Registrados Héctor Yunes Landa y Cuitláhuac García Jiménez como aspirantes de la Alianza para Mejorar Veracruz y el partido MORENA -respectivamente- a la gubernatura de nuestra entidad, el escenario pre-electoral 2016 está puesto.
Falta el registro formal de la alianza PRD-PAN con Miguel Angel Yunes Linares como abanderado pero el PAN ya le ha tomado protesta, el PRD lo respaldará como consecuencia de un acuerdo nacional y aún cuentan con días suficientes para que la formula llegue a manos del OPLE.
Dicho en otras palabras: el arroz pre-electoral para la sucesión de Javier Duarte de Ochoa está listo y aunque habrá otros contendientes todo indica que se tratará de una elección entre tres; estos tres, los mencionados, los referidos, los anotados en los dos párrafos iniciales de CLAROSCUROS.
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¿Por qué se piensa –o piensa este columnista- que la disputa será entre tres?
Porque la política es de tiempos y de circunstancias. Por eso.
Y a esta tercia se le da la circunstancia.
Habremos de ver a cuál de ellos le corresponde el tiempo.
Durante más de 80 años el PRI ha gobernado ininterrumpidamente en Veracruz y tal situación llevaría a pensar que su candidato, Héctor Yunes Landa, se alzaría con el triunfo una vez más sin problema alguno: simplemente por inercia.
No obstante, hay elementos en la elección del 2016 que nos llevan a pensar de un modo distinto: nunca, en su historia, el PRI se había enfrentado a una coyuntura como la actual, con un gobierno estatal tan reprobado, con un gobierno federal tan mal visto, con un candidato opositor –Miguel Angel Yunes Linares- surgido del vientre del propio PRI y por tanto conocedor como pocos de los recovecos, los caminos, los obstáculos, los discursos frugales y los escenarios llenos de mierda que se deben vencer o usar a su favor para obtener la victoria.
¿Y Cuitláhuac García Jiménez?
El joven académico desata puntos de vista extremos: hay quienes lo ven como alguien que impulsará el triunfo de diputados locales para su partido: MORENA pero no alcanzará a estar cerca –siquiera- de la gubernatura.
Hay quienes, por lo contrario, piensan que el factor Andrés Manuel López Obrador sumado al hartazgo que se siente, se manifiesta, se olfatea en todo Veracruz contra el sistema que representa el PRI, alcanzaría para una sorpresa.
En fin.
A Juan Bueno Torio, candidato independiente, sólo se le ve el papel de servir a los intereses de Héctor Yunes Landa quitándole votos de panistas a su primo Miguel Angel Yunes.
A Armando Méndez de la Luz, con todo y reconocerse su lucidez –finalmente es maestro universitario y político de trayectoria- se le aprecia en el mismo rol que a Bueno Torio. No más.
Ninguno de los dos tiene la infraestructura del PRI y aliados o del PAN y aliado.
NI Méndez ni Bueno cuentan tampoco con el colmillo retorcido de los primos Yunes.
Y nadie, entre ellos, cuenta detrás de sí con el carisma, la frescura de Cuitláhuac García y el respaldo popular del llena plazas y viejo lobo de mar que es AMLO.
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Platico con un operador de alto nivel en el PRI estatal y le pregunto su opinión sobre el panorama.
En confianza –sabedor de que su nombre no se hará público- responde:
Cuitláhuac no tienes posibilidades y al final le puede restar votos tanto a un Yunes como al otro.
Eso sí, puede obtener un digno tercer lugar.
El pleito se dará entre los primos y será cerrado.
Puede ganar cualquiera: Miguel Angel o Héctor.
Hay una fórmula, me explica: históricamente sólo vota del 40 al 45 % del padrón que rebasa los 5 millones 500 mil votantes en Veracruz.
De ese universo de sufragantes, al votar menos de la mitad, el PRI tiene un voto duro que oscila entre un 30 y un 35 % del total de quienes hayan acudido a una urna.
El resto de la votación suele dividirse entre los opositores o los aliados.
Digamos que el PRI obtiene un 35 % de votos a favor, en el caso de una votación baja: sus aliados es decir el Partido Cardenista, el Partido Verde Ecologista de México, el Partido Alianza Veracruzana y el Partido Nueva Alianza podrían sumar entre un 5 y un 10 % más, lo que colocaría a Héctor Yunes con un potencial 40 ó 45 % del total de la votación a generarse el 5 de junio, en el mejor de los escenarios.
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Desde el PRI le otorgan al Partido Acción Nacional un voto duro de 25 %, que se sumaría a un eventual y potencial 13 % que podría aportar el PRD.
De darse este escenario –el mejor para la alianza PAN-PRD- sumarían 38 % de una votación baja y el PRI habría obtenido el triunfo.
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Históricamente las cosas han sido así: el PRI y su voto duro, el PRI y su capacidad de maniobrar, operar, manipulan elecciones siempre a partir de una oposición débil y de un electorado indiferente.
He aquí, empero, que las circunstancias del 2016 son muy parecidas a las del 2004 cuando Gerardo Buganza quedó a poco más de 20 mil votos de Fidel Herrera quien fue sentado en la silla gubernamental en medio de muchas dudas.
En esta ocasión, a diferencia del 2004, gobierna el país el PRI y no el PAN.
Sin embargo, Enrique Peña Nieto cuenta con menos del 3 % de aprobación popular y Javier Duarte de Ochoa es señalado directamente por “Juan Pueblo” como el responsable de la problemática en materia de deuda pública, inseguridad, desempleo y falta de obras que padecemos desde el río Tonalá hasta el Pánuco y esta figura, la de Duarte, se asocia en la visión mayoritaria con el PRI, sus candidatos y –dicho sea de paso- la ausencia de un proyecto claro de trabajo de parte de Héctor Yunes.
Al respecto vale decir que ni Miguel Angel Yunes ni Cuitláhuac García ofertan un proyecto claro y en el primer caso se trata de un político con una tremenda cola que le pisen sinónimo de un pasado oscuro.
No obstante, a diferencia de Héctor, ni el panista-perredista ni el moreno tienen encima suyo la sombra de un gobernador cuestionado como ninguno.
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Es muy simple, me informan en el PRI: si la gente no sale a votar Héctor Yunes gana, cerrado pero gana.
Por lo contrario: si el 5 de junio los veracruzanos rebasan ese 40 ó 45 % de votación histórica y se vuelcan sobre las urnas el PRI estaría entregando el poder por primera vez en su historia en nuestra entidad.
Y lo más seguro, aprecian, es que Duarte entregaría la silla a quien afirma -un día sí y otro también- que lo meterá a la cárcel.