#ArrierosSomos: ¿CUÁNDO PARARÁN?

+ Columna del C.P. Renato P. Vázquez Chagoya, director del Semanario Sotavento

Zona Sur

Renato P. Vázquez Chagoya - 2015-10-13

No pasa semana sin que los habitantes de la zona sur de Veracruz, nuestros vecinos de Tabasco y de Chiapas, y los de más allá como Campeche, Yucatán y Quintana Roo, no vivan la frustración de quedarse “atorados” en las carreteras federales y en las de cuota, porque alguien se le ocurrió “demandar” a los distintos gobiernos la solución a sus peticiones o demandas.
Y los argumentos son múltiples. Diríamos que sin fin.
Las carreteras se volvieron la principal “arma” de negociación de los manifestantes y, las autoridades tienen que evitar o convencer a que no se bloquee el paso de vehículos hacia los distintos destinos.
Desde luego que las autoridades que tienen que resolver el problema no sufren las consecuencias de esos bloqueos.
Quienes sufrimos las consecuencias somos las miles de familias que estamos conviviendo en este sur de Veracruz y en el sureste de la República.
El origen de esos bloqueos, normalmente son atribuibles a nuestras autoridades que no resuelven las peticiones que se plantean y que tampoco cumplen con sus promesas.
Entendemos que no existe dinero suficiente en ningún nivel de gobierno para satisfacer todas las demandas.
Entonces hay que preguntarse: ¿Si saben que sus ayuntamientos, estados o federación no tienen los recursos suficientes, por qué prometen o establecen compromisos que luego no pueden cumplir?
Para nadie es justo que se haga concebir esperanzas y que estas no sean cumplidas por sus autoridades.
Y en esos bloqueos han ido apareciendo hasta nuestras autoridades, como es el caso del presidente municipal de Cosoleacaque, Ponciano Vázquez Parissi, que creyó vestirse de gloria y se metió en un berenjenal tamaño diablo. Y poco falta que se le aparezca el diablo, porque además su intervención fue torpe y hasta ridícula.
La otra, es la toma de carretera que hizo la gente del diputado “independiente” Renato Tronco Gómez, dizque para defenderlo ante la solicitud de desafuero que presentó el fiscal del Estado a la Legislatura del Estado, por ese “pecadito” que dicen cometió hace como diez años y que eliminó del ayuntamiento de su municipio, de una familia, al pilar de esa familia y que, además era regidor del ayuntamiento que presidía.
La permisividad que han tenido los distintos gobiernos, nos han llevado al abuso, a la impunidad y a la ilegalidad.
Y aunque se diga de manera oficial que la situación aún no es grave, hay que decir, que es el momento de que nuestras autoridades, del nivel que sea, apliquen ya el imperio de la ley.
Nuestro país ya no puede vivir en el desorden social, que impide un progreso adecuado, según las aspiraciones de la población.
Mínimo, queremos vivir en paz.

¿Para qué son las calles?

