A tres meses de elegir alcaldes, Veracruz hiede a sangre por el poder

CLAROSCUROS: por, José Luis Ortega Vidal

Zona Sur

José Luis Ortega Vidal - 2017-03-03

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El primer argumento surge de una hipótesis; el segundo es el análisis de una realidad. Veamos:
A lo largo de numerosas entregas de Claroscuros hemos ventilado información –recogida en vivencias reporteriles propias, hemerotecas, testimonios de periodistas veteranos, libros sobre el tema y autoridades políticas y policiacas- en el sentido de que en Veracruz la delincuencia organizada es tan añeja como la de buena parte del territorio nacional.

Antes de que se llamaran cárteles, las agrupaciones dedicadas a la siembra y trasiego de droga –marihuana principalmente- ya operaban en Veracruz, lo mismo que los llamados contrabandistas: los relativos al tráfico de productos comerciales extranjeros, sin pagar impuestos y por tanto abaratados e ilegales.

En el ejercicio de la historia –como ciencia- a toda línea temporal corresponde un contexto determinado.
Arturo García Niño -investigador de la Universidad Veracruzana- hizo pública una serie de artículos acerca Veracruz en la historia del narcotráfico y lo ubicó desde la época de su prohibición; esto es en el contexto del antes, durante y el después de la versión armada de la Revolución Mexicana: 1910-1917.
Concretamente, García Niño centra su investigación en el período 1920-2013.

“Ciudad Juárez en el inicio
Del siglo XX, cuando como secuela del terremoto del 18 de abril de 1906 en San Francisco algunos delincuentes de origen chino que ahí tenían sus negocios se desplazaron hacia El Paso, Texas; otros cruzaron la frontera con México para instalarse en la ciudad chihuahuense donde, establecidos ya y utilizando como parapetos lavanderías y cafeterías que en la trastienda funcionaban como fumaderos de opio y picaderos de morfina, empezaron a tender las redes de este lado, donde ya Sam Hing, el primer capo que existió en la región, controlaba desde la esquina en que hoy se encuentran las calles Oregon y avenida Paisano, en El Paso, la distribución de opio y morfina.

Daría inicio así y desde ahí un lucrativo negocio que durante los siguientes quince años, con cierta tolerancia de parte de las autoridades locales, le signaría el rostro a la ciudad para erigirla en el imaginario nacional y estadounidense como emblemático territorio donde toda actividad ilegal era no sólo posible, sino normal, hasta que en 1920, al calor de la llegada al poder central del grupo sonorense con Obregón y Calles a la cabeza, el ejército llevó a afecto la primera acción en contra del narcotráfico (y una más en contra de los chinos) de que se tenga memoria en Ciudad Juárez, para catear cinco fumaderos y picaderos de opio y morfina, incautar drogas (entre ellas cocaína, que aún no era tan de uso común como las dos anteriormente referidas) y apresar a los dueños de tales lugares, entre los que se encontraba un mexicano: Rafael L. Molina; los otro cuatro eran chinos.” (1)

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En uno de varios encuentros con Ricardo Ravelo, autor de diversos libros sobre el tema del narcotráfico en México surgió el tema: ¿qué te falta?

Palabras más, palabras menos, el periodista veracruzano de fama internacional respondió: “La joya de la corona; entrevistar a Miguel Angel Félix Gallardo”.

Nativo de Sinaloa, alguna vez “madrina” y luego agente de la policía judicial federal, el llamado “padrino” o “fefe de jefes” fue guarura de los hijos, ahijado y socio del gobernador sinaloense Leopoldo Sánchez Celis durante el período 1962-1968.

Félix Gallardo fue el fundador de los cárteles en México con la creación del cártel de Guadalajara vía sus socios Rafael Caro Quintero, Ernesto “Don Neto” Fonseca –tío de Amado Carrillo Fuentes, el señor de los cielos- y con el apoyo del político priísta Sánchez Celis.

