Veracruz: el estado al que “el sistema” ha convertido en un infierno

2016-11-15


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Conducía el taxi 1830 de Coatzacoalcos y fue asesinado a balazos alrededor de las 21:30 horas del pasado lunes 31 de octubre.
Los hechos se suscitaron en las inmediaciones de la colonia Playa Sol en la antigua ciudad de Puerto México.
Tras haber perdido la vida y en los tres días subsecuentes nadie lo identificó. Nadie reclamó su cuerpo. Nadie supo de quién se trataba.
Se le trasladó a la morgue y estuvo a punto de ser enviado a la fosa común.
Finalmente el viernes 4 de noviembre se presentó un hombre que dijo ser su hermano: lo identificó como Flavio Gracia Esquivel, de 41 años de edad y nativo de Sonora.
Desde aquella entidad, declaró el hombre que reclamó el cadáver, se trasladó hasta Coatzacoalcos tras enterarse –vía redes sociales- que su familiar había sido asesinado.
La noche del 4 de noviembre circuló una versión entre reporteros y redacciones de Coatzacoalcos: gente identificada como "los malos" advertía sobre las consecuencias de publicar la noticia sobre la identidad de Flavio Gracia Esquivel.
Se trató de una amenaza a los periodistas; de una orden del crimen organizado: “no publiquen nada o lo pagan”.
“Se calentaría la plaza”, argumentaron.
La mayoría de reporteros y redacciones obedecieron, por temor.
Algún medio digital publicó la noticia la noche del mismo 4 de noviembre y a la fecha no ha existido mayor consecuencia.
Al taxista desconocido en Coatzacoalcos se le asesinó a balazos y su familia trasladó su cuerpo a Sonora, su lugar de origen. Punto.
En este contexto se ejerce el periodismo en el sur de Veracruz.

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Como sociedad, los mexicanos seguimos en pañales por lo que hace a nuestra democracia y en general a nuestra vida política.
Tras la guerra de Independencia que inició en 1810, durante el siglo XIX nos mantuvimos divididos en varios bandos pero prevalecieron dos: los conservadores y los liberales.
Fuimos víctimas de invasiones extranjeras que se aprovechaban de nuestra debilidad en todos los frentes: el confuso forjamiento de una identidad propia al no saber si éramos criollos, indígenas, mestizos, europeos aventureros, integrantes de múltiples castas, africanos recién liberados de la esclavitud, hablantes y dueños de rostros múltiples que venían del mundo prehispánico o si todos en conjunto conformábamos un concepto al que la historia llamaría mexicanos y los norteamericanos denominarían despóticamente como sus vecinos “brown” –es decir morenos, prietos- o “frijoleros”.
Benito Juárez representa el movimiento armado y reformista que funda el Moderno Estado Mexicano y Porfirio Díaz nos da estabilidad política –a un costo muy alto de injusticia social- durante 30 años que suman un puente entre los siglos XIX y XX.

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El siglo XX transcurre entre la Revolución armada de 1910 a 1917, la postrevolución semi armada que abarca la década de 1920 y parte de la de 1930 y el nacimiento de un partido político –el PRI, con sus antecedentes de PNR y PRM- que operó como “la dictadura perfecta” hasta el año 2000.
El PRI se nutrió de un pacto social que no terminamos de estudiar, de entender, de comprender y que sin embargo continúa rigiendo nuestra vida política y social ya como mexicanos: discriminatorios, enemigos unos de otros pero mexicanos al fin.
A ese pacto social extraño e incomprensible lo denominamos “el sistema”.
A menudo confundimos al “sistema” y al PRI como sinónimos o –digamos- como un mismo concepto.
No obstante son dos cosas distintas.
Al “sistema” y al PRI les caracterizan elementos comunes: el caos, el desorden y la corrupción pero siguen siendo ajenos uno del otro.
Ahora bien el caos, el desorden y la corrupción las encontramos en los 12 años de gobierno del PAN entre el 2000 y el 2012 y están presentes en casi 20 años de gobierno de la izquierda –vía el PRD- en el Distrito Federal hoy convertido en el estado 32 de la República y denominado Ciudad de México.
Conclusión: todos los partidos políticos mexicanos incluyen en su identidad el caos, el desorden y la corrupción.
De modo tal que esos elementos de identidad no caracterizan sólo a los partidos políticos sino que van más allá...definen un “sistema”.
¿Qué es ese "sistema"?
El "sistema" es México y abarca su vida política, económica, social; su identidad confusa y contradictoria, su injusticia propiciada por factores internos como externos; su vocación para "chingar" porque atrás te vienen "chingando"; su alegría y su ensimismamiento; sus fiestas de vivos y sus celebraciones de muertos; su arte y su lenguaje frente a su brutal capacidad para matar y matarse, para crear y destruir...
He aquí algunos, muy pocos, elementos del "sistema".

