Don Gilberto Parra relata un hecho tétrico que vivió hace cinco años en uno de los panteones con más historia de la ciudad de Veracruz
Historias y tradiciones de Veracruz
COMUNICADO - 2013-11-02
Olor a muerte, tristeza, tierra húmeda y lluvia son características del Panteón Jardín del puerto de Veracruz, cementerio ubicado en la zona norte del municipio porteño que guarda entre sus fallecidos, la conciencia de alguien que se niega a descansar en paz.
Don Gilberto Parra Parra, camposantero de 56 años de edad y poco más de 40 de servicio en el lugar, recuerda a los lectores del Universal Veracruz el hecho más escalofriante de su vida, cuando hace cinco años limpiaba ‘la tumba maldita'.
En aquella ocasión, llegó al camposanto a las 05:00 de la mañana en horario de verano, el cielo se tornaba muy oscuro, hacía un frío que calaba los huesos y apenas unas cuantas personas trabajaban en aquél impávido sitio.
El camposantero recuerda, "venía a lavar en el horario nuevo una tumba que se encontraba al fondo y se oyeron ruidos, escuché como si se cerrara una capilla y eran como las 04:00 de la mañana del horario viejo y esto estaba desolado; me quedé quieto pensando que alguien estaba robando pero no escuché ya nada".
Luego de ese hecho, continuó su tarea y olvidó el incidente, sin embargo, días después, los familiares de la persona enterrada en la tumba que se encontraba al fondo del panteón, solicitaron nuevamente al camposantero la limpieza del lugar.
Don Gilberto regresó al día siguiente en el mismo horario, relata, "volví a esta tumba a lavarla a la misma hora y en esa ocasión, escuché un ruido atrás de mí, sentí escalofrío y se me enchinaron los pelos".
"Sentí temor, miedo, me quedé en el lugar y busqué si había alguien, es la ocasión que he tenido más temor, fue algo escalofriante porque el panteón estaba solado", agregó.
Luego del incidente, Don Gilberto Parra poco se atrevió a moverse, el cuerpo le pesaba y tomaba la escoba y la cubeta con fuerza para cobrar valor, se dio prisa y culminó rápidamente su faena para dar cuenta a la familia del trabajo realizado.
Tiempo después, Don Gilberto optó por no regresar al lugar para evitar volver a sentir esa horrible sensación, sin embargo, al paso de los días se enteró que el muerto al que limpiaba la tumba, debió ser removido de la fosa donde se encontraba porque los familiares la habían pedido prestada y por fin, habían decidido comprar un nuevo sepulcro para darle permanente descanso.