La reciente aprobación en Francia de una ley que sanciona a quien niegue la existencia de ese hecho histórico ha despertado el enojo de Ankara, al reabrir una vieja herida. La polémica ha puesto en peligro el ingreso turco a la Unión Europea
Internacionales
- 2012-02-04
Las tensiones entre los gobiernos de París y Ankara han llegado a su clímax con la reciente aprobación, en ambas Cámaras legislativas francesas, del proyecto de ley que convertirá en delito la negación del genocidio armenio que Turquía, no obstante las múltiples evidencias históricas, no reconoce.
Un año de prisión y una multa de 45 mil euros son las penas que impone la nueva normativa a quien niegue el exterminio perpetrado por el otrora Imperio Otomano (entre 1915 y 1917) que dejó más de 1.5 millones de muertos, según los armenios, y entre 300 mil y 500 mil, de acuerdo con Turquía.
Aprobada por ambas cámaras, el destino de esta ley está ahora en manos del presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien podría firmarla a finales febrero para así hacerla finalmente entrar en vigor antes de las elecciones presidenciales francesas del próximo mes de abril.
En vista de las escasas probabilidades de triunfo que le atribuyen a Sarkozy las más recientes encuestas, el gobierno turco y no pocos analistas consideran esta ley como un acto de oportunismo electoral con el cual el mandatario busca atraer al amplio electorado racista y xenófobo francés y los votos de los casi 600 mil miembros de la comunidad armenia presente en su país.
“Esta normativa es una afrenta, un golpe de estado contra la libertad de pensamiento”, subrayó recientemente el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, no sin antes advertir que su gobierno podría tomar ulteriores medidas en contra de Francia si la ley entra en vigor.
En diciembre pasado, luego de que la Asamblea francesa la aprobara, Ankara canceló todas las reuniones bilaterales relacionadas con temas económicos, políticos y militares.
Fuentes turcas han advertido que Erdogan podría, asimismo, reducir el nivel de su representación diplomática en Francia y organizar una ulterior respuesta en materia comercial y económica, que afectaría los fuertes intereses galos en su país. Además de sus al menos 400 empresas instaladas, Francia es segundo inversionista en Turquía.
Es quizá debido a lo anterior que a inicios de febrero 141 parlamentarios franceses presentaron un recurso contra esta ley, iniciativa que Erdogan agradeció de inmediato y que el Consejo Constitucional seguramente aceptará por superar los 60 parlamentarios que exige la apelación.
El uso político de la historia
Para Lucio Caracciolo, un experto en política internacional y director de la revista italiana de geopolítica Limes, los aspectos electoral y económico que están detrás de esta ley no son quizá los más importantes.
“La normativa no sólo impone una opinión de Estado sobre un hecho histórico que puede ser analizado en manera diversa, sino que también viola flagrantemente la ley francesa. Francia, paradójicamente, ha redescubierto la historia para utilizarla con fines políticos”, dijo el experto a EL UNIVERSAL.
También indicó que desde un punto de vista de la política práctica el problema podría ser superado en un futuro no muy lejano, pero que en un ámbito más general “condicionará por mucho tiempo las relaciones franco-turcas, las de sus pueblos y las de Europa y Turquía”.
La relación entre esta ley y el eventual ingreso de Turquía en la Unión europea (desde diciembre de 1999 es oficialmente candidato a adherirse al bloque) es por demás evidente para el director de Limes. “Al convertir en delito aquel genocidio, la opinión pública francesa y europea cuestionarán el ingreso de este país a la Unión Europea, un tema que entre otras cosas no es una prioridad de ésta y que ni siquiera existe la certeza que lo discutirá”.
Pero los verdaderos problemas de Turquía en la UE son otros, como su numerosa población, el “factor islámico” y el no respeto de algunos derechos civiles en el país.
“Aceptar un país que superará demográficamente a Alemania significaría aceptar que el principal grupo nacional en el parlamento europeo sea el turco, hecho político que ninguna nación europea podría aceptar”, explicó Caracciolo recordando, por otra parte, que la sola palabra turco “evoca en Europa recuerdos, estereotipos y fobias que todavía no son superados”.
Para Caracciolo es asimismo preponderante el “factor islámico, con todos los prejuicios y estereotipos que giran en torno a él y a la presunta penetración islámica en Europa, y los derechos civiles y de libertad, vigentes en el Occidente, que en Turquía no son del todo respetados”.
Pero a lo anterior, agregó el experto, habría que agregar la difusión que realizan algunos sujetos políticos europeos en contra de una supuesta islamización del Viejo Continente, para crear no sólo “una atmósfera de pánico y rechazo hacia esta religión y a sus fieles creyentes, sino también para ganar adeptos.
“El problema es que cuando se comienza con la religión no se sabe donde se podrá terminar”, apunto Lucio Caracciolo.