Un buen amigo columnista cometió un error de dedo y puso ayer en su texto la
frase “sirios y troyanos”, lo que me permití advertirle para que corrigiera por la
correcta “tirios y troyanos”.
Esa erratilla me da tema y oportunidad de hacer una cápsula cultural, con el fin
de darle una nueva vacación al ánimo y hacer a un lado por hoy los temas
políticos.
Va pues:
La frase llega a nuestra cultura a través de Don Quijote, que dice textualmente:
"Callaron todos, tirios y troyanos", texto tomado por don Miguel de Cervantes y
Saavedra a su vez de La Eneida de Virgilio, quien se refiere a la profunda
enemistad que surgió entre los sobrevivientes de la caída de Troya, encabezados
por Eneas y los súbditos de Dido, la reina de Cartago.
Eneas era hijo de Anquises, que pertenecía a la familia real de Troya. Un día
éste llevó a pastar sus rebaños al monte Ida, que estaba cerca de la ciudad. Ahí lo
encontró Afrodita (Venus en la mitología romana) y se enamoró de él (por una
travesura de Zeus, al que le gustaba gastar bromas a sus diosas). La diosa del
amor se disfrazó de princesa frigia (un reino que estaba más o menos cerca de
Troya) “y yació con él” (las diosas griegas eran bastante liberales y no se andaban
con arrumacos, por eso hay tantos semidioses en la mitología). Del encuentro
nació Eneas, quien fue educado por las ninfas sus primeros cinco años de vida y
después entregado a su padre, quien lo encaminó a que se convirtiera en uno de
los principales guerreros troyanos, solamente superado por Héctor, el hijo del rey
Príamo.
Bueno, los tirios son los cartagineses, llamados así por el poeta latino porque
eran oriundos de la ciudad fenicia de Tiro.
Tirios y troyanos terminaron peleados a muerte para la eternidad, porque Eneas
huyó de los brazos y el amor de Dido, la reina de Cartago, lugar al que llegó con lo
que quedaba de los troyanos, y había recibido hospitalidad y refugio, tanta que la
reina se enamoró de él y quería que se quedara con ella en su reino para siempre.
Pero Eneas tenía un encargo del destino, que era fundar la ciudad de Roma,
así que un buen día se escapó con su gente. El escape causó tanto dolor a Dido
que le pidió a sus súbditos que odiaran para siempre a los troyanos… y después
se suicidó por despecho.
Por eso, los tirios y troyanos están destinados a pelearse eternamente, como al
parecer le sucede a ciertos grupos en nuestro país.
sglevet@gmail.com