Tiene un tiempo que existe un conflicto de vecinos de la prolongación de la calle San Francisco del ejido Tacoteno, por la existencia de esa vía que lleva hacia la carretera que conecta con la reconfiguración de la refinería. Un grupo de vecinos pretende que se evite el paso de vehículos de y hacia la refinería.
Y los argumentos que usan es que dicho “paso” no cumple con los requerimientos de una calle: banquetas y pavimento, lo que lo hace peligroso para sus familias. También argumentan que los directivos de los ejidatarios “cobran” una cuota a quienes pasan por ahí con sus vehículos.
Desde siempre, todo camino o vía de paso, es parte de un sistema de comunicación que hace más fácil el traslado de personas y bienes, sea de caminantes o de transporte rodante. Los ríos y los mares han sido –desde siempre– un excelente medio para trasladarse de un lugar a otro.
Todo tipo de caminos fueron concebidos originalmente de manera rústica y fueron mejorando según fueron creciendo los asentamientos y las necesidades de una población se volvieron más demandantes.
Y no crean que las banquetas y pavimentaciones fueron simultáneas al asentamiento original de los lugares. No. Las primeras pavimentaciones y banquetas que conoció Minatitlán fue por el año 1931, cuando el presidente del Concejo Municipal, Don Benjamín García, iniciaría la pavimentación de la calle Hidalgo y las banquetas de la Juárez, según consigna don Viriato Da Silveira. Desde luego que no existía drenaje ni agua potable.
Sería hasta mediados de la década de los años cincuenta del siglo XX, cuando se introdujo el drenaje y el agua potable y se iniciaría la pavimentación de las calles Hidalgo, Díaz Mirón, Primero de Mayo, 18 de Marzo, para mejorar el primer circuito de camiones de pasaje que tuvo la ciudad: Río, Portada Norte, Curva y Anexas.
Por eso extraña que una incipiente vía de comunicación como es la prolongación de la calle San Francisco, esté ocasionando tantos problemas.
Si ciertos vecinos la pretenden cerrar para que no transiten vehículos, se estará creando un problema legal, ya que cualquier vía que sea usada de forma continua, pacífica y constante, genera un derecho para quienes la usan, llamado “paso de servidumbre” y tendrá que recurrirse a una autoridad judicial para que determine si procede o no tal acción.
Ni Pemex ni el ayuntamiento tienen la capacidad legal para “autorizar” ni “cancelar” esa vía de comunicación.
Ahora, que si los directivos del ejido “cobran” una cuota para transitar por ahí, tienen que denunciar ante las autoridades judiciales, ya que sólo las empresas autorizadas pueden establecer cuotas por el uso de esas vías. Por tanto problemas que existían en los caminos vecinales, con las famosas cadenas, se tuvo que erradicar esa costumbre y se prohibió por ley su instalación.
Para solucionar el conflicto entre vecinos, vemos dos opciones:
+ Que Tránsito del Estado, con la diligencia que tiene para levantar carros y poner señalamientos restrictivos a capricho de vecinos, se aboque a cumplir con sus funciones, que es la de regular o limitar el tránsito de cierto tipo de vehículos en ese camino. Que por un rato abandonen el bulevar Institutos Tecnológicos donde “vigilan” celosamente la circulación de transporte pesado, porque se están haciendo como el “Tío Lolo” en este asunto, que es de su total incumbencia solucionar este problema.
+ Que la autoridad municipal, Pemex o los vecinos, construyan guarniciones y banquetas y pavimenten la vía. Claro, que previamente deben introducir drenaje y agua potable, como corresponde.
Lo triste del caso, es que un acceso de y hacia la empresa, pivote de la economía local, estatal y nacional, sea motivo de conflicto, cuando su propósito es el de comunicar y de comunicar bien.

Cuidado con los precios

Dos ejemplos nada más.
Coloca el cliente en la góndola de la caja donde pagará la mercancía que ha escogido. De repente, el cliente empieza a discutir con la cajera y termina enojado.
Sale sin comprar nada y se extraña uno de que el cliente se haya alterado.
Se le pregunta el origen de su actitud.
Y entre mentadas (no de menta) e imprecaciones en contra del súper, explica que en los anaqueles donde se exhibe la mercancía, las tarjetas dicen un precio y que al llegar a la caja, pretenden cobrarle un precio más alto que el marcado en los anaqueles. Este sería la primera.
La segunda, todavía es más grave.
Encuentra usted en los anaqueles las tarjetas de los productos que ahí se exhiben y en algunas se aprecia la leyenda de “oferta”.
Es natural que dicha expresión llame su atención y usted pretenda adquirir el producto que está en oferta.
Pero… ¡cuidado!
La tarjeta le indica que el producto está en oferta, por ejemplo, en $ 13.90 (Trece pesos noventa centavos). Pero si usted revisa el precio “normal” que también está impreso en la tarjeta, se dará cuenta que es de $ 11.90 (once pesos noventa centavos), dos pesos más barato que la “oferta”.
Esto no es nuevo.
El año pasado, mi familia detectó el segundo caso y se le hizo notar al encargado del súper. Desde luego que el “culpable” era el chico de la computadora que no revisó los datos al imprimir la tarjeta de precios.
El primer caso pasó el jueves pasado y se repite constantemente.
Ahora se explica uno la denominación de “Hiper” que tiene ese súper…
Sí, “hiper”… ladrones.

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