Niño ucraniano enciende luces de árbol de Navidad del Vaticano

El abeto rojo de 30.5 metros de altura fue iluminado por un niño ucraniano durante el acto encabezado por el gobernador del Vaticano y autoridades de Ucrania, país que regaló el pino y otras plantas a la Sede Apostólica.

Internacionales

- 2011-12-16

Un niño de nacionalidad ucraniana presionó hoy el botón con el cual se iluminó el árbol de Navidad de la Plaza de San Pedro del Vaticano, un abeto rojo de 30.5 metros de altura.

La iluminación tuvo lugar durante un acto encabezado por el gobernador del Estado de la Ciudad del Vaticano, Giuseppe Bertello, y autoridades de Ucrania, el país que regaló no sólo el pino, sino también otras plantas que fueron colocadas en varias habitaciones de la Sede Apostólica.

Durante la reunión un coro de niños y jóvenes ucranianos, vestidos con trajes típicos de su país, entonaron algunos cantos navideños ante varios cientos de personas que se dieron cita en el centro de la Plaza de San Pedro, muy cerca de donde fue instalado el árbol.

Procedente de la región de Zakarpattya, el árbol de 30.5 metros de altura y más de 60 años de antigüedad, fue adornado con unas dos mil 500 esferas doradas y plateadas, y cientos de luces.

Este viernes el Papa Benedicto XVI recibió en audiencia en el Palacio Apostólico a la delegación de Ucrania para agradecer el regalo del abeto, al cual calificó de “símbolo significativo” de la natividad de Cristo porque, con sus ramas verdes, recuerda el perdurar de la vida.

“El árbol y el nacimiento son elementos de ese clima característico de Navidad que pertenece al patrimonio espiritual de nuestras comunidades, una atmósfera teñida de religiosidad e intimidad familiar que debemos conservar también en la sociedad actual”, dijo.

Lamentó que, en muchas ocasiones, durante las fiestas navideñas predomine el consumismo y la búsqueda de bienes materiales.

“La Navidad es una fiesta cristiana y sus símbolos constituyen referencias importantes al gran misterio de la encarnación y el nacimiento de Jesús que la liturgia recuerda constantemente”, ponderó.

“El creador del universo, haciéndose niño, vino entre nosotros para compartir nuestro camino; se hizo pequeño para entrar en el corazón del ser humano y renovarlo con su amor. Preparémonos a acogerlo con fe”, agregó.

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