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Hasta bien entrado el siglo XX la mariguana no era un producto que se traficara porque no estaba prohibida. De hecho hasta 1920 era legal y se le reconocía como un producto medicinal.

Datos substanciales sobre la historia de la prohibición de las drogas en el mundo son detallados por Hugo Vargas en su texto “De cómo se prohibieron las drogas en México” (2)

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La hipótesis aludida en el párrafo uno plantea la idea de que en México como en la mayoría de los países –desde luego Estados Unidos juega un papel protagónico al respecto- la historia del uso de drogas es tan añeja como la humanidad misma.

Ha sido durante el siglo XX cuando su empleo se asoció a la idea de que daña la salud, es responsable de procesos de descomposición social y por tanto se ha prohibido su uso bajo dos argumentos: uno de salud y otro jurídico.

Tal prohibición, empero, oculta un tercer elemento de fondo: el mercantilismo; el de los intereses económicos y de control geopolítico que generó no tanto el uso legal de drogas como su prohibición.

Dicho de otro modo: a los grupos de poder en el mundo les ha resultado un negocio sin precedente prohibir las drogas que se usaban legalmente hasta 90 años atrás y tal prohibición va de la mano de matanzas –Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto como co-responsables en México- del negocio de producción y tráfico de armas; del control e impulso del tráfico humano y sobre todo del mantenimiento de un status quo respecto al poder político.

El chapo Guzmán fue aprendiz, chalán y heredero hábil del emporio de Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca “Don neto”.

Estos, fueron socios del “padrino” y subalternos de Miguel Angel Félix Gallardo.
Félix Gallardo empezó como “madrina” y luego fue agente de policía judicial federal para pasar a contrabandear marihuana y amapola desde México al principal mercado de consumo de drogas en el mundo: Estados Unidos.

Al poco tiempo –décadas de los 70s y 80s- “el jefe de jefes” se asoció con traficantes colombianos de cocaína como Pablo Escobar Gaviria -vía el hondureño Juan Ramón Matta Ballesteros- y se convirtió en el más importante narcotraficante de México; en el más poderoso introductor de cocaína, amapola y marihuana a EEUU.

Todo esto ocurrió con la complicidad de políticos de todos los niveles y con policías municipales, estatales y federales, así como integrantes de las fuerzas armadas en nuestro país.

¿Por qué? ¿Cómo fue posible la creación de esta infraestructura criminal sin precedente? ¿Cuál es el papel del Estado en esta red de complicidades?

Miguel Angel Félix Gallardo –que usó pistas clandestinas en Veracruz apoyado con cómplices locales de sur a norte de la entidad- en realidad representa una historia menor; el hilo de una madeja que inicia con el siglo XX…

“En el mundo se advertían ya los primeros intentos por lograr una legislación internacional sobre el tema. En 1904, promovida por Estados Unidos, se llevó a cabo, en Shangai, una convención sobre el opio, sin resultados concretos. México no asistió. Años después, en 1912, se realizó en La Haya otra convención internacional. En esa ocasión el gobierno de Madero envió un representante a la reunión, que tampoco tuvo mucho éxito debido a la ausencia de Turquía y Austria-Hungría y porque Inglaterra –dice Escohotado– sólo quería hablar de morfina y cocaína, y Alemania protestaba en nombre de sus poderosos laboratorios, alegando que Suiza no estaba presente y aprovecharía las restricciones en su beneficio; Portugal protegía el opio de Macao, y Persia (hoy Irán) sus cultivos ancestrales de amapola; Holanda producía cientos de toneladas de cocaína en Java, y Francia reportaba excelentes ingresos por el consumo de opiáceos en Indochina; Japón, como parte de sus maniobras para invadir China, introducía a ese país morfina, heroína e hipodérmicas; Rusia contaba con una producción de opio nada desdeñable, e Italia se retiró de la reunión luego que fue rechazada su propuesta de incluir el tema del cannabis.” (3)

Y en México ha incluido e incluye la corrupción de nuestro gobierno en todos sus niveles y sus múltiples rostros.

