La triste historia de Jesús y el “Tóner” de Edgar

Edgar Hernández

Línea Caliente

2018-07-23

Jesús –no el del calvario- es tan solo un ciudadano de a pie que en más de medio siglo ha hecho de todo.

Vendió chiches, lavó carros, repartió periódicos, iba a ser seminarista pero solo se quedó en aprendiz de pastor… fue también periodista y hasta se atrevió a fundar un diario, “El Águila” con el hermano de Zúñiga; se especializó además en las artes gráficas, incursionó en las redes sociales hasta que un día encontró su verdadero camino, el “tóner”

“El tóner”, no es el apodo de este empresario a quien la superioridad le debe un dinerito que lo ha tenido al borde de ir a pedirle a la impoluta July Sheridan le preste ese cajón de bolear que ya no va a utilizar Cuitláhuac García.

“El tóner” tampoco es el nombre de un banco o financiera alguna menos el título de su lancha con motor fuera de borda. Y no, no… no piense mal, no es el apelativo de Javier Duarte, es simplemente un vil líquido que sirve para echar andar las fotocopiadoras, muchas fotocopiadores, millones de fotocopiadores.

Jesús pues ¡Alabado sea el señor! un día encontró, no el camino del señor, sino el del billetazo vendiendo tóner, según su defenestrador.

No tuvo que ir al mercado Jáuregui, tampoco al de San José para mercar su producto, simplemente cuentan sus malquerientes, abrió el directorio telefónico al azar y a ojos cerrados apuntó con ese índice que vaya usted a saber para cuantas cosas lo ha usado, para señalar una página cualquiera… y ¿qué cree usted que encontró?

Pues ni más ni menos a un tal Edgar que no soy yo.
De inmediato tomó su viejo celular, de esos de Nokia que ni la hora dan menos conectarlos al wasap o cualquier otra aplicación. Pero bueno, me quedé en que tomó el celular marcó y marcó hasta que en una de ellas le contestó Edgar, ese pelos de elote con caireles ávido de hacer negocios con el tóner.
Y para que le digo que no, si sí.

La gloria se le abrió a Jesús quien de volada abrió una de esas hoy tan famosas “Empresas fantasma”, según cuenta la autoridad.

Antes, Jesús dialogó, pero que digo dialogó, pactó con el aguzado Edgar la venta de “tóner” tras lo cual y a la velocidad de un rayo, su ya para entonces socio le propuso el negocio de millones que nunca llegarían a su bolsillo.
Edgar, sin embargo, se dice, lo convenció por la vía del tóner.

“¿Pero, cómo?”, me imagino repreguntó Jesús, pensando para sus adentros que para hacer realidad el negocio podría comprar un contendor como los que usa Pemex o al menos una salchicha como esas de las gaseras, mismo que instalaría en el camellón de la colonia Ferrocarrilera que es donde vive, para almacenar todo el tóner.
“¡Donguorri!”, le respondió ese güero embrujado quien como al macpato en sus pupilas se veía reflejado el signo de pesos.

“¿Pero… cómo vamos a echar a andar las fotocopiadoras?”, dicen que insistió Jesús, te ampare.

“Eso ya lo tenemos resuelto desde hace mucho. Mandamos a la papelería a las secretarias donde hay fotocopiadoras y mucho tóner y asunto resuelto”, le espetó este don Edgar tras severamente advertirle que se mejor se ocupara de los números, “por los cientos de litros de tóner que vas a vendernos… pero solo en el papel y no precisamente sanitario”.

Así nacieron en Veracruz, tierra de Jesús, las empresas fachada.
Lo que le siguió a este malhadado ese si fue un viacrucis, ya que nunca se concretó pago alguno por lo del tóner, fue una modesta venta de equipos de cómputo y software a gobierno que tampoco nunca le pagaron.

Aunque el día que fue a cobrar sus facturas las autoridades, luego de obligarlo a hacer unas 400 horas nalga, le dijeron al atribulado de Jesús Mártir que tenía primero que responder por el tóner que había vendido a Edgar a través de una empresa
fantasma.

¿Pero… cuál tóner?, preguntó, no el iluminado, sino el alucinado a quien el propio gobernador acusó además de que hablaba mucho y escribía por ahí.
¿Perdón?..

Jesús, el de Veracruz, había sido descubierto. Lo cacharon un día cualquiera escribiendo algo, quizás de esas cosas obscenas que uno pergeña en las paredes de algún baño público o que asistió a algún rito en alguna playa y habló de más.

La verdad es que no se sabe bien a bien que dice la carpeta de investigación que trae un número con la diagonal 2018 en donde se revela todo lo del tóner y donde escribía todas esas cochinadas.

Y de Edgar… pues de Edgar no se supo más.
Pero sí, en los mentideros políticos trascendió lo de su fortuna mal habida, quizás por la compra de tanto tóner, del chafa de a 300 pesos el relleno de cartuchos, que lo hizo verdaderamente milloneta, tan acaudalado que por ahí se cuenta que tiene tanto billete que le ha alcanzado para guardar y repartir.

Tras ser advertido y amenazado por el gobierno aflojó el año anterior aviones, helicópteros, ranchos y hoteles, que arrojan cifras superiores a los mil 200 millones de pesos.

Eso sí, no se sabe dónde está el efectivo pero de que se mochó se mochó, aunque ya mismo no se sabe qué fue de lo pactado con el mando supremo.

Lo que sí reconoce el gobierno es la entrega de un avión Lear Jet 745 con un valor de diez millones de dólares cedido de manera voluntaria y sin mediar presión por Edgar Spinoso… ¡Ups! –perdón, ya dije el apellido- a Yunes Linares, al igual que un helicóptero Robinson, ranchos, terrenos de alto valor y dinero en efectivo que rebasa los 370 millones de pesos.

Y es que, ya entrando en el dato duro, el 6 de agosto del año anterior Miguel Angel Yunes Linares admitió públicamente que “Edgar Spinoso devolvió bienes al gobierno del estado, entre ellos un avión Lear Jet, un helicóptero Robinson y bienes inmuebles”.
No se supo más.

¿Por qué los devolvió? ¿Se los robó? ¿Los compró con dinero público? ¿Es delito?, fueron las preguntas que han quedado en el aire desde hace un par de años
¿Fue acaso por la venta de tóner?.. ¡Se duda!

Para el SAT la fortuna de Spinoso (Nor.4sept.2016) rebasa los 6 mil millones de pesos mientras en Jesús Castañeda Nevares solo aplica su explicable empobrecimiento y el retobo del rijoso gobernador Miguel Angel Yunes quien no le perdona haberle ido a reclamar a su palacio el no pago de las deudas comprometidas y no precisamente por la venta del tóner.

¡Pobre de Jesús, sacrificado por los fariseos!
Tiempo al tiempo.