Dialogar, no molestarse con la prensa crítica
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2015-12-17
Lector, escribo con el piloto ya casi en automático. Como trabajador académico que soy en la Universidad Veracruzana, ayer miércoles he salido de vacaciones. Ya casi son las últimas líneas que escribo este año. También te dejaré descansar.
Pero no puedo dejar pasar lo que dijo ayer el diputado presidente de la Junta de Coordinación Política y coordinador de la fracción del PRI en el Congreso local, Juan Nicolás Callejas Arroyo, respecto al papel que juega la prensa en la vida pública del estado.
El también profesor y exdirigente de la Sección 32 del SNTE habló en el brindis que se ofreció a los reporteros de la fuente, varios y varias de ellos excompañeros reporteros míos, brindis en el que dejó constancia de su poder de convocatoria la titular de Comunicación Social, Vicky Hernández Rodríguez.
Me atengo a la nota de José Topete, reportero del portal alcalorpolitico.com. Juan Nicolás, de alguna manera podría decirse que la máxima representación del Poder Legislativo, criticó “a aquellos personajes públicos que no entienden la labor de la prensa y se encargan de denostarla cuando son criticados”.
“¡Ay de aquél que no entienda la labor del comunicador social! ¡Ay de aquel que se ofenda por lo que el comunicador dice, publica o manifiesta. Si vivimos en una sociedad plural debemos darle cabida al diálogo”.
No deja de ser reconfortante que uno de los titulares de los tres poderes de Gobierno se exprese abiertamente en defensa del papel que juega la prensa, en especial cuando de otro de los poderes, el Ejecutivo, hay amagos o abiertos embates en contra de la prensa crítica e independiente, característica, por lo demás, que ha venido marcando a todo el sexenio.
“Aquel que se ofende, en lugar de molestarse, en lugar de lanzar improperios, lo que debe de hacer es dialogar con el comunicador social, porque en este mundo cada quien es dueño de su verdad, pero no de la verdad de los demás, y por lo tanto hay que acercar esas verdades para poder entenderse y obtener conclusiones”, dijo el líder camaral.
Callejas Arroyo sabe lo que dice. No es un político improvisado. Si alguien ha visto correr agua bajo el puente… político, es él. Viene de la vieja escuela, aquella que aconsejaba y tenía como práctica común que el político se sentara a dialogar con el periodista para explicar, para argumentar, para tratar de convencer con hechos, con pruebas, antes que agredir, que tomar represalias por críticas o señalamientos.
Ahora me viene a la mente aquel periodismo crítico que practicó, adelantado a su tiempo, Ángel Leodegario “Yayo” Gutiérrez Castellanos, fundador, propietario y director de Política, pero también recuerdo a aquel inolvidable gobernador, de gran estatura política como lo fue don Fernando Gutiérrez Barrios.
Rememoro cuando Yayo sometió a crítica sin concesiones al entonces rector de la Universidad Veracruzana, Rafael Hernández Villalpando, y le sacó a la luz pública la compra sospechosa de un gran terreno y la construcción de una alberca… que le construía un hermano suyo, funcionario de gobierno.
En lugar de enojarse don Fernando con Yayo por cuestionar severamente a un colaborador suyo (entonces la UV no era autónoma y el rector lo nombraba el gobernador), lo que hizo fue dar instrucciones a Hernández Villalpando para que fuera a ver personalmente al periodista y le diera la más amplia explicación de sus acciones y comportamientos.
Pero no fue caso único. Apenas comenzaba su gobierno, cuando una media noche de duro invierno reporteros de la sección policiaca del Diario de Xalapa se enteraron del traslado de una cuerda de reos del penal Allende del puerto de Veracruz hacia la fortaleza de Perote, entonces convertida en prisión.
Con un gran celo profesional, para allá se fueron los compañeros, pero cuando el fotógrafo empezó a soltar los primeros flashazos, un joven militar, que había llegado con don Fernando, responsable del operativo y a quien se ubicaba ya como subdirector de Seguridad Pública (entonces no había Secretaría), ordenó detenerlo a él y al reportero y ¡los confinó en una fría celda a una temperatura de casi cero grados!, y no los soltó sino hasta el día siguiente.
Enterado el entonces propietario y director del Diario, Rubén Pabello Acosta, en la edición del día siguiente con un gran encabezado denunció el atentado a la libertad de prensa, y ese día lo primero que hizo don Fernando fue cesar fulminantemente al militar y acabar con su promisoria carrera como funcionario policiaco, fue a ver al señor Pabello y le ofreció disculpas a nombre de su gobierno.
Los periodistas de entonces, en aquel tiempo muy pocos, sentimos que teníamos a un protector en el gobierno, a un gran aliado, a alguien que respetaba nuestro trabajo, y su bienio –terminado su segundo año se fue como Secretario de Gobernación– fue un ejemplo de respeto irrestricto a la libertad de expresión, y hasta la fecha, los sobrevivientes de aquellos hechos lo recordamos con respeto y reconocimiento y lo tenemos como referencia de lo que es ser un verdadero gobernador respetuoso de la prensa, así, a secas.
De esa escuela, de esa vieja escuela proviene Juan Nicolás. Ayer, además de darme gusto haber podido saludar en el brindis a mis compañeros (celebré con varios de ellos sus valiosos premios que se sacaron en la rifa, que entregó la presidenta de la mesa directiva de la Legislatura, Octavia Ortega), me sorprendió gratamente que, así haya sido indirectamente, el titular de uno de los poderes, con verdadera independencia, haya disentido de la forma en que se trata muchas veces, desde otro poder, a la prensa crítica.
Octavia Ortega no se quedó atrás. Agradeció las críticas de los medios de comunicación, señalando que permiten revisar su trabajo.
¿Ya casi primera dama?
Como es mi rutina, camino hacia el centro de la ciudad, Xalapa, cuando de pronto, cerca del mercado, el barrio y la iglesia de San José, me topo con un viejo conocido, elemento de un cuerpo de seguridad pública.
En clara alusión al proceso sucesorio gubernamental, me pregunta a bocajarro cómo veo y cómo van las cosas. Cuando apenas intento darle mi opinión, me pregunta si advertí la presencia de la señora Verónica de la Medina, esposa del senador Héctor Yunes Landa, en la ceremonia de graduación de policías en la ex Academia de Policía de El Lencero, el lunes pasado.
Pues no, le respondo, porque además le explico que la de Seguridad Pública no es un área de la que me ocupe. Retoma la palabra y me suelta: “porque hubiera visto cómo la trataban, cómo la llevaban y la traían desde que llegó, hasta una especie de papamóvil le pusieron y, bueno, ya no sabían qué hacer con ella… todos nos dimos cuenta del trato”.
Lo único que le comenté es que hasta donde tenía entendido, por amigos del senador, la relación con el titular de la SSP, Arturo Bermúdez Zurita, es cercana, lo cual recordé cuando confirmaron que el chofer que iba en el pool de prensa de Yunes Landa el día del trágico accidente en el que murió su fotógrafo era comisionado de esa dependencia, y que quizá a eso se debió la invitación a su esposa.
¿O será que ya hay órdenes de cuadrarse ante la futura nueva patrona?