Los Yunes, de Soledad de Doblado
Arturo Reyes Isidoro
Prosa Aprisa
2016-01-21
El 19 de julio de 2015, cuando rindió su segundo informe de actividades, el senador priista Héctor Yunes Landa no sólo tuvo como uno de sus invitados a su homólogo en el Senado y correligionario de partido José Francisco “Pepe” Yunes Zorrilla sino también a su homólogo senador panista y sobrino Fernando Yunes Márquez.
“Destaco también la presencia de otro senador veracruzano (ya había destacado la de Pepe), con quien me vincula el cariño y con quien me vincula la sangre, un joven preparado, un joven brillante a quien lo trabajador le viene de familia”, dijo entonces de su familiar de El Estero, Boca del Río.
Acaso ese fue uno de los detalles relevantes del acto, porque Yunes Landa lo hizo sin importarle las consecuencias políticas, ya que ahí mismo se encontraba también como invitado el gobernador Javier Duarte de Ochoa para quien el padre de Fernando, el diputado federal también panista Miguel Ángel Yunes Linares, es el enemigo público número uno de su gobierno, como lo fue también para el de su antecesor y mentor Fidel Herrera Beltrán, por lo que saludarlos o aparecer en público con ellos era el peor crimen político que se podía cometer en Veracruz.
Pero no sólo eso. En una actitud poco común entre políticos, de frente y de entrada, el senador oriundo de Soledad de Doblado (“choleño”) aludió a su postura crítica contra el gobierno de la prosperidad y su titular cuando le tocó saludarlo y mencionar su presencia.
“Quiero significar la presencia del señor Gobernador del Estado, del Doctor Javier Duarte de Ochoa, y de su muy distinguida esposa la Doctora Karime Macías de Duarte (…) sepa usted señor Gobernador que en los temas de Veracruz, puede seguir contando conmigo, a veces con mi crítica, también reconociendo aciertos, pero siempre, siempre enfatizando mi propuesta”.
Y metió el acelerador a fondo al expresar que los servidores públicos que incurrieran en un acto de corrupción deberían ser inhabilitados para siempre, para que no ocuparan algún cargo en la función pública.
“Los ciudadanos están hartos de la corrupción y tienen razón, yo también estoy harto. Cada peso que se desvía es un peso que no llega a su destino, es una necesidad social insatisfecha. Por ello estoy convencido que hay que castigar al corrupto con todo el peso de la ley y si el corrupto es además un servidor público este debe quedar impedido para siempre, de por vida… y debe ser así porque la cleptomanía burocrática es una enfermedad grave que no se cura ni con 5, ni con 10 ni con 100 años de inhabilitación”. Dijo que hacer justicia no era “cobrar venganza” sino simplemente aplicar la ley para castigar la corrupción.
Todavía más. Fue muy osado. Casi se hizo el seppuku, el harakiri (ritual japonés que consiste en el suicidio por desentrañamiento) cuando lanzó tamaña pedradota al mencionar que: “Si se trata de castigar a los malos servidores públicos, se trata de cobrar justicia, no de cobrar venganza, por eso aquellos que enarbolan la corrupción como bandera de conveniencia, me parece que son igual de corruptos, porque sólo señalan al vecino y callan los escándalos que ocurren en su propia casa. Eso no es luchar contra la corrupción, eso es tratar de ver la paja en el ojo ajeno; un servidor, al menos además de observar el ojo ajeno, ha estado particularmente atento a la paja de los nuestros”.
Era abierta su pública defensa de su primo hermano Miguel Ángel Yunes Linares, como lo hizo en otras ocasiones, ante la arremetida del gobierno de la prosperidad acusándolo a él y a su hijo del mismo nombre y alcalde de Boca del Río de actos de corrupción por sus residencias y fortunas económicas que tienen.