Históricamente, este tema nos conduce a su vez a un punto clave en el escenario de la segunda guerra mundial.
Turquía deja de surtir opio –esencial en la fabricación de morfina- a Estados Unidos; país que lo requiere con urgencia en los campos de batalla para salvar la vida de sus soldados.

Es la década de los 40s. Estamos en el sexenio del general Manuel Avila Camacho y se establece un pacto secreto entre los gobiernos norteamericano y mexicano: incrementar la siembra de amapola en nuestro territorio para surtir al sector farmacéutico militar en el país que hoy gobierna Donald Trump.

Trasladan a especialistas para capacitar en la producción rápida de la variante de amapola que permite producir opio y campesinos mexicanos son empleados para cultivarla como si fuera maíz o frijol…
El escenario que se emplea es la sierra del triángulo dorado –Chihuahua, Durango, Sinaloa- donde nacerían después Miguel Angel Félix Gallardo, “el padrino, con sus derivados: los zetas, cártel del golfo, cártel de Sinaloa, Jalisco nueva generación, los Arellano Félix, los Beltrán Leyva, los cárteles de Guerrero y Michoacán, el chapo, etcétera.

Al terminar la segunda guerra mundial quisieron acabar con una cultura que había llegado con los chinos desde fines del siglo XIX y que se impulsó oficialmente en la década de los 40s.

Nuestra hipótesis consiste en advertir que desde entonces todo ha sido una novela trágica, con millones de víctimas, muchas inocentes, frente al enriquecimiento bestial de seres infernales como los narcotraficantes.
Todo bajo el manejo, el dominio, el beneficio de una clase política hipócrita y asesina: la mexicana, la de sus socios norteamericanos y la del resto del mundo que forma parte de una red imposible de desaparecer en Sudamérica, Europa, Asia, Africa.

Siempre con el mismo escenario: unos cuantos convirtiéndose en multimillonarios y muchos pagando con su libertad, su vida o sufrimiento la existencia del narcotráfico, del crimen organizado y sus redes inhumanas.

De los consumidores, la gran mayoría son, en sentido estricto, enfermos que pagan con dinero, esclavitud o sus vidas el haberse adentrado en este universo dantesco.
Este, también, ha sido y es el caso de Veracruz.
La clase política está embarrada. La historia del narcotráfico inicia y termina en sus oficinas.

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El análisis de una realidad:
“Desde este momento comienza la guerra, guerra quieren, guerra tendrán, quieren tener todo el poder para meter a su gente, pero aquí nos morimos todos”

Tal, fue el texto que apareció junto a los cuerpos de 11 ejecutados -9 hombres y dos mujeres- la noche del pasado 28 de febrero en “La tampiquera”, Boca del Río, Veracruz.

Se trata de una lucha entre bandas, dijo el gobernador Miguel Angel Yunes Linares.
“No nos van a doblegar” declaró ante diputados Miguel Angel Osorio Chong.
Dos apreciaciones distintas sobre una misma realidad: el mensaje fue entre narcos y fue para políticos.
Se han dado a conocer dos casos: el del joven Antonio Vergara Capetillo, de 18 años, y Shantal Juárez Santillán, de 24, sobre quienes no se habrían encontrado antecedentes delincuenciales. (4)
Es decir, Miguel Angel Yunes Linares estaría equivocado al victimizar a los ejecutados y señalar que todos eran delincuentes.

Hasta ahora dos de ellos, por lo menos, no lo serían.

A tres meses de la elección de alcaldes Veracruz hiede a sangre por el poder.
(1) http://plumaslibres.com.mx/…/veracruz-en-la-historia-del-n…/
(2) http://confabulario.eluniversal.com.mx/de-como-se-prohibie…/
(3) http://confabulario.eluniversal.com.mx/de-como-se-prohibie…/
(4) http://plumaslibres.com.mx/…/dos-los-11-ejecutados-jovenes…/

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