El tema de la caída del sistema “compranet” más la cancelación de la operación comercial que cambiaría de manos el programa twitter, nos enseña que la ponderada superioridad de la tecnología no es tal. La tecnología supone comodidades, aunque sufre fallas propias del ser humano. Los humanos somos imperfectos y aun cuando se dice; hay niveles y variables de inteligencia[1], cuando superan los cientos[2] son de admirar; hasta los humanos calificados como altos, nos equivocamos y por ende cometemos errores. A veces se ocupa más tiempo en encontrar el error que en diseñar el sistema o el programa, por ello es importante que en los puestos de mantenimiento –y la tecnología no es la excepción- estén colocadas las personas más idóneas, lo cual implica, sí, cierta dosis de inteligencia, pero sobre todo de capacitación. Si la tecnología falla y un robot arruina la producción de motores en el mejor de los casos un programador se quedará sin trabajo y en el peor muchos usuarios sufrirán las consecuencias de quedarse sin las ventajas que se les habían ofrecido.
Lo malévolo es quedarse callado, no tener la capacidad y la actitud de reconocer el error, no compartirlo con el jefe por el temor a ser castigados desde el regaño hasta la pérdida del empleo y no evaluar los daños que dicha omisión pueda causar a los que deberían ser beneficiaros de lo creado. ¿Será posible contar con toda la información histórica –más de dos décadas- del compranet? Quizá usted piense que no le afecta; pero la falla abre de par en par la puerta de la corrupción –que se afirma no cerrada del todo- los errores deben corregirse y serán pagados con dinero público o sea del que usted aporta en impuestos como IVA, el ISR y otros mas etcéteras.
Así las cosas, la posmodernidad nos ha regalado tecnología en las tiendas donde puede usted pagar a plazos –método bastante antiguo, por cierto- pero con abonos chiquitos, aunque con eso su deuda a veces hasta se duplique; y que decir de la propaganda engañosa de esa ralea que ha dado legitimidad a banqueros usureros protagonistas de series fílmicas y televisivas. Con la autorización de las víctimas y la única condicionante de no mencionar sus nombres procedo a los ejemplos. A inicios de este año una pareja de profesionistas jubilados, amaneció sin dinero en las cuentas que por décadas había mantenido en HSBC. Inútil fueron las llamadas, las visitas a la sucursal donde tenían su dinero, el trato fue siempre déspota y sin visos de explicación. Después de casi tres meses de gestiones y luego de haber acudido a las oficinas centrales en Paseo de la Reforma, les dijeron que era culpa del SAT, que les obligó cancelar sus cuentas por sospecha de lavado de dinero, pues con la jubilación de la mujer de la tercera edad, habían comprado un departamento de menos de 100 metros cuadrados y el notario que les realizó sus escrituras, estaba señalado como amigo del señor Mancera ¡¡¡!!!. Obviamente ellos migraron a otro banco, aunque el daño emocional que han sufrido ha sido tan complicado como el del COVID-19
La CONDUCEF, es una instancia donde cualquiera que sea víctima de una organización financiera, entre ellas los bancos, puede ser señalada por tramposa, abusiva, mentirosa y todo lo que implique que hagan uso indebido de su dinero obtenido por trámites normales y sobre todo por engaños. Ahí también hay un portal o sea, Usted puede quejarse por lo que le hayan hecho, ellos le avisan al banco denunciado y si la respuesta del tal banco es negativa-que usualmente lo es- usted deberá acudir en el plazo de ley personalmente a “buscar una conciliación”. En las estadísticas de este organismo que para nada mantiene la eficiencia con la que contaba hace 5 años, cuando la capacitación era más importante que la lealtad, se dice que el banco más denunciado es uno mexicano, que luego se les vendió a extranjeros y que hoy busca nuevos dueños.
Dejé al final, SANTANDER –no me da el espacio para Azteca, ni Banorte- ese otro extranjero que aprovechó la reversa de la nacionalización instrumentada cuando nos prometieron que no nos volverían a saquear. Hoy está en campaña, le ofrece premios de veinticinco mil pesos si lleva su nómina desde otra institución y hasta le regalan una tarjeta de crédito gratuita, siempre y cuando compre con ella algo superior a los 300 pesos cada mes. ¿Por qué las víctimas son mayormente gente de la tercera edad, que se resiste a usar la tecnología donde le dicen que han aumentado los robos? El viernes pasado me tocó observar en la sucursal de tal banco en Miguel Ángel de Quevedo y ayuntamiento, colas que llegaban hasta la calle, solo un cajero digital funcionaba, un ejecutivo de cuenta y un cajero presencial atendiendo a los clientes, no daban una, esperas hasta de 4 horas y una demanda común: cancelar la tarjeta que hace dos meses les obsequiaron. Es que solo lo puede hacer por teléfono –y eso, a veces toma casi dos meses- entre el número de activación provisional, la clave telefónica y tantos etc. que cuando al final su tarjeta pasa entonces ya le cargaron comisiones por no haber sacado nada a crédito usando la tarjeta. La directora del banco, cuando se enfrentó a la posibilidad de que una señora discapacitada se desmayara por no tomar agua ni comer luego de tanto tiempo de espera solo podía señalar “yo solo necesito saber” si Usted quiere que llame a una ambulancia o no. Frase se repetía a todos los reclamantes que llegaron a pedir inconformarse con sus cargos, el cobro de cosas que no habían consumido y comisiones supuestamente gratuitas. A uno de tales clientes le dijo luego de la frase sacramental que no podía darle datos a no ser que le diera la clave bancaria, porque esa la manejaba su subdirectora y sin ella no podía acceder a su cuenta. ¿Será que el banco necesita saber el grado de poca capacitación que tienen sus empleados?