por enfrentar este problema a través del desarrollo de un marco jurídico-normativo e institucional y de programas que, al mismo tiempo que dan seguimiento a los acuerdos que México ha firmado en el ámbito internacional, son apropiados a las características socioculturales específicas de nuestra nación.”
“En la información, destacan los datos de la reciente Encuesta Nacional de Adicciones (ENA), realizada en 1998, que nos permite analizar las tendencias con los estudios similares realizados en 1988 y 1993. Los datos indican que, si bien la prevalencia global del consumo de drogas en México es aún baja al compararla con otras sociedades, registra incrementos y tendencias preocupantes. La mariguana se mantiene como una de las principales drogas consumidas por distintos grupos de la población. Los disolventes inhalables, drogas utilizadas principalmente por jóvenes, tienden a disminuir su importancia, pero el uso de la cocaína, droga tradicionalmente consumida por grupos reducidos de la población, se ha extendido actualmente a diversos sectores como los jóvenes y los de menos recursos.
Se observa una emergencia de sustancias previamente no utilizadas con fines de intoxicación, como ciertos medicamentos (el Refractyl Ofteno y el Flunitracepam cuyo nombre comercial es Rohypnol) y, al igual que en otros países, aparecen en el mercado drogas del tipo de la anfetamina (éxtasis o cristal). El uso de heroína, si bien es poco prevalente a nivel nacional, se ha ido incrementando en ciudades de la frontera norte. Estas nuevas tendencias requieren que desarrollemos respuestas específicas en materia de prevención y tratamiento.”*

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La perspectiva oficial respecto de las drogas era muy diferente 8 años antes de que el 11 de diciembre del 2006 el entonces Presidente Felipe Calderón Hinojosa diera inicio a la guerra contra las drogas apoyándose en las fuerzas armadas a las que sacó de los cuarteles para combatir a los cárteles, organismos delincuenciales que nacen bajo ese nombre y figura organizativa en nuestro país durante la década de los años 70s. y tienen en Miguel Angel Félix Gallardo –preso desde 1989- a su impulsor original principal vía la creación del Cártel de Guadalajara.
A poco más de 10 años de la decisión calderonista que el presidente Enrique Peña Nieto decidió continuar, el saldo de muertes en el país –ligados directamente con ese proceso- nos conduce a un panorama salvaje, desolador, aterrorizante.
México vive una guerra interna, que rebasa el combate al crimen organizado.
La guerra contra los cárteles es un membrete que disfraza otras batallas: las de grupos de poder político y económico entre sí; la corrupción que incluye a políticos de todos los niveles y a cuerpos policiacos divorciados de su labor social y puestos al servicio del narcotráfico, el tráfico de seres humanos, el secuestro y –desde luego- la presencia de los varones de la droga y sus estructuras económicas en el ámbito del poder político.
Todo está mezclado: el tema de las drogas, su incremento, su combate fallido, la corrupción política, la presencia del narco en el poder, los narco legisladores, narco gobernadores, narco integrantes del gabinetes federales; así como el fracaso de modelos económicos que México asumió durante el siglo XX y han cruzado el siglo XXI para convertirse -vía Reformas Estructurales- en una fábrica de pobres que no hay modo de detener.
La muerte de la gallina de los huevos de oro anunciada por Enrique Peña Nieto es una frase falsa. México aún tiene riqueza petrolera sólo que se está privatizando.
La sociedad acusa y su cambio de actitud es lento como la historia. La clase política aguanta el insulto mientras el dinero no le falte y junto a modelos económicos corruptos y sin resultados efectivos sigue probando que la manipulación de la educación –es decir, mantener a la población en la ignorancia y el analfabetismo- sigue dando resultados de control y manipulación.
La crisis que vivimos hoy, al inicio del 2017, es resultado del agotamiento de modelos económico y educativo y por un despertar muy ligero de nuestra sociedad a partir del hartazgo.
Una década de guerra disfrazada de combate a las drogas ha dejado cifras de muertes y desapariciones que varían pero numerosas versiones extraoficiales las ubican por encima de las 100 mil víctimas y algunas llegan a cálculos entre 130 y 150 mil seres humanos afectados de un modo o de otro.
A propósito de la guerra contra las drogas, una de múltiples variables a revisar leamos en el New York Times una nota del reportero JOSÉ LUIS PARDO VEIRAS:
“Cuando Felipe Calderón llegó en 2006 a la presidencia de México, un país ya convertido en epicentro de los grandes carteles de la droga, le dijo a los mexicanos: “Si se preguntan si las cosas pueden cambiar, la respuesta es sí. Y van a cambiar para bien”. Para cumplir su promesa mandó a las calles al Ejército, y se lanzó a una guerra frontal contra el narcotráfico.
Las cosas, en efecto, cambiaron.
El año anterior a su investidura, el índice de homicidios en México era de 9,5 por cada 100.000 habitantes. La cifra se duplicó y entonces el discurso oficial negó que hubiera víctimas civiles: los muertos de la Guerra contra el Narco eran solo los villanos (narcotraficantes) o los héroes (policías y militares que combatían contra ellos). Una década después, esta guerra se ha cruzado en la vida de demasiadas personas anónimas. Se calcula que ha provocado 150.000 muertos y unos 28.000 desaparecidos. La promesa de Calderón fue grandilocuente; su estrategia, simplista.
La lucha de los narcos entre sí y con el Estado se ha extendido. En lugares como Tamaulipas, frontera con Estados Unidos, denunciar equivale muchas veces a una sentencia de muerte. En el Triángulo Dorado (Chihuahua, Durango, Sinaloa), los habitantes de la sierra tienen que huir de sus comunidades por las amenazas de los sicarios. Ni siquiera los santuarios turísticos están a salvo. Acapulco es hoy la ciudad más violenta del país y una de las más violentas del mundo…”
“La Guerra contra el Narco ha demostrado ser un rotundo fracaso. La droga continúa subiendo a Estados Unidos, el gran consumidor, y las armas regresan a México desde el norte, donde siguen causando miles de muertos…”
“Mientras tanto, el trasiego de cocaína continúa, y también la trata de personas, el tráfico de recursos naturales, la extorsión y las plantaciones de amapola. Según datos de la DEA, la heroína mexicana ya es la más consumida por los estadounidenses, por encima de la colombiana. En Guerrero, el mayor estado productor del país, 50 bandas criminales luchan por el control del territorio.
“Si Calderón fue el padre de esta política, Enrique Peña Nieto, el actual presidente, es como el hijo adolescente que quiere romper con el padre pero calcando los gestos paternos que veía en la infancia.” ***

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Este es un acercamiento documental a una investigación extensa y profunda titulada “Ensayo para una desolación” Se ha iniciado ya y se ha compartido parcialmente en Claroscuros. Algunas de sus partes seguirán apareciendo en este espacio. Otras no. Su publicación obedece a otros planes.
Por lo pronto queda la duda, ¿Por qué el subtítulo Drogas, petróleo, agua, política: la historia de un control y sometimiento vigentes…?
La respuesta llegará conforme avance la indagación reporteril que parte de una convicción analítica: no hay estructuras independientes –concepto del modelo estructural-funcionalista de las ciencias sociales- y por tanto nada es gratuito ni casual, ni ingenuo en el devenir social.

*http://www.salud.gob.mx/unidades/cdi/documentos/CDM.htm
**http://www.salud.gob.mx/unidades/cdi/documentos/CDM.htm

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