Chinameca, Veracruz; 11 de abril 2016
Mamá, soy Ricardito, no haré travesuras…y un cielo impasible despliega su curva…
Los hechos ocurrieron así, de acuerdo a la versión de un tío del niño de sólo 7 años asesinado en domicilio la tarde/noche del domingo 10 de abril:
Carlos Mayo Torres y Rafael Carmona Lara se emborracharon y ya ebrios se encontraron en algún lugar de Chinameca, municipio vecino de Oteapan, el cual marca la entrada a la Sierra de Soteapan.
Sólo ellos saben por qué discutieron pero finalmente –sin golpes de por medio, se afirma- concluyeron la escena del roce y mientras Carlos Mayo se dirigió a su domicilio en la calle Benito Juárez esquina Altamirano, Rafael Carmona lo siguió.
Si para morir nacimos… ¡Sí pero no a los 7 años y asesinados vilmente!
Son las 12:00 horas del lunes 11 de abril.
La temperatura en Chinameca oscila en los 40 grados con sensación térmica de 45.
Los pies, literalmente, se queman sobre el pavimento que los viajeros deben pisar para trasladarse desde Cosoleacaque hasta el acceso a Oteapan.
Desde las 3 de la madrugada todos los accesos a Chinameca están bloqueados por gente del pueblo lidereada por la dirigente municipal de MORENA: Vanesa Torres, a quien acompañan algunos familiares cercanos de José Ricardo Mayo Coronado, el menor de edad que murió tras recibir un balazo dirigido originalmente a su padre.
Al ser lunes, el tianguis que baja desde Puebla a ofertar ropa a precios populares se ha instalado en terrenos de lo que fue el Rancho Tomito de la familia Merlín.
Hoy, empero, la región está de luto.
Hay una sensación de duelo en el ambiente, uno que otro raspero hace ruido al sacudir el hielo que bañarán con jarabes multicolores.
El color que se impone, no obstante, es el gris…
Algunos clientes, muy pocos, llegan al tianguis que este día reportará pérdidas.
El reportero se pregunta: ¿Hay una pérdida mayor que la de un hijo?
No.
Nada se compara con la ausencia del niño de 7 años cuyo abuelo se paró en uno de los múltiples bloqueos y –humilde- sostuvo una cartulina exigiendo lo mismo que todos los chinamecanos y habitantes del sur de Veracruz: Justicia, Justicia, Justicia…
El parentesco caciquil, el pleito mortal y Díaz Mirón presente
Cubierto de jiras,
al ábrego hirsutas
al par que las mechas
crecidas y rubias,
el pobre chiquillo
se postra en la tumba,
y en voz de sollozos
revienta y murmura:
«Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras».
Salvador Díaz Mirón nos colocó ante una historia donde la fallecida ha sido la madre y es Paquito quien vive las consecuencias.
En Chinameca, ha sido Ricardito la víctima y es su madre, la señora Isla Coronado Vargas, quien llora sin freno la vida que le ha sido arrebatada…
Más detalles de la historia vil:
El asesino siguió a Carlos Mayo y antes de llegar a su casa le hizo tres disparos.
El perseguido dio vuelta y se metió al estacionamiento por el lado de la calle Juárez.
Sus hijos: una niña y el pequeño José Ricardo, salieron tras escuchar el arribo de su padre: de oficio panadero y ganadero.
Con la sangre fría, desatado el instinto animal, pistola en mano, Rafael Carmona Lara estacionó su camioneta lobo color rojo, frente a la casa de su víctima.
Iba –de acuerdo a lo narrado por Iker Coronado, tío del menor- a matar a su cuñado, con quien había discutido minutos antes…
Rafael Carmona apuntó y disparó en cuatro ocasiones más…Carlos Mayo quiso cubrir con su cuerpo los de sus dos hijos sólo para descubrir que una bala había terminado con la vida de José Ricardo, el nene de sólo 7 años.
Construida la tragedia el asesino escapó y la policía a cargo de su primo hermano y alcalde de Chinameca, Víctor Carmona, no lo detuvo…
¿Complicidad?
A las 14:00 horas arribó Samyra del Carmen Khouri, Subprocuradora de Justicia en el Sur de Veracruz.
Trailers y autos poblaban la carretera transístmica.
El calor era infernal.
Gente del gobierno pedía a los manifestantes retirarse y dialogar y la respuesta sólo era una: “nos vamos cuando detengan al asesino…”
Y es que –contaron testigos que prefirieron el anonimato- que el asesinato ocurrió entre las 19:00 y las 19:30 horas.
Durante la hora siguiente, taxistas de Chinameca y de Oteapan se comunicaron vía radio para informar de los hechos y ubicar al culpable.
Rafael Carmona Lara llegó a su domicilio, cambió de camioneta –de roja a una blanca- subió a su familia y se marchó a toda velocidad.
Entre las 20:00 y las 20:30 horas se le vio pasar por Oteapan, en dirección a la carretera ayer bloqueada para perderse en el camino.
¿Qué pasó durante ese hora en un pueblo tan pequeño como Chinameca, cuya salida a la carretera transístmica ocupa unos 20 minutos o más, aún a toda velocidad?
¿Qué ocurrió si los vecinos y la familia reportaron el hecho, si los taxistas de Chinameca y Oteapan radiaban la ubicación del asesino?
Está comprobado que la policía rodeó la casa de Rafael Carmona.
Se afirma –dato no comprobado- que lo habrían detenido…
El caso es que escapó dejando tras de sí un hogar, una región, una entidad enlutada.
Los antecedentes caciquiles
El asesino Rafael Carmona Lara es primo hermano de Víctor Salomón Carmona, Alcalde chinamecano y socio de Transportes Sotavento.
Otro Carmona, también pariente suyo, es el dirigente municipal del PRI.
Su padre: Rafael Carmona, es transportista y le trabaja a la empresa MASECA, asentada en la zona.
De Carmona Lara se cuentan cosas… detalles en el pueblo sobre una familia caciquil: se le vincula con el robo de combustible, con la prepotencia y amenazas a ciudadanos y desde el domingo se ha convertido, a sus aproximadamente 40 años, en prófugo de la justicia por asesinato…
El reportero comprueba versiones que resultan falsas: el palacio de Chinameca –hasta las 3 de la tarde- no fue tomado y ahí se desempeñaban actividades en forma normal.
La policía municipal hacía sus rondines en forma normal por la Villa.
Lleno el domicilio de la calle Benito Juárez de dolientes, el féretro al centro de la casa, veladoras mostrando el camino hacia el cadáver del niño inolvidable que nos muestra el feroz rostro de pérdida de humanidad, veladoras en forma de cruz sobre la carretera transístmica con llantas quemadas para evitar el paso de vehículos, los padres desolados no participan en la protestas ni dan declaraciones.
Soportan, estóicamente su dolor por Ricardito…Y nos recuerdan a Díaz Mirón:
«¡Qué bien que me acuerdo!
La tarde de lluvia;
las velas grandotas
que olían a curas;
y tú en aquel catre
tan tiesa, tan muda,
tan fría, tan seria,
y así tan rechula
Mamá, soy Paquito;
no haré travesuras»
Y un cielo impasible despliega su curva.
FOTOS: MARITZA PULIDO TEJEDA