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Guillermo Padrés, ex gobernador ladrón de Sonora que se ha entregado por sí mismo a la justicia, es panista y representa al “sistema”.
Roberto Borge, César Duarte y Javier Duarte de Ochoa, son ex gobernadores del PRI de Quintana Roo, Chihuahua y Veracruz y son ladrones al mismo tiempo de representar al “sistema”.
El “sistema” no es un partido, ni siquiera son todos los partidos políticos en conjunto.
El “sistema” somos todos: las instituciones públicas, los partidos, la sociedad civil, el pueblo de México y su identidad temprana –que no llega ni a dos siglos de haberse definido-, la historia, la ley, nuestra riqueza material y llena de talentos lo mismo que nuestro saqueo.
“El sistema” son nuestras confusiones como país, nuestra ingenuidad, los errores históricos que cometemos una y otra vez para convertirnos en una suerte de Sísifo: el mítico personaje condenado a cargar una piedra hasta la punta de la montaña, arrojarla al vacío y volverla a cargar en una acción eterna consecuencia de haber insultado -con su habilidad y engaños- a los dioses.
Lección de Sísifo: tus habilidades te pueden generar gracias pero sumadas a tus engaños te acarrean desgracias.
Y no: en el caso de una sociedad joven como la mexicana los castigos no vienen de los dioses sino de parte del “sistema” que somos nosotros mismos.

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Jorge Uscanga Escobar quiso ser gobernador de Veracruz.
Es un político nativo de Catemaco con tres características: es muy chaparrito –de ahí el mote de “la chiquita”- es brillante orador dueño de una inteligencia notable y es un gran mentiroso.
Como parte de su grupo político acuerpó a los hermanos Eulalio y Jorge González Azamar, sus paisanos.
El primero trabajó para el gobierno federal y con los años se convirtió en operador de Dante Delgado Rannauro vía su partido Movimiento Ciudadano.
El segundo, Jorge, fue alcalde de Catemaco con el apoyo del PRI y de su padrino Uscanga Escobar, para separarse después y ser alcalde dos veces más por distintos partidos y con mañas propias y aprendidas.
El pasado viernes 11 de noviembre en Catemaco fue secuestrado el sacerdote José Luis Sánchez Ruiz, un hombre identificado como luchador social.
Entre el viernes 11 y el sábado 12 Catemaco literalmente ardió.
Se conjugaron múltiples escenarios y factores: la Iglesia se dijo ocupada en orar por el presbítero y llamó a la calma y la paz.
Un grupo de enmascarados causó destrozos en la casa del alcalde Jorge González Azamar,
El munícipe tiene fama de cacique, de corrupto y de ser padrino político del ex tesorero estatal y diputado local Vicente Benítez González, acusado a su vez de haber robado Veracruz junto al gobernador con licencia Javier Duarte de Ochoa.
Los mismos enmascarados prendieron fuego a una patrulla y al palacio municipal.
Otro grupo de personas sin máscaras y autodenominados ciudadanos catemaqueños bloquearon la carretera federal que atraviesa el turístico lugar.
También fueron apedreadas instalaciones de la CFE.
Hay señalamientos mutuos: el corrupto alcalde Jorge González Azamar acusa de todos los desmanes al líder de la Organización del Gobierno Autónomo Indígena, Wilfrido Reyes Martínez y éste, a su vez, señala que fue el presidente quien operó la quema del palacio, el saqueo de su domicilio particular y el secuestro del sacerdote José Luis Sánchez Ruiz.
Según Wilfrido Reyes, todo se habría planeado para resguardar al munícipe de una auditoría programada por el ORFIS ante presuntos saqueos a la hacienda pública.
He ahí las acusaciones mutuas que en algunos aspectos carecen de sentido lógico.
Pero en fin, ya se verá quién hizo qué.
El sacerdote José Luis Sánchez Ruiz apareció vivo y torturado la madrugada del domingo 13; el mismo día que el gobernador Flavino Ríos Alvarado y el fiscal Luis Angel Bravo acudieron a un Catemaco que aparentemente volvió a la calma.
Frente a las muchas dudas en torno a este caso hay una certeza: el estado de Veracruz es tierra de nadie.
Hay inestabilidad –manipulada o espontánea- de norte a sur y es tan peligroso ser periodista como ejercer el sacerdocio, manejar un taxi, ir a comer con la familia, convertirse en estudiante, trabajar en PEMEX, en cualquier tienda de autoservicio o simplemente viajar por las carreteras de nuestra entidad, etcétera…
Lo de Catemaco es apenas una muestra.
En Veracruz “el sistema” nos ha conducido al infierno.