Ese fue el punto de quiebre que marcó un distanciamiento de Duarte con Héctor, que casi le cuesta la candidatura de su partido al Gobierno del Estado, pues después de que lo había venido apapachando como uno de los prospectos oficiales para la gran empresa, Javier se le fue encima con todo y ya no dudó en impulsar a Alberto Silva Ramos para que fuera su sucesor. Actores políticos cercanos al caso, desde adentro del gobierno con los que he platicado sobre el asunto me han confirmado que eso fue lo que molestó al gobernador y entonces para el PRI nacional y el Gobierno federal se les descompuso todo como iba respecto al proceso sucesorio y se les complicaron las cosas en Veracruz. Pero a Héctor no le importó con tal de defender a su primo hermano y a toda su familia.
Por eso –al menos en mi caso– fue sorpresivo cuando hoy hace una semana, el jueves 14 de enero, tan pronto se supo que Héctor será el candidato único del PRI al Gobierno del Estado, el primero que se le fue encima con todo, agrediéndolo en forma abierta, descalificándolo y vinculándolo al duartismo y al fidelismo, fue precisamente su primo hermano Miguel Ángel, lo que habría provocado (al menos trasciende esa versión) que toda la familia Yunes de Soledad de Doblado, de donde son originarios todos, ha decidido darle calor a Héctor, calor familiar sin entrar en detalles políticos.
En mi caso, yo pensé que en buena lid, máxime los lazos familiares que los unen, Miguel Ángel, casi candidato de la casi alianza PAN-PRD al gobierno de Veracruz le iba a dar la bienvenida a su primo hermano Héctor a la liza electoral y, mínimo, por civilidad política, le iba a desear lo mejor, le iba a decir que compitieran en un plan de altura y que ganara el mejor. Pero para quienes lo conocemos desde joven, ya vemos que no cambia. Es belicoso por naturaleza aún con sus propios familiares, compadres o aliados.
Creo que Miguel Ángel se quedó atrapado en el juego de sus acérrimos enemigos, los Fideles y los Duartes, olvidándose que el pleito era, es y seguramente seguirá siendo con ellos, pero que no tendría porqué heredarlo y trasladarlo con su propio familiar como lo hizo Fidel con Javier. Además, a mi juicio, como táctica electoral creo que también es equivocada o no la mejor, pues los veracruzanos todos estamos cansados de pleitos personales entre quienes nos gobiernan y nos quieren gobernar en perjuicio de Veracruz, que finalmente queda como rehén y paga las consecuencias (ayer Carlos Marín, director general editorial del diario Milenio en su columna “El asalto a la razón” advierte que: “De ganar uno u otro la gubernatura (se refiere a Héctor y a Miguel Ángel), es previsible que los rencores lleven a venganzas que resentirá el resto de la parentela pero, sobre todo, la totalidad de sus paisanos”), y que la propuesta debe privilegiarse por encima de las descalificaciones, sin quitar del renglón que todos queremos lo mismo: castigo para los corruptos y que devuelvan o se les incaute lo que se llevaron y era patrimonio de todos los veracruzanos.
Ayer, el exgobernador Miguel Alemán, en un artículo que publicó en El Universal (“Mensaje político”), dice a propósito de este año electoral que al parecer ya es costumbre que la retórica electoral tenga una cantidad creciente de mensajes negativos entre los contrincantes.
Recuerda que una de las prerrogativas de la democracia es que el votante conozca a profundidad las cualidades y, “por qué no” también, los defectos de los candidatos que aspiran a un cargo de elección popular. Apunta entonces: “En un escenario ideal sería conveniente que las estrategias de campaña tuvieran un mayor contenido de propuestas y no de reclamos, ya que lo que se elige en realidad es a una persona capaz de conducir la voluntad de las mayorías en un cargo público para los años venideros”.
Y propone: “No hay campaña sin promesas. Por ello es importante que los partidos y candidatos presenten una oferta política que inspire al votante a compartir la visión de futuro que ofrecen tomando en consideración de manera subrayada que en cada proceso electoral ingresan al padrón de votantes nuevas generaciones de jóvenes que buscan construir un proyecto de vida. Por ese motivo su primera experiencia política no debe ser alimentada con rencores ajenos, sino con una propuesta que eleve la autoestima individual y le dé confianza en sí mismo a cada individuo”, en lo que estoy totalmente de acuerdo.