Una característica compartida por las mujeres y los hombres universales es que su pensamiento, sus ideas, su visión del mundo y la inspiración que los demás podemos encontrar en ellas y ellos no caducan con el tiempo. Son tan vigentes que podrían haberlas expresado apenas la víspera, con la misma pertinencia y lucidez. Es el caso de Heberto Castillo Martínez, quien este domingo habría cumplido 92 años de nacido.
¿Qué nos estaría diciendo Heberto Castillo si estuviera físicamente con nosotros en este capítulo de la humanidad? Imposible saberlo, pero sus palabras de hace casi 35 años nos permiten imaginarlo. El 24 de septiembre de 1985, siendo Diputado Federal, sólo dos semanas después del terremoto que hirió a la Ciudad de México y al país, Heberto subió a la tribuna a decir:
“(De los jóvenes que participaban en el rescate de personas atrapadas) yo nunca les pregunté si eres del PSUM, o del PAN, o del PRI, o del PRT, o del PMT: eran mexicanos que estaban dando su mejor esfuerzo de todos los partidos y muchos que no tienen militancia.
“Mal haríamos (los diputados) en tratar de sacar un proyecto partidario a esto, (…) nuestro pueblo no es de tontos, se da cuenta; nuestro pueblo rechaza la retórica, nuestro pueblo entenderá si estamos luchando a su lado o estamos tratando de aprovecharnos. Así que el planteamiento que haríamos sería a todas las fracciones, a todos los diputados: el de participar juntos en este llamado, y recordar que aquí podemos tener diferencias pero que con esta tragedia allá afuera todos debemos actuar como un solo mexicano”.
Si en lugar de terremoto le ponemos coronavirus y le cambiamos la fecha al 2020 suena a que Heberto lo habría podido decir ayer, ¿no?
El natalicio de Heberto Castillo de este año coincide –con diferencia de unas horas- con un hecho inédito: 2 millones de alumnas y alumnos de Veracruz iniciaron su ciclo escolar, por primera vez, sin acudir físicamente a las aulas.
Y de no ser por la pandemia que ha trastocado todo en nuestras vidas, en ocasión de su onomástico ayer en el Congreso de Veracruz habríamos entregado la medalla Heberto Castillo a la veracruzana o al veracruzano que se hubiera distinguido “por su aportación a la investigación, divulgación o aplicación de la ciencia y que hayan contribuido con el desarrollo del estado o del país”. Las comillas son de la Ley de Premios del Estado de Veracruz, justamente modificada el año pasado por esta Legislatura para crear dicha presea.
Militante de la izquierda histórica de México, preso político de Gustavo Díaz Ordaz, una de las primeras voces en hacer frente al neoliberalismo salinista, el oriundo de Ixhuatlán de Madero era un político pleno, pero también un científico que sabía ser las dos cosas sin renegar de una u otra y de mantener abierta entre ambas disciplinas la válvula comunicante que sólo puede legítimamente operar en una dirección.
Porque si politizar a la ciencia es un despropósito monstruoso –recordemos a los médicos nazis-, nutrir a la política de ciencia no sólo es acertado, sino necesario.
Lo vemos ahora. A las políticas y los políticos de todo el planeta y de todas las épocas de repente les gusta imaginar que son capaces de salvar al mundo. Hoy están salvando al mundo científicas y científicos que buscan la vacuna contra el Covid; médicas, médicos, enfermeras y enfermeros en el frente de batalla contra la enfermedad; maestras y maestros que saben que su quehacer fundamental para la civilización humana no puede detenerse por la pandemia.
Estamos en manos de la ciencia y el presidente Andrés Manuel López Obrador lo ha entendido a plenitud, por lo que su respuesta no puede ser más válida: le vamos a hacer caso a los científicos y vamos a buscar la vacuna que sea, porque las vacunas, como las tragedias, como la vida y la muerte, no tienen ideología.
Juan Javier Gómez Cazarín. Diputado local del Congreso de Veracruz, presidente de la Junta de Coordinación Política